La semana pasada, la Organización Panamericana de la Salud (OPS) organizó un seminario en línea para actualizar al personal de salud de la región sobre los aspectos clínicos, de vigilancia y vacunación del sarampión, una enfermedad que estaba casi erradicada en Europa y en menor medida en América gracias a la vacuna. El regreso del sarampión se empezó a gestar a finales del siglo pasado, se hizo evidente en 2016, se advirtió con claridad en 2019 y tomó fuerza desde el año pasado en el viejo continente.
De acuerdo con la OPS, al 16 de marzo de 2024 “se han reportado 92 casos confirmados en siete países de la región, la gran mayoría en Estados Unidos y Canadá”. En conjunto, los nuevos contagios representan un aumento del 28% en comparación con el número total de pacientes reportados en 2023; sin embargo, en el caso de Estados Unidos, sus 58 casos son equivalentes al 100% de los que tuvieron el año pasado.
Por otra parte, en 2023, la tasa de notificación de casos de sarampión por millón de habitantes fue especialmente alta en Rumania (92.2), Liechtenstein (76.3), Austria (20.7), Bélgica (5.9) y Estonia (3.0), y 40 de los 53 países de la región europea tuvieron casos, según un comunicado del Centro Europeo para la Prevención y el Control de Enfermedades.
A nivel mundial, en 2023 hubo un aumento de 79% en el número de casos notificados a la Organización Mundial de la Salud (OMS) en comparación con 2022, y 51 países en todo el mundo experimentaron brotes grandes.
“Se estima que en 2022 se notificaron 136,216 muertes relacionadas con el sarampión, lo que representa un aumento del 43% en comparación con el año anterior”, refirió además la OPS en un comunicado.
Época de crecimiento… también en América
Para los epidemiólogos no cabe duda de que este aumento en casos de sarampión es causado por la disminución en la cobertura de vacunación, que en naciones de altos ingresos se debe a la resistencia de muchas personas a vacunarse y en países de medianos y bajos ingresos, a la falta de acceso a la inmunización.
De hecho, en enero de 2019, la OMS enlistó al movimiento antivacunas como una de las 10 principales amenazas a la salud mundial. Para confirmar la advertencia, en abril de 2019 se informó que hubo un aumento de casi 300% en los casos de sarampión, y aunque la mayoría de ellos estuvo en África, en Europa se triplicaron los casos.
Hasta ahora, 78% de los contagios de sarampión durante 2024, dentro del continente americano, se han contraído fuera de los países o por contacto con los casos importados. Sin embargo, en lo que resta del año cabe esperar que haya más pacientes y brotes locales, pues la cobertura de vacunación que iba a la baja se redujo aún más por la pandemia de Covid-19, aunque aún no se recupera, señala la OPS.
“Durante años, la cobertura con la primera dosis de la vacuna contra el sarampión, las paperas y la rubeola (MMR) se mantuvo por encima del 90% en las Américas, pero en 2019 cayó al 87%, alcanzando su punto más bajo en 2022 con 85 por ciento. El ideal recomendado por la OPS es de al menos 95% para prevenir brotes”, señaló la el organismo.
En México, Ricardo Cortés Alcalá, titular del Centro Nacional de Programas Preventivos y Control de Enfermedades (Cenaprece), declaró recientemente que hay 75% de cobertura de la vacuna triple viral (para sarampión, rubeola y parotiditis o paperas); según la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición (Ensanut) la cobertura de ésta fue de 72.6% en 2021 y de 61.8% en 2022.
Amenaza para los menores
Si bien el sarampión representa una amenaza para todas las personas, es particularmente peligrosa para los niños demasiado pequeños para ser vacunados. Los afectados son por lo general los menores de un año, que es cuando se pone la primera dosis de la vacuna.
También los niños menores de cinco años que no hayan recibido la vacuna están en peligro de tener complicaciones graves por la enfermedad, como ceguera, sordera e incluso la muerte. En México, la segunda dosis se aplica a los seis años o al entrar a la primaria.
Sin embargo, después de la segunda dosis la inmunidad que genera la vacuna dura el resto de la vida con 97% de efectividad, por lo que no es necesario vacunarse otra vez.
Epílogo del origen y lo que sigue
En febrero de 1998, el médico Andrew Wakefield convocó a una conferencia de prensa en el Royal Free Hospital de Londres para dar a conocer el estudio Hiperplasia nodular linfoide del ilion, colitis no específica y un desorden pervasivo del desarrollo en niños, que acababa de publicar en la prestigiosa revista The Lancet.
La conferencia ha sido calificada como “el peor desastre de relaciones públicas de la historia de la medicina”, pues a pesar de que se trataba de un reporte preliminar que se basaba en sólo 12 casos no seleccionados al azar, y de que The Lancet había publicado una advertencia para que se manejara con precaución, se publicaron notas sobre las “dudas” de los científicos sobre la seguridad de la vacuna triple.
Desde ahí, Wakefield inició una campaña contra las vacunas, y cuando la llevó a Estados Unidos en 2000, la relacionó con la palabra autismo, que se convirtió en el eje del movimiento antivacunas.
En 2003, el reportero Brian Deer reveló que el reporte de Wakefield era totalmente falso y que éste había sido contratado por el abogado Richard Barr para minar la confianza en la vacuna triple, para especular con demandas en contra de las farmacéuticas que la producían.
Ahora hay mucha gente en países de altos ingresos que cree que las vacunas (no sólo la triple) causan autismo, y por ello no consideran necesario ponérselas a sus hijos e incluso se negaron a recibir la que previene contra la Covid-19. El sarampión, al ser altamente contagioso, es la primera enfermedad que regresa por esta causa, pero quizás no sea la única.
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