1.
El fin de semana se llevaron a cabo las elecciones presidenciales en Rusia, en un proceso que despertó tanta emoción democrática que el resultado ya se conocía desde hace años, por lo menos desde que en el año 2020 se modificó la Constitución para permitirle hasta dos mandatos más, lo que podría extender su mandato hasta 2036. Como es habitual en una dictadura con democracia simulada, Vladimir Putin tiene ya 24 años en el poder, llevando a su país desde una alborada democrática tras las reformas de Mijaíl Gorbachov y Boris Yeltsin, hasta el oscuro totalitarismo en que se encuentra ahora, inmerso en una invasión injusta contra Ucrania y enfrentado con Europa y la OTAN en una nueva Guerra Fría de efectos incalculables.
2.
La guerra la pelean los ucranianos, cuyo heroísmo no tiene límites, pero la sostienen los europeos y Estados Unidos, siendo en Europa donde recae el gran costo de la misma, debiendo sus habitantes padecer una inflación elevada que desgasta cualquier ánimo por apoyar un conflicto prolongado. En los países europeos cunden las huelgas laborales y los paros de agricultores, ambos en demanda de mejores ingresos, erosionados por la inflación persistente y el incremento de flujos migratorios hacia sus territorios, llevando también a los partidos de ultraderecha a avanzar electoralmente, como es el caso de Alternativa para Alemania, con tintes neonazis, la Agrupación Nacional de Marine Le Pen, la conjunción Vox-Partido Popular en España o los conservadores italianos de la premier Giorgia Meloni, quienes seguramente obtendrán buenos números en las elecciones al Parlamento Europeo en junio de 2024.
3.
En Rusia, el régimen neoimperial ruso eliminó literalmente a la oposición real, al arrestar primero y asesinar después en una prisión del Ártico al líder Alexei Navalni y al inhabilitar a otros opositores como Ksenia Sobchak o Boris Nadezhdin, ambos del Partido Iniciativa Cívica, por haber criticado la invasión rusa. En cambio, el régimen permitió la participación de candidaturas dóciles y comparsas como las de Vladislav Davankov, Nikolai Jaritónov y Leonid Slutski, todos miembros de la Duma o Parlamento Estatal. Desde luego, como lo habían anticipado las encuestas, Vladimir Putin sería el candidato casi único, quien obtendría más del 75% de los sufragios. No hubo votaciones tumultuarias, sino más bien urnas en las que aparecieron los votos, pues tampoco hubo observadores electorales que pudieran testimoniar lo contrario.
4.
La confrontación con Occidente, la situación ventajosa en Ucrania y el respaldo de China, el otro gran contendiente global por la hegemonía, permitieron al tirano ruso mantener el control férreo del ejército, la política y la sociedad, pues no obstante las carencias, ha podido hábilmente sortear las dificultades. Rusia ha burlado el bloqueo económico, ampliando sus relaciones con los países BRICS, vendiendo petróleo a India y China, y comprando alimentos y otros suministros a Brasil,
Sudáfrica y otros países no alineados de África y América Latina, por lo que, si bien hay inflación y escasez en las ciudades rusas, sus habitantes, educados en las calamidades de las grandes guerras mundiales, han aceptado al nuevo zar y su gran guerra patria contra los enemigos de la Santa Rusia.
5.
Pareciera ser que el nuevo orden multipolar emergiendo en el mundo no es necesariamente uno de mayores libertades, derechos humanos, justicia y democracia, sino que los países aspirantes a la hegemonía, señaladamente Rusia y China constituyen regímenes oscuros, totalitarios, con tiranías absolutas y prolongados por décadas en el ejercicio del poder. China todavía ofrece la promesa de un mejor mañana, con una sociedad medianamente acomodada según dice Xi Jingping, pero en Rusia ya no existe la utopía marxista de la antigua Unión Soviética, sino sólo el nuevo imperio de Vladimir Putin, en el que las elecciones y los opositores, se ha visto, salen sobrando.