Principios e intereses

24 de Noviembre de 2024

Juan de Dios Vázquez
Juan de Dios Vázquez

Principios e intereses

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La semana pasada se celebró la Tercera Convención Bilateral organizada por la American Society de México, un evento que ha ganado importancia en los últimos años como un espacio de diálogo entre líderes empresariales y figuras destacadas de la comunidad norteamericana en nuestro país. Sin embargo, esta edición presentó una situación inusual: la notable ausencia de servidores públicos mexicanos. Este vacío de representación oficial puede explicarse, en parte, por la “pausa” en las relaciones entre el gobierno mexicano y las embajadas de Estados Unidos y Canadá, una situación que ha generado controversia desde que el presidente López Obrador la mencionó públicamente. La “pausa” refleja este distanciamiento, pero es interesante que esta se haya extendido a una asociación civil que no representa directamente al gobierno estadounidense, sino a líderes empresariales y miembros influyentes de la comunidad norteamericana en México.

Ahora bien, hubo una excepción notable: la presencia del embajador mexicano en Estados Unidos, Esteban Moctezuma, quien realizó un viaje relámpago para “dar la cara” en este momento de tensión. Moctezuma, quien ha demostrado ser un servidor público con gran experiencia y tacto político, ofreció un discurso que abordó de manera magistral la relación entre México y Estados Unidos, subrayando la necesidad de equilibrar los principios nacionales con los intereses económicos y políticos compartidos.

Una de las ideas centrales del discurso de Moctezuma fue la distinción entre los principios que guían a una nación y los intereses que persigue en el ámbito internacional. Esta distinción, que puede parecer simple a primera vista, encierra una profunda complejidad que ha sido objeto de debate entre moralistas y realistas en la teoría de las relaciones internacionales. En términos generales, los moralistas argumentan que los principios morales deben guiar el comportamiento de una nación, mientras que los realistas sostienen que los intereses nacionales deben ser la prioridad. Sin embargo, Moctezuma mostró con gran claridad que esta dicotomía es engañosa y que, en realidad, los principios y los intereses de una nación están entrelazados de maneras que no siempre son evidentes.

La intervención de Moctezuma fue un recorrido histórico por la relación entre México y Estados Unidos, desde la Guerra de Intervención hasta el presente, y planteó la necesidad de trabajar juntos para construir un futuro compartido. Al abordar esta relación desde una perspectiva pragmática, el embajador hizo énfasis en la necesidad de balancear los principios de soberanía y no intervención, tan arraigados en la diplomacia mexicana, con los intereses económicos que obligan a ambos países a cooperar estrechamente. Fue una intervención que, sin caer en la retórica grandilocuente, ofreció una visión clara y realista de los desafíos y oportunidades que enfrenta la relación bilateral.

El discurso de Moctezuma también nos invita a reflexionar sobre cómo los intereses de una nación no pueden entenderse de manera aislada de los principios que guían su comportamiento en el escenario internacional. El interés nacional, lejos de ser un concepto puramente utilitario, está profundamente ligado a ideales reguladores, tanto morales como pragmáticos, que guían las acciones de una nación. La clave de este debate radica en cómo las naciones equilibran estos dos conjuntos de consideraciones, ya que sus decisiones pueden influir no sólo en el bienestar interno, sino también en el orden mundial.

Por un lado, los principios morales apelan a un sentido de justicia y equidad que trasciende las fronteras. Estos principios están orientados hacia la protección de los derechos humanos, la no intervención, y la cooperación global para el bienestar común. Por otro lado, los intereses nacionales se centran en el bienestar y la seguridad de una nación particular, priorizando sus necesidades económicas, políticas y de seguridad sobre las de otros países. Este enfoque es más realista en un mundo marcado por la competencia entre naciones, donde cada gobierno debe velar primero por su población, incluso a costa de entrar en conflicto con principios universales.

A menudo, estos dos conjuntos de valores se ven como opuestos irreconciliables. Los moralistas critican que el interés nacional sirva como una excusa para justificar acciones inmorales en la escena global, como guerras, intervenciones o políticas económicas explotadoras. Desde esta perspectiva, el enfoque en el interés propio a menudo sacrifica los derechos de los más vulnerables, erosionando los principios éticos en favor de la ganancia política o económica. Por su parte, los realistas en relaciones internacionales critican a los moralistas por su supuesta ingenuidad, argumentando que la política global no puede basarse únicamente en principios éticos elevados. El realismo político considera que las naciones deben aceptar la dura realidad de un sistema internacional anárquico, donde cada actor busca maximizar su propio beneficio, y las acciones moralmente correctas pueden llevar a una vulnerabilidad estratégica.

Sin embargo, como argumentó Moctezuma en su discurso, esta dicotomía entre moral y nacionalismo es demasiado simplista. Los intereses nacionales no pueden ser definidos de manera puramente pragmática o egoísta, ya que están intrínsecamente conectados con los principios morales que una nación adopta y promueve. Las decisiones que una nación toma en el ámbito internacional no solo están guiadas por la búsqueda del beneficio económico o la seguridad territorial, sino que también están moldeadas por ideales reguladores que reflejan su identidad, su historia y sus valores.

En muchos casos, las naciones actúan en función de una mezcla de intereses y principios, reconociendo que su propia supervivencia y prosperidad están ligadas al respeto de ciertos valores compartidos globalmente, como la paz, la cooperación, y la estabilidad. Un claro ejemplo de esta interacción entre intereses y principios es la relación entre México y Estados Unidos. Como mencionó Moctezuma, México ha defendido históricamente su principio de no intervención en los asuntos internos de otras naciones, mientras al mismo tiempo ha tenido que colaborar estrechamente con su vecino del norte por razones económicas y de seguridad. Este equilibrio entre principios y pragmatismo ha permitido que México mantenga su identidad soberana sin sacrificar los beneficios de una relación comercial y diplomática estrecha con Estados Unidos. La lección es clara: el interés nacional de México no puede entenderse sin tener en cuenta los principios éticos que guían su política exterior.

En resumen, la relación entre principios morales e intereses nacionales es más dialéctica que dicotómica. Si bien puede haber momentos en los que los principios y los intereses entren en conflicto, en la mayoría de los casos, las naciones buscan un equilibrio entre ambos. El reto está en encontrar el punto medio que permita a una nación actuar en su propio beneficio sin traicionar los valores que definen su lugar en el mundo.

A pesar de las tensiones actuales, el discurso de Moctezuma ofreció una luz de esperanza sobre el futuro de la relación entre México y Estados Unidos. Si bien es evidente que existen diferencias sustanciales en términos de política migratoria, seguridad y comercio, también es cierto que ambos países comparten intereses comunes que los obligan a trabajar juntos. La cooperación en áreas como el cambio climático, la seguridad regional y la economía digital son sólo algunos ejemplos de las oportunidades que ambos países tienen para fortalecer su relación en el futuro.