La moneda en el aire

6 de Septiembre de 2024

Dolia Estévez
Dolia Estévez

La moneda en el aire

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“No sé, ni tú tampoco sabes”, respondió el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, cuando Lester Holt, entrevistador de la cadena televisiva NBC, le preguntó si el atentado contra la vida de Donald Trump iba a cambiar la trayectoria de la contienda. En efecto, nadie sabe. Quien diga lo contrario, peca de prepotencia o está mintiendo. Aunque el ataque y el espectáculo de la convención republicana que ungió a Trump como candidato la semana pasada monopolizaron los reflectores, los ciclos políticos y mediáticos son un constante vaivén.

La realidad que hoy consumimos, al margen de las dos o más percepciones que hay de ésta, no será la misma para cuando los votantes acudan a las urnas el 5 de noviembre.

Para bien o para mal, el periodo de atención del ciudadano promedio es corto. Difícilmente se acordarán de la narrativa que hoy domina en el sistema informativo. La mayoría no piensa en las elecciones hasta pasado el verano. Si el atentado hubiera sucedido en octubre, es probable que impactase la elección. Cuando ocurrió el caótico retiro de tropas estadounidenses de Afganistán en 2021, recuerdo que medios y analistas dieron por muerto políticamente a Biden. Hoy pocos se acuerdan del desastroso evento. Es falso que el triunfo de Trump sea inevitable, como afirma el coro de opinadores mexicanos de pacotilla.

A menos de cuatro meses de los comicios, ni siquiera sabemos si Biden será el candidato. En un voto de no confianza de la cúpula demócrata, Nancy Pelosi, Chuck Schumer, Hakeem Jeffries y hasta Barack Obama creen que Biden debe reconsiderar si sigue en la contienda porque su camino hacia la victoria se ha reducido, según sondeos que le han mostrado. Temen que arrastre a los candidatos demócratas para el Congreso. Es difícil que pueda capotear la creciente presión.

La vicepresidenta Kamala Harris es vista como la más probable sustituta. Biden, sin embargo, reiteró el viernes que no se va. Para él, la moneda está en el aire. Paradójicamente, ni el desastroso debate con Trump ni el atentado tuvieron el efecto de hundir a Biden en las encuestas nacionales. Los porcentajes son casi los mismos. Sin embargo, en casi todos los estados disputados, Trump aventaja a Biden. Debido al anacrónico sistema de elección mediante el Colegio Electoral, el voto de la masa de ciudadanos no elige al presidente, sino los electores indecisos en siete estados que son el fiel de la balanza, como Michigan, Pensilvania y Wisconsin.

El discurso con el que Trump aceptó la nominación presidencial en la última noche de la convención republicana es buena noticia para los demócratas. Tras afirmar que gobernará para todos, no sólo para su secta MAGA, Trump repartió insultos y agotó su repertorio de mentiras. Durante 93 minutos, el público vio al Trump polarizante y violento de siempre. Al Trump vengativo y lleno de odio que instigó el levantamiento armado contra el Capitolio; que se burló y llamó montaje el ataque al esposo de Pelosi; que tildó a los mexicanos de “violadores y narcos”; que prometió las deportaciones de “ilegales” más grandes de la historia; que mintió que los países están vaciando cárceles y manicomios para “invadir” a Estados Unidos; que aplaudió la prohibición nacional del derecho de la mujer a decidir sobre su cuerpo; que amenazó que si pierde será por fraude y que repitió la gran mentira de que le robaron la elección en 2020. El atentado no lo cambió. Su arenga, que puso a dormir, fue un recordatorio de por qué es un peligro para Estados Unidos y el mundo, y por qué tanta gente fuera de su entorno lo detesta.

Trump es derrotable. Su base MAGA tiene techo, con pocas posibilidades de crecer. Los demócratas registrados y un creciente número de republicanos anti-Trump, van a votar por Biden o quien lo reemplace y es de esperar que lo hagan masivamente. La gran pelea es por los indecisos. Para ganar se necesita un mínimo de 270 votos en el Colegio Electoral, más de la mitad.

En los meses que restan, ese reducido grupo de ciudadanos deberá decidir entre un hombre decente, pero viejo y frágil, o un ególatra viejo aspirante a dictador sin redención. Ambos se esforzarán en ganarse a ese mini universo de oscilantes que tiene en sus manos la clave del futuro de Estados Unidos y, consecuentemente, del mundo Occidental.