Era un 25 de junio cuando Ms. B fue a uno de esos desayunos con varias activistas, esas que llaman locas por querer ayudar a otras hermanas que viven o han vivido diferentes tipos de violencia; notó en especial una que irradiaba belleza, fortaleza y valores, una de ésas que llaman indomables por ser fuertes, valientes e independientes, con ganas de vivir y hacer proyectos que cambien al mundo.
Se acercó y platicó con ella acerca de su movimiento, platicaron cerca de 15 minutos, no esperaba saber su historia tan dura y profunda, tenía un pequeño por el que luchaba a diario, ella es una sobreviviente de todos los tipos de violencia que se podrían imaginar; su expareja la había maltratado y la seguía maltratando a pesar de haberse separado e incluso había estado tras las rejas por una injusticia de la cual su ex pareja había pagado 30,000 pesos a un juez para que soltaran una orden de aprehensión en su contra y poderle quitar a su hijo; gracias a sus contactos y que ya estaba informada acerca de cómo defenderse, no le pudieron hacer nada en contra.
En el jardín de la vida, las mujeres son flores de una belleza y fragilidad incomparables. Cada una de ellas, con sus pétalos únicos y colores vibrantes, añade un toque especial al tapiz de la existencia. Sin embargo, hay tormentas que amenazan con marchitar su esplendor antes de tiempo. Estas tormentas son la violencia y el abuso que muchas mujeres sufren a manos de sus ex parejas.
Imagina un rosal majestuoso, cuyas flores han florecido con esmero y amor. Pero una tormenta furiosa se avecina, arrancando sus pétalos uno por uno. Esta tormenta no se detiene con el primer embate, sino que regresa una y otra vez, dejando al rosal despojado, herido y vulnerable. Así es la vida de muchas mujeres que han sido víctimas de la violencia.
Cada golpe es como un viento huracanado que intenta quebrar el tallo de la flor, y cada palabra hiriente es como una lluvia ácida que quema sus pétalos. La tormenta pretende apagar su luz y arrancar su esencia, haciéndolas sentir diminutas y sin valor. Sin embargo, al igual que el rosal, las mujeres tienen una resiliencia interna que desafía toda lógica.
En el fondo de su ser, la semilla de la esperanza y la fortaleza sigue viva, esperando el momento adecuado para germinar. Con cada nuevo amanecer, a pesar del dolor y las cicatrices, encuentran la fuerza para resistir, para mantenerse erguidas y buscar la luz del sol. Buscan refugio en el apoyo de otros jardines, en los amigos, la familia y las comunidades que las rodean y protegen.
Ms. B salió cerca de las 12 pm analizando cada uno de los diferentes tipos de violencia que hay y que hay mucho por hacer como sociedad y gobierno por defender a esos seres indefensos por falta de valores y una sociedad machista en la que se vive y no solo en nuestro país sino en el mundo, pensó que es fundamental que como sociedad actuemos atentos, ofreciendo apoyo, comprensión y recursos para que estas flores pueden sanar y volver a florecer. Debemos asegurarnos de que las tormentas de violencia no tengan cabida en nuestros jardines, cultivando un entorno de respeto y amor donde cada flor pueda crecer libremente, sin miedo a ser arrancada por la fuerza.
Las mujeres que han sufrido violencia a manos de sus ex parejas son como flores que, a pesar de las tormentas, siguen luchando por su derecho a brillar. Son un testimonio viviente de la resistencia y la belleza que puede surgir incluso en las circunstancias más adversas. Es nuestro deber como sociedad nutrir y proteger ese espíritu indomable, asegurando que ningún viento huracanado pueda jamás apagar su luz.