La elección del 2 de junio se perfila como la menos vigilada por extranjeros desde que México validó la observación internacional hace tres décadas. El número de misiones de observadores internacionales y de “visitantes extranjeros” acreditados es significativamente más reducido, pese a ser la elección más importante de la historia de México. Esto se debe principalmente al severo recorte en la partida presupuestal del Instituto Nacional Electoral (INE) para financiar la observación internacional, pero también a la violencia en partes del país.
“Hubiera sido importante tener mayor presencia. Un principio de la observación electoral es, entre más presencia y más cobertura tiene a nivel territorial, mejor. Es una pieza fundamental de la integridad electoral y para legitimar un proceso”, me dijo Máximo Zaldívar, director para América Latina de la Fundación Internacional de Sistemas Electorales (IFES). En los países que no la permiten, como Venezuela, donde todos los espacios de observación están cerrados, “se deslegitima el proceso y se pone en tela de duda lo que se pueda esperar del resultado”, señaló el experto electoral, quien viajará a México con la misión de la IFES.
Hasta finales de abril, el INE había enviado 27 invitaciones a igual número de organismos internacionales, de los cuales sólo 12 habían confirmado su participación, siendo el más importante el equipo de observación de la Organización de los Estados Americanos (OEA), que presidirá el excanciller chileno Heraldo Muñoz. Integrada por 100 personas de diversas nacionalidades, la Misión de la OEA se desplazará en los 32 estados de la República Mexicana. Además, habrá un observador de la OEA en los consulados mexicanos en Madrid, Montreal, Dallas, Los Ángeles y Washington, D.C. para observar el voto de los connacionales. En Nueva York y Chicago no habrá, por falta de recursos. La OEA dijo que espera que la jornada se desarrolle libre de violencia y en un clima de convivencia democrática.
Otras organizaciones que aceptaron la invitación del INE son la Cámara de Comercio de Estados Unidos, el Instituto Internacional para la Democracia y la Asistencia Electoral (IDEA Internacional), la Confederación Parlamentaria de las Américas, la Conferencia Permanente de Partidos Políticos de América Latina y el Caribe (COPPPAL), el Consejo de Expertos Electorales de Latinoamérica, el Comité Ecuatoriano de Derechos Humanos y Sindicales y la Unión Interamericana de Organismos Electorales. La Unión Europea enviará un equipo técnico. El Instituto Nacional Demócrata, el Instituto Republicano Internacional, el Centro Carter y el Parlamento Europeo declinaron participar, a pesar de ser pioneros de la observación en México.
El resultado de la convocatoria para “visitantes extranjeros” —la observación electoral como tal no está normada— también arroja una drástica caída. Representa apenas 45% de los que hubo en el mismo período hace seis años, o sea 410 contra 907, de acuerdo con el corte al 26 de abril del INE, el último disponible. El número puede aumentar cuando se cierre la convocatoria. Con 32 observadores de la Embajada de Estados Unidos, 17 de sus consulados en Monterrey y Guadalajara, y tres del Departamento de Estado, el estadounidense es el grupo que alberga el mayor número de diplomáticos registrados. Las embajadas de Canadá, Francia, Reino Unido, España, Italia, Japón, Noruega, Nueva Zelanda y Rusia, también tendrán observadores diplomáticos. Los extranjeros registrados provienen de 45 países, siendo los más numerosos Haití, con 74, Estados Unidos, con 72, y Argentina, con 36. Muchos están afiliados a centros académicos y universidades como el Centro Woodrow Wilson, el Atlantic Council, la Fundación Konrad Adenauer, y las universidades Americana, Complutense y Siena.
La negativa de Claudia Sheinbaum a responder si respetará el resultado de la elección, cualquiera que fuera, aunada a su rara advertencia de presunto fraude, son focos ámbar que pueden complicar el entorno electoral en caso de un resultado cerrado que favorezca a Xóchitl Gálvez. El uso como estrategia política de la acusación de fraude electoral, con críticas anticipadas y sin pruebas, y la no aceptación de los resultados electorales, igualmente sin contar con pruebas, es un desafío que tendrá que enfrentar el INE bajo la mirada de una observación internacional mermada.