En octubre del año pasado y con la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) inmersa en su proceso de sucesión de rector, documenté aquí las prácticas tipo priistas emprendidas por el entonces candidato Leonardo Lomelí Vanegas, en pos del principal cargo en la máxima casa de estudios.
Pues agárrense bien, porque no sólo el entonces secretario general universitario ganó la Rectoría a base de cargadas, acarreos, besamanos y muchos recursos públicos a favor de su candidatura, sino que mantiene ahora una lamentable actitud timorata y dubitativa frente al poder político.
Lamentable, si se trata de quien encabeza la más importante comunidad científica y académica del país, que supuestamente es sede del libre debate nacional, y no de genuflexiones propias de cualquier grupo acomodaticio, como aquellos viejos sectores que conformaron el PRI durante décadas y que obedecían sin reparo alguno.
Les cuento: la reacción furibunda del presidente Andrés Manuel López Obrador frente a un estudio del Instituto de Investigaciones Jurídicas (IIJ) de la UNAM que despedazó el proyecto de reforma judicial de la 4T ha expuesto a la actual administración universitaria como débil, por decirlo suavecito.
Y es que —¡vayan por un fuerte!— lo único que se le ocurrió al rector y a sus asesores para contestarle al presidente cuando peguntó que como por qué la UNAM se metía en los asuntos presidenciales, simplemente desconoció a sus investigadores, alegando que era sólo su opinión y no de la institución.
Vaya empinada del rector Lomelí. ¿O usted ha visto que la Rectoría se deslinde de múltiples aportes de los expertos universitarios en absolutamente todos los temas del acontecer nacional?
En esa falsa lógica tendrían que haber desautorizado entonces a los investigadores pumas que nos dieron luz sobre los fenómenos climatológicos que nos afectan en estos días.
Eso sí —agárrese de nuevo— salieron presurosos desde la cuenta oficial de la UNAM a justificar la depreciación del peso mexicano ante la incertidumbre provocada por la intención de elegir vía voto popular a jueces, magistrados y ministros. ¡A sus órdenes, jefe!
Bueno, pues tengo información fidedigna, proveniente del Piso 4 de la emblemática Torre de Ciudad Universitaria: los integrantes de la Junta de Gobierno de la UNAM están descontentos con la posición de Lomelí por haber desconocido la labor de académicos del IIJ de la Universidad.
Más aun, porque los valores universitarios que más se protegen son la autonomía y la libertad de cátedra e investigación.
Algunos miembros de la misma Junta que apenas en noviembre pasado lo eligió, parecen concluir que la posición del rector es la de un personaje débil y manipulable, que por ejemplo, en vez de lograr una reunión privada con Claudia Sheinbaum, simplemente se formó en el besamanos durante un acto académico al que asistió la presidenta electa, lo que fue resumido en las cuentas oficiales universitarias como si se tratara de un fan retratándose con su ídolo.
Ahora bien, ya metidos en el análisis, la creación de la nueva Secretaría de Ciencia del próximo gobierno es, además, un reto que puede llevar a que la titular de la nueva cartera del gabinete se convierta, sin haber sido designada, en la rectora de facto de la UNAM.
No hay que olvidar que Rosaura Ruiz ya aspiró a ser rectora universitaria en un par de ocasiones.
Bueno, pues el problema para la Junta de Gobierno simplemente será ahora reconocer si se equivocó en su elección.
Mientras tanto, seguramente el área de publicaciones de la UNAM ya debe estar preparando una reedición de aquella revista sesentera de caricaturas: ¡Los Agachados!, pero tristemente vestidos de azul y oro. ¡Goya!