La ridícula “pausa”

22 de Noviembre de 2024

Dolia Estévez
Dolia Estévez

La ridícula “pausa”

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Pocas cosas son más mediáticas que un pleito con el embajador estadounidense. La crítica de Ken Salazar de que la elección de jueces es un riesgo para la democracia, la autonomía del Poder Judicial y la relación con Estados Unidos y Canadá disparó la ira del Presidente.

Tras acusarlo de injerencista, Andrés Manuel López Obrador le recordó que México no es colonia de nadie sino un país libre y soberano para hacer lo que le venga en gana sin que ningún tratado, ley o convención internacionales se lo impidan.

AMLO anunció una “pausa” en su relación personal con Salazar y Graeme Clark, embajador canadiense, quien también criticó la reforma al poder judicial, último contrapeso que queda.

Lejos de recular, Washington endureció su posición. “Compartimos las preocupaciones del Embajador Salazar sobre las reformas constitucionales propuestas y hemos transmitido ese mensaje a nuestros socios mexicanos”, me dijo un portavoz del Departamento de Estado.

No respondió directamente mi pregunta sobre la “pausa”, remitiéndome a la nota diplomática del 23 de agosto en la que Estados Unidos reitera el máximo respeto a la soberanía de México y el compromiso de trabajar en pie de igualdad.

La declaración de Salazar, la más dura desde que llegó hace tres años, no fue a motu proprio. Se la impusieron de Washington y fue precipitada por su atropellado respaldo a la elección de jueces en una rueda de prensa el 16 de agosto que sorprendió al Departamento de Estado. Si bien no era la primera vez que el diplomático del sombrero se saltaba las trancas, sí la peor recibida por un Washington que, hasta ese momento, venía capoteando criticas de hacerse la vista gorda ante la erosión democrática mexicana para no arriesgar la colaboración migratoria con el gobierno de AMLO.

Recibió órdenes de rectificar de inmediato mediante una declaración escrita y una rueda de prensa en la residencia oficial que convocó a última hora vía la red social X, el pasado 22 de agosto. Se le olvidó que el papel del embajador es implementar las políticas del presidente al que sirve, no diseñarlas.

No deja de ser trágico que Salazar, el embajador más complaciente en 200 años de relaciones, criticado en los pasillos del poder en Washington por aliarse a AMLO en disputas internas con la oposición, haya detonado el pleito.

Dudo que él o el Departamento de Estado se disculpen como pide AMLO. Si no lo hicieron en ocasiones previas, menos ahora que ya se va. El fin del romance no contaminó el trato cotidiano que, según Alicia Bárcena, sigue “fluido y normal”.

Si México acepta negociar, firmar y ratificar de manera soberana un tratado comercial con sus vecinos de Norteamérica, éstos tienen derecho a comentar y opinar cuando acciones de uno de los tres amenazan el cumplimiento de las reglas que de él emanan. En ese sentido, el T-MEC que AMLO firmó voluntariamente con Trump, implica cierta cesión de soberanía en tanto que, como señala Jorge G. Castañeda, la constitución ubica a los tratados al mismo nivel que las leyes mexicanas. Pero el simplismo, el sofismo, las verdades a medias y las mentiras le impiden entender.

México es el principal socio comercial de Estados Unidos. No es realista esperar que su gobiernos y actores económicos y financieros no respinguen. Están en su derecho. Como dijo el analista Tony Payan, “Si a López Obrador no le gustan las críticas a su reforma judicial de Estados Unidos y Canadá, sugiero les avise que dejará vencer el T-MEC en 2026”, porque, elaboró JP Spinetto, columnista de Bloomberg México, “no puede ser al mismo tiempo parte integral del bloque comercial de Norteamérica y un alcázar nacionalista donde el Estado de derecho depende del alineamiento político que uno tenga”.

Si bien el embajador siempre ha sido un personaje polémico, poco querido y el blanco más directo para desahogar frustraciones largamente acumuladas, castigar a Salazar por verter sus opiniones es infantilismo puro. No sólo eso. AMLO se equivoca de blanco. La principal amenaza a la soberanía y a la integración territorial no viene de Estados Unidos o de Canadá sino del narcotráfico que gobierna en más de un tercio del país, y de la creciente presencia de espías rusos que usan a México de centro de operaciones hemisféricas.