A tan sólo un mes de concluir su mandato, Andrés Manuel López Obrador ha adoptado una medida que ilustra la tensión entre la soberanía nacional y las presiones internacionales: la declaración de una “pausa” en las relaciones con el embajador de Estados Unidos, Ken Salazar, y con el embajador de Canadá, Graeme C. Clark. Esta decisión, motivada por las críticas de dichos diplomáticos hacia la reforma judicial promovida por su administración, pone de relieve el enfoque de AMLO hacia la soberanía y las relaciones exteriores en un periodo de profunda reflexión para México.
El presidente López Obrador ha subrayado que esta pausa no constituye un acto de enemistad, sino una afirmación de la autonomía nacional. Según AMLO, el respeto a la soberanía de México es innegociable y esencial para mantener relaciones bilaterales basadas en la reciprocidad y el respeto mutuo. Esta postura se alinea con su política de recuperación del control sobre áreas clave de la administración pública y los recursos nacionales, mientras enfrenta presiones externas.
La reciente decisión de AMLO recuerda un episodio similar en febrero de 2022, cuando el presidente también decretó una “pausa” en las relaciones con España debido a tensiones derivadas de la falta de respuesta a una carta solicitando disculpas públicas por los crímenes de la Conquista y por diferencias con empresas españolas. Este patrón de “pausas” en la diplomacia revela una estrategia coherente para afirmar la soberanía nacional en contextos de conflicto con intereses extranjeros.
El concepto de soberanía, en su acepción clásica, implica la capacidad de un Estado para ejercer autoridad y control total sobre su territorio sin interferencia externa. No obstante, en un mundo cada vez más interconectado, este concepto ha evolucionado. Las dinámicas de globalización, las organizaciones internacionales y los acuerdos multilaterales han añadido capas de complejidad al ejercicio de la soberanía.
Históricamente, los Estados han negociado y adaptado su soberanía en respuesta a cambios económicos, políticos y sociales globales. En la actualidad, la soberanía no se presenta como una característica absoluta, sino como una práctica que se negocia continuamente dentro de un sistema internacional interdependiente.
Desde el inicio de su presidencia, AMLO ha promovido una visión de soberanía que prioriza la recuperación del control nacional sobre recursos y políticas clave. Su administración ha estado marcada por una serie de iniciativas que reflejan este enfoque nacionalista. Un ejemplo destacado es la reforma energética, la cual busca reafirmar el control estatal sobre los recursos naturales de México. AMLO sostiene que esta reforma es fundamental para garantizar la soberanía energética del país, reduciendo la dependencia de inversiones extranjeras y recuperando la gestión de la industria petrolera y eléctrica.
Este enfoque ha suscitado controversia tanto a nivel nacional como internacional, dado que los críticos argumentan que la reforma podría limitar la inversión extranjera y afectar la competitividad del sector energético mexicano.
AMLO también ha aplicado su visión de soberanía en el ámbito de la política exterior. Su administración ha adoptado una postura independiente, procurando evitar intervenciones extranjeras y reforzar la autonomía de México en la toma de decisiones internacionales. Este enfoque ha sido evidente en la relación de México con países de América Latina y en la respuesta a la pandemia de Covid-19.
Por ejemplo, la postura de AMLO hacia Cuba y Venezuela ha sido una manifestación clara de su política exterior centrada en la soberanía. México ha mantenido una política de no intervención y diálogo, a pesar de las críticas y presiones provenientes de otros países, especialmente de Estados Unidos. En el contexto de la pandemia, la administración de AMLO ha intentado equilibrar la cooperación internacional con la protección de los intereses nacionales, enfrentando críticas tanto por su manejo interno como por su relación con organismos internacionales de salud.
El concepto de soberanía enfrenta desafíos significativos en un contexto globalizado. Las interdependencias económicas y políticas han complicado la aplicación del principio tradicional de soberanía. México, al igual que muchos otros países, se encuentra en una encrucijada entre la necesidad de preservar su autonomía y las realidades de un sistema internacional interconectado.
La relación de México con Estados Unidos, su principal socio comercial, ejemplifica cómo la soberanía puede ser puesta a prueba por la globalización. A pesar de los esfuerzos de AMLO por recuperar el control nacional sobre sectores clave, el país continúa dependiendo de acuerdos comerciales y de inversiones extranjeras.
Las tensiones en torno al T-MEC, el tratado de libre comercio con Estados Unidos y Canadá, han puesto de manifiesto las dificultades de equilibrar la soberanía nacional con las exigencias de los socios comerciales.
Otro aspecto crítico del ejercicio de la soberanía durante la presidencia de AMLO es la seguridad nacional. La creación de la Guardia Nacional, un cuerpo de seguridad federal, ha sido presentada como una medida para fortalecer la soberanía interna de México y combatir la violencia del crimen organizado. Esta política refleja la intención de AMLO de recuperar el control del Estado sobre la seguridad, un área históricamente fragmentada y disputada.
Sin embargo, la implementación de la Guardia Nacional ha sido objeto de críticas y cuestionamientos. Algunos sostienen que, aunque la Guardia Nacional podría ayudar a controlar la violencia, también podría resultar en un aumento de la militarización de la seguridad pública, lo que podría afectar negativamente los derechos humanos y las libertades civiles.
A medida que se aproxima el final de la presidencia de AMLO, es crucial reflexionar sobre el impacto de sus políticas en el concepto de soberanía. ¿Ha logrado AMLO fortalecer la soberanía de México, o ha enfrentado desafíos que han revelado las limitaciones de este enfoque en un mundo globalizado?
El legado de AMLO en términos de soberanía será evaluado no sólo por las políticas implementadas, sino también por la capacidad de su sucesor para manejar las tensiones entre soberanía y globalización.
Los desafíos futuros incluirán la necesidad de equilibrar la autonomía nacional con la cooperación internacional, así como abordar los problemas internos de seguridad y desarrollo económico.
En última instancia, la soberanía seguirá siendo un tema central en la política mexicana, especialmente en un contexto de cambios globales y presiones externas.
El próximo gobierno enfrentará la tarea de adaptar el concepto de soberanía a las realidades contemporáneas, buscando un equilibrio que permita a México mantener su independencia mientras navega por un entorno internacional cada vez más complejo.