No hay embajada más agresiva en diseminar la propaganda antioccidental del Kremlin en el continente hispanoparlante que la ubicada en el amurallado palacete de Tacubaya. El “poderío militar” estadounidense, la “agresión de la OTAN”, la “desnazificación” de Ucrania, la “rusofobia”, el “neocolonialismo” y un “mundo multipolar” fueron temas machacados 85 veces por la Embajada de Rusia en México entre enero y octubre de 2023, muy por encima de sus pares regionales, según el último informe del Laboratorio de Investigación Digital Forense del Atlantic Council, que analiza la filtración de la diplomacia rusa en los ecosistemas informativos de Argentina, Colombia, Venezuela, Chile, Ecuador, Bolivia, Cuba y Nicaragua, además de México.
En esta estrategia propagandística, que usa contenidos hechos a la medida de las audiencias para despertar mayor interés, los embajadores se han vuelto “voceros autorizados” en medios y redes, señala el estudio.
En menos de un año en México, el embajador Nikolay Sofinskiy ha dado entrevistas exclusivas a El Heraldo y El Economista, youtuberos, influencers, Canal 6 TV y la cadena estatal rusa RT, que han sido reproducidas en otras plataformas, así como publicado de manera regular artículos de opinión en La Jornada, diario abiertamente favorable a Rusia.
Muestra del acceso del que gozan los enviados del Kremlin es la cooptación del llamado “Club de Periodistas de México” que anualmente premia a propagandistas y conspiranoicos rusófonos en actos en los que el ruso es el único embajador presente. Sofinskiy asistió por primera vez en 2023.
El gobierno de López Obrador no sólo ha permitido la amplificación del discurso ruso, sino que lo ha adoptado. Incapaz de diferenciar entre invasor e invadido, victimario y víctima, AMLO denuncia la ayuda a Ucrania, tilda de “inmoral” a la OTAN y repite la falacia de que Biden ordenó la explosión de un gaseoducto ruso.
Mientras que acusa a Estados Unidos de “doble moral” y culpa a los padres de familia estadounidenses por la drogadicción, nada dice de la persecución y tortura de disidentes y de personas gay, de la clasificación del movimiento LGBTQ+ como “organización extremista”, del encarcelamiento de periodistas incómodos y de la despenalización de la violencia de género bajo la dictadura de Vladimir Putin.
Pocos son los gobiernos que usan sus embajadas como megáfonos para propagar desinformación. Y es que, a diferencia de Estados Unidos, que selecciona a sus embajadores priorizando a políticos cercanos al presidente sobre miembros del servicio exterior de carrera, los de Rusia forman parte de una élite de hábiles diplomáticos entrenados en la manipulación de audiencias, con dominio del español o portugués, y conocedores de las idiosincrasias nacionales, que son rotados entre países.
Sofinskiy ha sido embajador en Perú y Uruguay; Viktor Koronelli, su antecesor, en Argentina y ahora en Cuba. Hombre para temer en las operaciones de las embajadas es Nikolai Patrushev, poderoso secretario del Consejo de Seguridad de Putin y exdirector de la FSB, antes KGB, identificado por los servicios de inteligencia occidentales como el primero en autorizar el monstruoso asesinato por envenenamiento radioactivo de Alexander Litvinenko en Londres.
Para Patrushev, México es un objetivo especialmente valioso por su cercanía a Estados Unidos. “Tarde o temprano” México recuperará las tierras que perdió, dijo en un provocador intento de hacer de nuestro país la Ucrania de Estados Unidos.
Putin quiere venir a México “después de las elecciones”, según Sofinskiy. Su última visita fue en 2012. Mientras eso ocurre, si ocurre, el embajador abona el terreno: Rusia “adora” a López Obrador por su posición “balanceada y razonable”; los votos de condena en la ONU contra la invasión son de forma no de fondo; Estados Unidos quiere “resucitar la Doctrina Monroe” (música para los oídos de AMLO); nosotros crear un “orden multipolar sin presiones de Washington”.
Conversación de fácil digestión en un país que carga con un lastre de resentimientos hacia el vecino del Norte, con segmentos del gobierno y de la población proclives a creer lo que mejor engrane en su ideología antioccidental.