Madame President

8 de Septiembre de 2024

Juan de Dios Vázquez
Juan de Dios Vázquez

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El panorama político mundial parece estar experimentando una transformación significativa con el ascenso de mujeres a posiciones de liderazgo. En México, Claudia Sheinbaum está a dos meses de ser la próxima presidenta, mientras que en Estados Unidos, la vicepresidenta Kamala Harris es mencionada como posible candidata presidencial del Partido Demócrata. Asimismo, historias inspiradoras de mujeres líderes en diversos países destacan por sus contribuciones significativas.

Saara Kuugongelwa, primera ministra de Namibia, fue exiliada de su país a los 13 años y obtuvo un doctorado en Economía. Su lucha contra la corrupción y su insistencia en políticas fiscales sólidas llevaron al primer superávit presupuestario en la historia de Namibia. La expresidenta de Nepal, Bidhya Devi Bhandari, ha subrayado la necesidad de la igualdad de género tras el devastador terremoto de 2015. En Bangladesh, la primera ministra Sheikh Hasina Wajed abrió las puertas de su país a los refugiados rohingya que huían del genocidio en Myanmar. Estos eventos sugieren una tendencia hacia la igualdad de género en los roles de liderazgo. Sin embargo, al examinar los datos reales, la situación es menos alentadora.

El liderazgo femenino no es sólo una cuestión de números; es una transformación profunda en la manera en que se toman decisiones y se gobierna. Un mundo gobernado por mujeres podría traer consigo un cambio radical en la forma en que abordamos problemas globales, desde la igualdad de género hasta la justicia social. La experiencia muestra que las mujeres líderes tienden a implementar políticas que benefician a una mayor parte de la población, priorizando el bienestar social y económico. La influencia positiva de las mujeres en posiciones de poder no sólo enriquece el debate político, sino que también redefine las prioridades y estrategias de las instituciones que dirigen. Sin embargo, para que esta transformación sea una realidad tangible, es fundamental ir más allá de los avances superficiales y abordar las barreras profundas que aún persisten en la equidad de género.

En el contexto global, las mujeres aún representan un porcentaje relativamente pequeño en los roles de liderazgo en los Estados Miembros de la ONU. De los 193 Estados Miembros, sólo dos de cada 10 de los primeros ministros y el 26% de los parlamentarios son mujeres. La participación y el liderazgo igualitario de las mujeres en la vida política y pública son esenciales para alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible para 2030. A partir del 1 de junio de 2024, solo 27 países tienen a 28 mujeres como Jefas de Estado y/o de Gobierno. Al ritmo actual, no se alcanzará la igualdad de género en las posiciones más altas de poder durante los próximos 130 años.

Según datos de ONU Mujeres, las mujeres representan el 23.3% de los miembros del gabinete que dirigen ministerios a partir del 1 de enero de 2024, y solo 15 países tienen la mitad o más de mujeres en estos roles. Las carteras más comúnmente ocupadas por ministras son las de Mujer e Igualdad de género, seguido por Asuntos de familia y niñez; Inclusión y desarrollo social; Protección y seguridad social, y Asuntos indígenas y de minorías. Estos roles, aunque importantes, reflejan una tendencia a asignar a las mujeres posiciones tradicionalmente vinculadas a la esfera doméstica y social, mientras que los ministerios de mayor influencia política y económica siguen dominados por hombres.

En la región de América Latina y el Caribe las mujeres ocupan apenas el 36% de los escaños parlamentarios, mientras que en Europa y América del Norte, el 33%. En el África subsahariana, el 27%, seguido por Asia Oriental y Sudoriental con el 23%; Oceanía con el 20%, y Asia Central y Meridional, África del Norte y Asia Occidental, con un 18 por ciento. Estas cifras muestran que, aunque hay progreso, las disparidades regionales siguen siendo significativas.

Bajo estas líneas, aunque en nuestro país ha habido un progreso notable en esta materia, la participación de mujeres en la administración pública federal se concentra aún en los puestos de menor rango. Es decir, la participación de las mujeres se reduce conforme aumenta el nivel jerárquico, según un análisis del Instituto Mexicano para la Competitividad (Imco). La proporción de mujeres en puestos de mando superior, como subsecretarías de Estado, jefaturas de unidad y direcciones generales, es de un tercio. Sin embargo, en los puestos de enlace en el nivel de menor jerarquía, la proporción alcanza casi el 50%. El análisis del Imco también destaca que la representación de mujeres en las secretarías federales no ha cambiado significativamente en los últimos tres años, y que México es el tercer país de América Latina con menor presencia femenina en los puestos de mayor nivel jerárquico en el sector público, tan sólo detrás de Guatemala y Brasil.

Existe evidencia creciente de que el liderazgo político de las mujeres mejora los procesos de toma de decisiones. Por ejemplo, investigaciones sobre panchayats (consejos locales) en India descubrieron que el número de proyectos de agua potable en áreas con consejos dirigidos por mujeres era un 62% más alto que en aquellos con hombres al mando. En Noruega se encontró una relación causal directa entre la presencia de mujeres en los consejos municipales y la cobertura de cuidado infantil. Las mujeres demuestran liderazgo político trabajando a través de líneas partidarias a través de caucus parlamentarios femeninos, incluso en los entornos políticamente más combativos y defendiendo cuestiones de igualdad de género, como la eliminación de la violencia de género, el permiso parental y el cuidado infantil, las pensiones, las leyes de igualdad de género y la reforma electoral.

Para fomentar la igualdad de género en el liderazgo político, resulta esencial implementar cuotas de género que aseguren la representación mínima de mujeres en todas las posiciones de liderazgo político y gubernamental. Asimismo, desarrollar programas de mentoría y capacitación específicos puede proporcionar a las mujeres las habilidades y la confianza necesarias para competir en igualdad de condiciones con sus contrapartes masculinas. Promover políticas de conciliación trabajo-familia, como permisos parentales equitativos y servicios de cuidado infantil accesibles, también es crucial para facilitar la participación de las mujeres en roles de liderazgo.

En suma, aunque los logros más recientes de mujeres líderes como Claudia Sheinbaum, Saara Kuugongelwa y Bidhya Devi Bhandari son pasos importantes hacia la igualdad, los datos muestran que la paridad de género en la política todavía es un objetivo distante. Es vital seguir promoviendo políticas que apoyen la participación equitativa de las mujeres en todos los niveles de gobierno y tomar medidas concretas para cerrar la brecha de género en la política. Sólo así podremos lograr una representación verdaderamente equitativa y efectiva en nuestras sociedades.