Normalmente, los días mundiales de las enfermedades sirven para la concienciación. Es decir, para que la sociedad tenga más presentes a la enfermedad y a las personas que la padecen, y para recordar que es necesario destinar recursos para la investigación a fin de encontrar una cura o tratamientos que reduzcan el sufrimiento de los pacientes.
Pero en el caso del próximo jueves 11 de abril, Día Mundial del Parkinson, la fecha pudiera tener un cierto aire de celebración, pues en los últimos años, y en particular en los primeros meses de este 2024, se han producido avances notables en el combate a esta enfermedad neurodegenerativa.
Tener avances en la lucha contra esta morbilidad sería importantísimo, ya que, según una revisión publicada en 2018, “los trastornos neurológicos ya son la principal fuente de discapacidad a nivel mundial, y el trastorno neurológico de más rápido crecimiento en el mundo es la enfermedad de Parkinson”.
De acuerdo con la revisión, de 1990 a 2015 el número de personas con enfermedad de Parkinson se duplicó hasta alcanzar más de seis millones de pacientes, y “se prevé que esta cifra se duplique nuevamente a más de 12 millones para 2040”, aunque factores como los aumentos de la longevidad y la industrialización, “podrían elevar la carga a más de 17 millones”.
Además, como no se conocen sus causas, el Parkinson es una enfermedad que no se puede prevenir. Se sabe que influyen factores genéticos, pero sólo en algunas ocasiones es hereditario, y otras por causas medioambientales, pero no está claro cómo interactúan.
Los remedios que ya existen
En la enfermedad que fue descrita por primera vez por James Parkinson en 1817, las células de un núcleo cerebral llamado sustancia negra, donde se produce el neurotransmisor dopamina, se degeneran lentamente y mueren, lo que provoca un deterioro progresivo de la capacidad de la persona para controlar el movimiento.
Desafortunadamente, los síntomas característicos de la enfermedad (temblores, lentitud de movimientos o bradicinesia y la inestabilidad postural) sólo se hacen evidentes después de que ya se ha perdido entre 70 y 80% de las neuronas de la sustancia negra.
Actualmente no existe una cura, pero sí tratamientos que permiten al paciente sobrellevar los síntomas. Los más usados son los medicamentos que funcionan como precursores y sustitutos de la dopamina o inhibidores de la enzima que la degrada. Pero estos tratamientos suelen tener efectos secundarios y no detienen la pérdida de neuronas.
El tratamiento más novedoso y eficaz, por tener menos efectos secundarios, es una cirugía llamada “estimulación profunda del cerebro”, en la que con electrodos y un marcapasos se activa a las neuronas. Desafortunadamente, esta cirugía (que se recomienda en casos avanzados y cuando la medicación ya no es eficaz) sólo se puede hacer en algunos centros, incluidos algunos en México, y requiere de un seguimiento constante, por lo que hay que vivir cerca de donde se hizo, y no se puede aplicar a todos los pacientes.
Las buenas noticias
En enero de este año se publicó una investigación sobre una mejora a la estimulación profunda del cerebro. Consiste en hacerla adaptativa a las necesidades del paciente: “La cantidad de estimulación que necesita una persona que vive con Parkinson cambia dependiendo de sus medicamentos o niveles de actividad. Un paciente necesitará más estimulación si acompaña a su hija al altar en su boda que si simplemente mira televisión”, dice Warren Grill, investigador de la Universidad de Duke y líder del estudio.
Mucho más promisoria, aunque está aún en sus primeras etapas de desarrollo, es la “reparación cerebral”, que es un implante ya no de electrodos, sino de células funcionales que sustituyen a las que han degenerado y muerto.
Esto se logra con células madre, tomadas de la piel del propio paciente, a las que se induce en el laboratorio para que se conviertan en el tipo de célula necesaria para reparar el cerebro. Hasta ahora el problema es que las células necesitan ser trasplantadas en una etapa muy temprana de su conversión y, una vez en el cerebro, la gran mayoría de ellas no continúa con este proceso de conversión.
La investigación, que hizo un equipo de la Universidad de Galway financiado por la Fundación Michael J. Fox y que fue publicada el 25 de marzo pasado, desarrolló un hidrogel que “nutre, apoya y protege las células después de ser trasplantadas al cerebro, y esto mejora dramáticamente su maduración y capacidad reparadora”, dice la investigadora líder Eilís Dowd en un comunicado.
Más modesto pero también promisorio es que, según se reportó el 4 de marzo, por fin se desarrolló un modelo animal para estudiar el Parkinson antes de que aparezcan los síntomas. El modelo, creado en la Universidad Autónoma de Barcelona, es a base de gusanos de la especie Caenorhabditis elegans, que se suelen usar para estudios neurológicos, pero aún falta mucho para que las investigaciones permitan detener y quizá hasta prevenir la enfermedad de Parkinson.
Parkinson México
Aunque no existen cifras exactas de pacientes de Parkinson en México, los datos del estudio The Global Burden of Disease, permiten estimar que en 2019, en México había una prevalencia de Parkinson de 93 pacientes por cada cien mil habitantes. En contraste, en 1990 la cifra era de 76.9. Estas cifras y la tendencia al alza son similares para la mayor parte de Latinoamérica.
Un análisis hecho por expertos del Instituto Nacional de Neurología y Neurocirugía encontró que la incidencia anual de la enfermedad en México (es decir, los casos nuevos) fue de 10.8 personas por cada cien mil habitantes en 2018. “Será importante que las instancias gubernamentales consideren la magnitud del impacto de esta patología en la designación de recursos económicos de salud en México”, señalaron en la publicación en la revista Salud Pública.
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