La sobrerrepresentación de Morena en el Congreso, que consiste en obtener más escaños de los que corresponden a sus votos en proporción al impacto de una coalición—transformando el 53% en el 75% de los asientos parlamentarios—, se ha convertido en un tema clave en el debate político de México y en una preocupación real y sensata sobre la equidad y la representatividad en el sistema democrático constitucional vigente. Esta situación permanecerá hasta que se resuelva este atropello aritmético.
La discusión, ya decidida en favor del régimen y sus satélites beneficiados, gira en torno a la disparidad entre el porcentaje de votos que un partido obtiene en las elecciones y el número de escaños que ocupa, excediendo los límites establecidos por la ley electoral, debido a una confusión o mala redacción del constituyente, donde se confunden las cajas de manzanas con las manzanas.
Desde las elecciones de 2018, se ha acusado a Morena de aprovechar vacíos legales y de establecer coaliciones estratégicas con partidos menores como el Partido del Trabajo (PT) y el Partido Verde Ecologista de México (PVEM) para obtener una representación mayoritaria en la Cámara de Diputados y el Senado, superando el límite adicional del 8% permitido por la legislación. Aunque legal, esta práctica ha generado críticas porque distorsiona la voluntad electoral y pervierte la pluralidad en el Congreso.
El caso de Morena destaca por la magnitud de su impacto. La sobrerrepresentación ha permitido al partido gobernante impulsar reformas constitucionales y leyes sin la necesidad de un consenso amplio. Ejemplos de ello son las reformas a la Ley de la Industria Eléctrica, impugnada por su desaseo en la SCJN, y los intentos de modificar la Ley Electoral, decisiones que han polarizado aún más la política nacional. La capacidad de Morena para operar sin contrapesos en el Congreso presenta evidencia clara sobre el debilitamiento de los principios democráticos—la inclusión, voz y opinión de las minorías—, y una mayor concentración del poder hasta llegar a una sola voluntad.
La sobrerrepresentación no es un problema nuevo en la política mexicana, pero lo que la hace particularmente preocupante en el caso actual es la escala y las consecuencias de una mayoría sin límites. Un Congreso dominado por un solo partido anula el diálogo y niega la negociación, pilares fundamentales en una democracia sana. Además, la falta de equilibrios de poder lleva al autoritarismo. Inevitablemente, como diría Pero Grullo: para ir hacia la dictadura hay que ser autoritario de principio a fin.
Las advertencias sobre la sobrerrepresentación de Morena han alimentado, por otra parte y en un capítulo complementario, un debate sobre la necesidad de una reforma electoral que garantice una representación justa y equitativa. Entre las propuestas más discutidas están la reducción del número de legisladores plurinominales y la revisión de las reglas para la formación de coaliciones electorales. Estas reformas buscan evitar que se repitan escenarios en los que un partido, aunque no cuente con el apoyo mayoritario de los votantes, pueda dominar la agenda legislativa.
Sin embargo, avanzar en una reforma de este tipo no será sencillo. Requiere de un amplio consenso político cuyo alcance está alejado de los intereses y procedimientos de Morena, la fuerza dominante. Es crucial que la reforma electoral sea un proceso inclusivo, que tome en cuenta las lecciones del pasado y que esté orientado a fortalecer la representatividad y la pluralidad en el Congreso, pero no ocurrirá ni en esta ni en la ya cercana legislatura por venir, lo cual, a la larga, puede generar un clima de inestabilidad política y social en el que las decisiones impuestas en lugar de consensuadas lastimen la legitimidad de un gobierno con respaldo electoral suficiente, pero no eterno.
En conclusión, la sobrerrepresentación de Morena en el Congreso no solo es un desafío legal, sino un problema que pone a prueba la calidad de la democracia mexicana. Es un recordatorio de las tensiones inherentes en el sistema político y de la necesidad de una revisión y actualización de las reglas para asegurar que el Congreso siga siendo un espacio de representación auténtica y plural. Si no se aborda, la sobrerrepresentación podría debilitar las bases de la democracia y obstaculizar el desarrollo de un futuro político más justo y equitativo en México.