Niños influencers, otra cara del trabajo infantil 

27 de Septiembre de 2024

Niños influencers, otra cara del trabajo infantil

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Los menores creadores de contenido están sujetos a los impactos negativos de la exposición mediática y son susceptibles de sufrir explotación laboral

Cada vez es más común ver a niños y niñas que ya no quieren ser policías, bomberos o profesores. Ahora, las tendencias en redes sociales les motivan a otras aspiraciones, como ser influencers.

Aunque esta actividad puede llegar a considerarse como simple entretenimiento o un hobby, lo cierto es que se invierten horas en grabaciones y sesiones de fotos, así como dinero para equipo técnico, y se pactan compromisos legales con marcas, lo que la convierte en un trabajo.

Hasta 2022, en México había 3.7 millones de personas de entre cinco y 17 años en situación laboral, es decir, el 13.1% de la población menor de edad, de acuerdo con datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), pero la cifra podría ser mayor si se considera a las llamadas “infancias influencers”.

“Hola, amiguitos. Hoy me van a acompañar a hacer mi tarea”, dice una niña de entre seis y siete años en un video publicado en su cuenta de Instagram, que tiene más de 146 mil seguidores, la cual es manejada por su mamá, según se lee en la descripción.

La cuenta de esta menor tiene más de mil publicaciones, entre fotos y videos, en los que muestra su día a día, sus alimentos, paseos, juguetes, pasatiempos y colaboraciones con marcas, negocios o hasta portadas de revista.

El contenido que genera para sus redes sociales evidentemente tiene un beneficio económico, como el de cualquier otro influencer adulto, pero, ¿hasta qué punto los niños influencers son conscientes de que están trabajando y tienen derechos?

Especialistas en infancias señalan que las y los menores de edad tienen derecho a expresar lo que piensan en diversas plataformas y foros; sin embargo, advierten que si su presencia en las redes sociales está sujeta a un contrato o un intercambio comercial, deben encenderse las alertas.

“Si su contenido se trata simplemente de una actividad que forma parte de la libre expresión o de la participación en la vida cultural de su comunidad, adelante, esto es positivo. Pero si pudiéramos ver que hay intereses económicos o hasta políticos, y que hay marcas beneficiándose de dicho contenido, entonces puede representar algún tipo de explotación”, dice a La-Lista Tania Ramírez, directora de la Red por los Derechos de la Infancia en México (Redim).

Por su parte, Juan Martín Pérez García, coordinador de Tejiendo Redes Infancia en América Latina y el Caribe, coincide en que niños y niñas tienen derecho a acceder a Internet y a la libre expresión de sus ideas, que en este caso puede ser a través de la generación de contenidos en las plataformas digitales, pero pide prestar atención a las condiciones en que esto ocurre.

“No podemos perder de vista que a nivel internacional, los que más ingresos están generando en las plataformas son niños y personas jóvenes. Incluso, hace unos años, YouTube dio a conocer que el principal influencer a nivel global, y quien más dinero recibía, era un adolescente de entre 12 y 13 años de edad. Lo que se tiene que revisar aquí es que los derechos de las infancias no se vulneren, y mucho menos su salud mental”, expresa.

En México, plataformas como Facebook, Instagram, TikTok y Youtube establecen en sus políticas de uso que la edad mínima para abrir una cuenta es de 13 años, pero para monetizar sus contenidos necesitan ser mayores de edad, por lo que el rédito económico puede venir directamente de las marcas con las que trabajan o usar cuentas administradas por sus padres o tutores.

“Siempre hay una persona adulta implicada en el contenido que sube un infante, tanto para la creación de una cuenta como para la monetización, pues se requiere de una cuenta de banco, o si hay una campaña publicitaria, los contratos se cierran entre personas adultas”, señala Daniela Castillo, profesora e investigadora de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM).

La investigadora resalta que esta nueva forma de trabajo infantil está en una zona gris, porque a diferencia de otros trabajos o medios tradicionales de entretenimiento, no existe un contrato o ley que regule las horas que un menor de edad puede trabajar generando contenido en redes sociales, ni el tipo de exposición a la que se pueden enfrentar.

La presión por llegar a determinado número de seguidores y de “me gusta”, comentarios de odio o bullying, y mensajes inapropiados, son algunos de los riesgos que cualquier persona influencer puede sufrir, pero las consecuencias se agravan cuando se trata de menores de edad que no cuentan con suficientes herramientas para cuidar de su salud mental.

“Las personas adultas tenemos que alentar a la niñez y adolescencia a tener valoraciones distanciadas de esta forma de éxito. No está mal que esta actividad tenga un rédito económico, siempre y cuando no sea perjudicial a su salud, a su educación y, sobre todo, al desarrollo físico y mental”, expresa Tania Ramírez.

Si bien no existe una cifra oficial sobre la cantidad de víctimas de explotación laboral infantil en México, las estadísticas muestran que el 51.8% de la población de cinco a 17 años ocupada (1.2 millones) realiza un trabajo peligroso, como los de la construcción, el sector agropecuario o aquellos que se llevan a cabo en bares.