1.
Alguna vez fuimos un país petrolero. Hoy, la participación en el conjunto de exportaciones del país es bastante menor, por el orden de 5%, si consideramos que el país exporta más de 500 mil millones de dólares en todo tipo de mercaderías y servicios, incluidos el turismo y los productos agropecuarios, ambos rubros que también han superado con creces los ingresos petroleros. Esto en sí es bueno, pues muestra el crecimiento y diversificación de nuestra economía, al no ser dependiente sólo de las exportaciones petroleras.
2.
Empero, desde otra perspectiva, pronto dejaremos de serlo porque las exportaciones petroleras se están reduciendo drásticamente, sobre todo por la reducción de la producción, que en los últimos años ha pasado de ser de casi dos millones de barriles al día, a 1.6 millones, tanto por la declinación de los pozos como por el éxito de Pemex al frenar las inversiones necesarias para desarrollar nuevos y más complicados campos como los de aguas profundas o por haber abdicado del uso del fracking (fractura hidráulica) para explotar los extensos yacimientos del llamado “petróleo de piedra” que aún tenemos. Otra razón por la que quizá muy pronto dejemos de exportar petróleo, es porque el consumo interno aumenta y una cantidad mayor será necesaria para refinar y suplir la importación de los combustibles que una economía en crecimiento requiere. Cuando por fin funcione la refinería de Dos Bocas, requerirá casi 400 mil barriles diarios, reduciendo la plataforma de exportación a sólo 500 mil barriles al día.
3.
Esto viene a cuento porque muy probablemente el precio del petróleo en el mundo escale a 100 dólares o más el barril, significando elevados costos de los energéticos para nuestra industria, transporte y sociedad. Recordemos que desde hace tiempo, los precios internos de los combustibles se determinan conforme el precio internacional de los mismos, como si no tuviéramos petróleo, además de que los impuestos a los derivados representan una importante fuente de ingresos fiscales, por lo que, por ejemplo, nuestra gasolina es de las más caras del mundo, más inclusive que en Japón.
4.
El petróleo subió por encima de los 90 dólares por barril hace apenas unos días, con las tensiones militares entre Israel e Irán como desencadenante. Pero las razones del avance en el precio del barril son diversas, tendiendo hacia reducciones en el suministro, intensificando los temores de un resurgimiento de la inflación impulsada por productos básicos. El reciente movimiento de México para reducir en 35% sus exportaciones de crudo y atender las necesidades de la Refinería Olmeca está exacerbando el apuro global, lo que lleva a las refinerías en los Estados Unidos, el mayor productor y consumidor de petróleo del mundo, a utilizar más barriles domésticos. Las sanciones occidentales obstaculizan la producción rusa y muy pronto el petróleo iraní o venezolano podría seguir los mismos pasos si son también sancionados. Además, los ataques hutíes a los petroleros en el Mar Rojo han complicado la logística, al desviarse los buques para rodear el África en vez de cruzar por el canal de Suez. No obstante ello, la OPEP+ (Rusia incluida) se mantiene firme en los recortes de producción, acentuando la escasez de crudo. Todo esto configura una interrupción en el suministro que ha sorprendido a los operadores. La crisis está potenciando un rally alcista del petróleo antes de la temporada de verano en los Estados Unidos, amenazando con rebasar las barreras por primera vez en casi dos años. Los combustibles caros impactan sobre la inflación, que de persistir complican las posibilidades de reelección del presidente Joe Biden y detienen las expectativas sobre recortes de tasas de los bancos centrales. Pronto esto podría ser otra crisis global por gestionar, pues JPMorgan confirma que el petróleo podría llegar a 100 dólares para agosto o septiembre, según reporta Bloomberg.