En el último tramo de la actual administración presidencial, las confrontaciones de México con países de América Latina no cesan, la política exterior termina descarrilada en la región. Los casos son diversos y las desavenencias no debieron haber existido, determinadas por la imprudencia y una obsesiva tendencia ideológica presidencial, de apoyo a sus análogos y rechazo a los que no son, ante una taciturna Cancillería. El socorrido principio de no intervención es aplicado procazmente, donde no se percibe diplomacia ni política exterior.
Indudablemente es reprobable la burda intromisión de la policía ecuatoriana en la Embajada de México y la humillante agresión al jefe de cancillería, para detener al exvicepresidente Jorge Glas, quien se había alojado para solicitar asilo diplomático, acción ecuatoriana que va en contra de la Convención de Viena sobre Relaciones Diplomáticas, referente a la inviolabilidad y seguridad de las misiones diplomáticas y la protección y respeto a los agentes diplomáticos, lo que terminó en el rompimiento de relaciones diplomáticas.
Parecería obvio que los hacedores de la política exterior y la diplomacia ecuatoriana no calcularon el alcance de esta acción, que, como ha comenzado a suceder, conllevará presiones y sanciones internacionales a Ecuador. Bien se pudo optar por los canales diplomáticos de negociación bilaterales e internacionales para superar la crisis y no llegar a la drástica medida realizada, aunque seguramente pudo haber sido de largo tiempo, debido a que México no estuvo dispuesto a entregar al exvicepresidente a las autoridades ecuatorianas y éstas a otorgar el salvoconducto correspondiente.
Si bien la relación bilateral era tensa desde que en diciembre pasado el exvicepresidente se refugió como “huésped” en la Embajada, la situación detonó agudamente debido a temerarias e innecesarias declaraciones del presidente mexicano el pasado miércoles 3, en las que puso en duda la legitimidad de las elecciones ecuatorianas de 2023, en las cuales ganó el actual presidente Daniel Novoa, y sobre el sensible asesinato del candidato presidencial Fernando Villavicencio, por lo cual el gobierno ecuatoriano acusó al presidente mexicano de entrometerse en asuntos internos.
El gobierno ecuatoriano se negó a reconocer el asilo diplomático que México otorgó al exvicepresidente Glas, en virtud de que no se trataría de un perseguido político. De acuerdo a los instrumentos internacionales sobre asilo, éste se otorgará a los perseguidos por motivos políticos, pero no procederá cuando las personas están acusadas o condenadas por delitos comunes, personas que deberán ser entregadas al gobierno local.
El exvicepresidente fue detenido en 2017 por corrupción con la constructora brasileña Oderbrecht, sentenciado a seis años, quedando en libertad condicional en 2022. Actualmente tendría sentencias ejecutoriadas y temas pendientes con la justicia, en tanto que México, argumentan las autoridades ecuatorianas, estaría abusando del asilo diplomático para el “correísmo” del expresidente Rafael Correa, afín al presidente mexicano, muchos de los cuales se encuentran exiliados en México desde 2020.
Correa se encuentra asilado en Bélgica y acusado en su país por corrupción, lo que niega y dice que se trata de casos Lawfare. De acuerdo a un buen amigo y analista salvadoreño, Napoleón Campos, la Convención de Viena habría sido violada por México, al admitir/asilar en su embajada a un criminal y por Ecuador por violentar la embajada mexicana.