Vivir con alergia al gluten

21 de Octubre de 2024

Vivir con alergia al gluten

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Hace casi dos años, una reacción a los mariscos llevó a Ahkin Mendoza, de 38 años, al hospital; en su recuperación descubrió su intolerancia al gluten, a lo cual ha tenido que adaptarse, incluso evitando usar el microondas

Llevar mi propio vaso y cubiertos a las fiestas, evitar usar el microondas en la oficina y abstenerme de pedir comida en lugares públicos son algunos de los hábitos que he tenido que adoptar en mi vida diaria desde que me diagnosticaron alergia al gluten.

Este es el testimonio de Ahkin Mendoza, radicado en el Estado de México, y paciente con intolerancia al gluten.

Honestamente, la he sufrido un poco, ¡porque antes era muy panero! Comía hasta dos panes al día. Pero la alergia al gluten me ha obligado a cambiar: he tenido que renunciar al pan, los dulces y la cerveza, y tomar medidas para evitar que cualquier partícula de gluten llegue a mi organismo.

Aunque siempre trato de cocinar en casa, cuando voy a un restaurante sólo puedo pedir pechuga de pollo o carne asada. La alergia al gluten ha reducido mi menú en un 60%. Y si me llevo lunch a la oficina, no puedo usar el microondas, porque si alguien usó antes el aparato para calentar alimentos con gluten, podría tener una reacción. Tengo que ser cuidadoso hasta ese extremo.

Soy esa persona que examina minuciosamente las etiquetas de los productos “gluten free”. Debo verificar que sean productos 100% libres de gluten, porque ya me ha pasado que algunas marcas no cumplen y mi estómago lo detecta al instante.

Mi dieta actual se centra en muchas verduras, pollo y carne. Trato de comprar todo lo más fresco posible. No consumo bebidas azucaradas y, aunque parezca increíble, la opción más “saludable” en mi caso es la Coca-Cola, porque el resto casi siempre contiene alguna cantidad de gluten. También he sustituido los dulces por semillas como cacahuates, nueces, almendras y arándanos.

La alergia al gluten es sólo una de las muchas que tengo. Las más graves son a los mariscos y a ciertos medicamentos, que me han causado desde problemas cutáneos hasta choques anafilácticos (reacciones graves de riesgo mortal). Y fue precisamente una reacción grave a los mariscos lo que reveló el impacto que el gluten puede tener en mi organismo.

Una proteína de cuidado Lista 412.jpg

En diciembre de 2022, mientras estaba en Sinaloa con amigos, uno de ellos pidió un platillo con mariscos. Yo sabía de mi alergia y no consumí lo mismo que él, pero creemos que sólo compartir el salero o las servilletas fue suficiente para desencadenar mi alergia. Tuvieron que llamar a emergencias y me ingresaron al hospital con código rojo.

A partir de entonces comencé a darle un seguimiento más riguroso a mi alergia, porque ya empezó a desencadenarse con mayor facilidad. No sólo tenía que evitar comer mariscos, sino que también debía evitar tocar cualquier cosa que hubiera estado en contacto con ellos, para prevenir una reacción potencialmente mortal.

Acudí con un especialista y me realizaron pruebas de los reactivos. Fue entonces cuando descubrí que también tengo una alergia intestinal al trigo, que tiene una carga importante de gluten. Hasta ese momento, no sabía que el trigo podía causarme alergia.

Después de las pruebas, el médico me preguntó: “¿Has notado que cuando comes pan o cosas con trigo, cebada o gluten siempre traes el estómago muy inflamado, o que incluso eso genera que vayas muchas veces al baño?” Hice todas las conexiones y mi respuesta fue clara: sí.

El médico me explicó que el trigo y el gluten aceleran mis otras reacciones alérgicas. Aunque consumir trigo puede causar sólo inflamación estomacal o diarrea, el gluten actúa como un potenciador de las alergias activas en mi organismo, como el caso de los mariscos. ¡Por eso tuve el choque anafiláctico en Sinaloa! Desde entonces, me prohibieron comer cualquier alimento que contenga trigo o gluten.

Ahora recuerdo que dos años antes de las pruebas, noté que al consumir cerveza o pan de caja comercial –no el que venden en las panaderías– experimentaba muchas flatulencias. Por iniciativa propia y de manera empírica, comencé a reducir el consumo de estos alimentos. Pero ya con el diagnóstico, lo tomé con mayor seriedad y decidí cambiar por completo mis hábitos alimenticios.

Muchas personas que son sensibles al gluten creen que con dejar la cerveza y el pan están protegiendo su organismo, pero al revisar detenidamente tus opciones, te das cuenta de que casi todo lo que consumes a diario contiene gluten.

Quienes ya saben de esta alergia a veces intentan ayudar con recomendaciones, como decir: “Fíjate que vi un pan que dice que no tiene trigo”. Sin embargo, al leer los ingredientes, te das cuenta de que, aunque no está hecho de trigo, sí contiene gluten en alguno de sus componentes.

Incluso si vas a un restaurante donde sabes que la mayoría de los alimentos son cocinados con trigo o gluten –como salsas, aderezos o empanizado–, no puedes consumir alimentos que supuestamente son libres de gluten, ya que la cocina y sus utensilios han estado en contacto con esa proteína. Es decir, hay contaminación cruzada y puede ser tan riesgosa como ingerir gluten directamente.

Tampoco puedo consumir cerveza, whisky ni ginebra, porque son alcoholes que tienen una base de trigo.

La alergia complica comer en lugares públicos y, hasta cierto punto, la forma en que nos relacionamos con otras personas a través de la comida, pero, para mi fortuna, tengo familiares y amigos empáticos que se adaptan a mis necesidades. Al final del día, sólo queda acostumbrarse a nuevos hábitos.