“AnyWeather lamenta informarle que su solicitud por nuestras Lluvias de Primavera está en conflicto con una solicitud previa de ‘Mueller, Tom’ que tiene prioridad sobre la suya. Nos disculpamos por cualquier inconveniente. Hacemos notar que se le ha hecho un reembolso completo. Para cualquier pregunta, haga clic aquí”.
La empresa AnyWeather (CualquierClima) es, por supuesto, ficticia, y forma parte de una de las 10 narrativas que se generaron en una investigación para explorar cómo se pueden comunicar al público las diferentes tendencias para el manejo de la crisis de agua en el futuro.
Esta iniciativa, generada por el experto en clima y cambio social Patrick Keys de la Universidad Estatal de Colorado, es sólo uno de los muchos esfuerzos que científicos, comunicadores, activistas y algunos políticos han hecho para enfrentar al cambio climático, la mayor amenaza que enfrenta la humanidad actualmente.
Sin embargo, aunque tienen una buena intención, estos esfuerzos por concientizar al público sobre la importancia de cuidar el clima carecen, en general, de bases suficientes para poder anticipar su eficacia no sólo en alcanzar a la gente, sino en involucrarla y llamarla a la acción.
Un estudio efectuado en 63 países (incluido México) encontró de manera empírica cómo es que se deben comunicar los mensajes climáticos para llevar a la gente, desde compartirlos hasta tomar acciones.
Desafortunadamente el estudio encuentra que la realidad y los seres humanos somos más complejos de lo que nos conviene.
Compartir, sí, pero... ¿esforzarnos?
Es un hecho comprobado que los mensajes pesimistas que inducen a emociones negativas, como el miedo y el enojo, “funcionan” en las comunicaciones y se utilizan con frecuencia en los mensajes sobre temas climáticos; sin embargo, su forma de funcionamiento no es necesariamente la que se requiere para estimular comportamientos de mitigación del clima.
La investigación realizada por un equipo de más de 250 especialistas de diversos países e instituciones encontró que de manera general, en los 63 países estudiados, efectivamente “los mensajes de emociones negativas fueron muy efectivos para estimular las intenciones de compartir información climática”, se lee en el reporte publicado en la revista Science.
Sin embargo, se comprobó de forma empírica que esos mismos mensajes pueden deprimir y desmoralizar al público hasta llevarlo a la inacción. Así, aunque se compartan más los mensajes, un comportamiento que implica un esfuerzo relativamente bajo, también “disminuyeron los esfuerzos de plantación de árboles” o sus sustitutos, como hacer donaciones para que una ONG lo haga.
De hecho, para tomar acción, “ninguna intervención fue mejor que la condición de control”, es decir, la no intervención, e incluso otras de las intervenciones analizadas, como escribir una carta a un familiar de la generación futura o “disminuir la distancia psicológica” (donde se muestran efectos del cambio climático en desastres naturales del país) también redujeron la plantación de árboles.
México, con buenas calificaciones
Los resultados sugieren que tratándose del clima se deberían considerar los efectos diferenciales de los distintos estilos de comunicar, las creencias iniciales del público al que van dirigidos y el país en que vive, entre otros, por lo que el equipo elaboró una herramienta en línea en la que es posible ver las diferentes respuestas a nivel general y para países, géneros, edades y niveles socioeconómicos en particular.
El equipo de investigación destacó algunos ejemplos, como que para los conservadores altamente educados en Estados Unidos, la principal acción para aumentar el apoyo a las políticas climáticas fue la “intervención de autocontinuidad futura” (escribirse una carta a uno mismo en el futuro), que aumentó el apoyo en 18%, mientras que en Rusia la misma intervención aumentó las creencias climáticas en nueve por ciento.
Un caso interesante es que, mientras la intervención del consenso científico donde se señala que los especialistas están de acuerdo en la adopción de una determinada política climática, aumentó el apoyo en 9% en Rumania, y en contraste, lo redujo hasta 5% en Canadá.
En México, la muestra de 490 personas encuestadas no permite hacer más que algunas comparaciones significativas; sin embargo, sí permite decir que el país está relativamente bien en diversos indicadores.
La mejor calificación del país está en el rubro de compartir la información, donde ocupamos la posición seis en la tabla; para tomar acciones ocupamos la posición 15, y la mayor parte de la población cree en el cambio climático, rubro en que ocupamos la posición 17.
Sin embargo, al momento de apoyar políticas públicas climáticas tenemos nuestra calificación más baja y la posición 50 de los 63 países.
Epílogo de la humanidad unida
Como es evidente, el combate a la crisis climática, aunque puede beneficiarse de acciones nacionales, locales y hasta individuales, requiere de la cooperación y la acción colectiva a escala global.
Un estudio, publicado el pasado 16 de abril en la revista Royal Society Open Science, se propuso averiguar si dos de los impulsores más potentes de los vínculos sociales conocidos en la psicología de grupos tienen el potencial de unir a la humanidad: la conciencia de que como seres humanos tenemos ancestros compartidos y las experiencias transformadoras compartidas (en este caso la maternidad).
Ambas estrategias funcionaron (con participantes de Estados Unidos); aunque la intervención sobre maternidad solo logró solidaridad con otras madres, y para las mujeres que no han procreado, la propuesta no tuvo trascendencia.
Los autores, Lukas Reinhardt y Harvey Whitehouse de la Universidad de Oxford, proponen que sus resultados se usen en la educación, haciendo énfasis en la humanidad como un grupo, además de resaltar los orígenes comunes de la historia nacional o local, en los discursos políticos y en las propuestas de activistas, empresas y particulares que quieran aportar a las soluciones.
Así, tenemos la propensión humana natural a vincularnos y cooperar, es cosa de aprovecharla de manera más eficaz.