Miles de historias inundan un Zócalo de color púrpura

6 de Noviembre de 2024

Miles de historias inundan un Zócalo de color púrpura

Movilización del 8M

Foto: Norma Montiel

La movilización fue acompañada por batucadas, mujeres bailando, brincando y entonando canciones.
Foto: Norma Montiel

Como cada año, las mujeres tomaron el Centro Histórico de la Ciudad de México para conmemorar el Día Internacional de la Mujer, unidas en un solo grito

“¡Señor, señora, no sea indiferente, se mata a las mujeres en la cara de la gente!”. Con ese grito, cientos de miles de mujeres marcharon el pasado 8 de marzo para exigir justicia por las 10 mujeres asesinadas al día en México.

Había decenas de madres que gritaban por justicia y otras tantas que compartieron historias desgarradoras. Fue el caso de Araceli González, mamá de Luz del Carmen, una niña de 13 años de edad, víctima de Juan Carlos Hernández, conocido como el Monstruo de Ecatepec. “Mi hija, desgraciadamente, fue su segunda víctima, de más de 20 feminicidios”, recordó Araceli, quien contó que el agresor era su vecino.

Luz del Carmen se quedó en casa porque eran vacaciones, mientras sus padres salieron a trabajar. El feminicida fue al departamento de la niña para decirle que le vendería anillos y aretes; confió en él, fue a su casa. Ahí la mató y la enterró a unas cuadras del edificio.

“Estoy aquí para levantar la voz, para que las niñas no sufran lo que sufrió mi hija. No fue justo que una niña de 13 años fuera privada de la vida porque a un hombre le gustó y no tenía nada más que hacer (…) Si el señor Presidente no nos quiere recibir, está en todo su derecho; nosotras estamos en nuestro derecho de pedir que nos ponga a gente capacitada para acceder a la justicia”, dijo.

Fueron siete años para encontrar a Luz del Carmen, y una lucha adicional para que el feminicida fuera castigado; ahora está sentenciado a prisión vitalicia. A su lado marchó Rosa Isela García, hermana de Ana Patricia, víctima de desaparición.

“Mi hermana desapareció el 30 de enero de 2017. Estamos aquí para exigir justicia, para Ana y para miles de mujeres que han sido desaparecidas y sobre todo aquellas que han vivido violencia. Hoy no estoy sola, hoy vengo a buscar a mi hermana, y espero encontrarla pronto porque mi madre y su hijo la esperan. ¡Vamos a seguir luchando hasta encontrarte!”, exclamó.

Con palas y picos, el contingente de las madres buscadoras arribó al Zócalo capitalino, mientras otras mujeres, en sororidad, gritaban: “¡No están solas, no están solas!”.

En el recorrido de 2.3 kilómetros, desde el Monumento a las Mujeres que Luchan hacia el Zócalo capitalino, la marea violeta se dejó sentir sobre Paseo de la Reforma, en donde miles de mujeres vestidas de púrpura portaron carteles en los que se leía “Las mujeres somos fuego y vamos a arder”, “Somos el grito de las que ya no están”, “Bonita, pero nunca calladita”, “Nos sembraron miedo, nos crecieron alas”, “Harta de avisar que llegué viva”, “Los novios también violan”, “Marcha aunque no te falte nada, porque a algunas les falta todo”.

Algunas jóvenes llevaron decenas de rosas para repartirlas entre las mujeres policías, quienes rodeaban los edificios emblemáticos del Centro Histórico.

Desde las 6:00 horas, Cecilia, una mujer policía, estuvo formada en su sector ubicado en Garibaldi. Dijo que en el Día Internacional de la Mujer le tocaba trabajar, pero que desde su posición apoyaba al movimiento violeta.

“Somos sensibles al ver a las madres de las víctimas, porque esa señora viene por su hija y esa hija podría ser yo, o bien, mi mamá podría ser esa señora. Entonces, pues sí te pega, porque es una realidad. Portar este uniforme es una gran responsabilidad para protegerlas”, expresó.

La uniformada reconoció que la Secretaría de Seguridad Ciudadana capitalina ha enviado al frente de las marchas a las mujeres policías para evitar violencia. La decisión fue tomada luego de que, en 2020, hombres de la corporación violentaron a Melany, una joven de 16 años que protestaba por la muerte de Giovanni López.

Los contingentes llegaron a la Plaza de la Constitución y protestaron ante un Palacio Nacional amurallado. El 8 de marzo, las puertas siempre se cierran y se blindan, así ha pasado durante la actual administración. Pero los muros sirvieron para que las mujeres pegaran fotografías de sus agresores, imágenes de las víctimas o carteles en los que pedían igualdad de oportunidades, salarios dignos y fin a la escasez de medicamentos. Se escucharon los petardos, mientras algunas mujeres, molestas, trataron de derribar las vallas, mientras del otro lado policías trataban de contenerlas con gas pimienta. Y de un lado a otro volaban las botellas. “Si un día no aparezco, ¡quémenlo todo!”, gritaron.

Pronto prevaleció el humo violeta en la plancha del Zócalo, donde se concentraron las mujeres entre gritos: “¡Hermana, escucha, esta es tu lucha!”, “¡Vivas se las llevaron, vivas las queremos!”, “¡No somos una, no somos 10, pinche gobierno cuéntanos bien!, “Y tiemblen, y tiemblen los machistas, que América Latina será toda feminista”, “Las niñas no se tocan”… y los gritos de justicia para Ari, Beatriz, Jacqueline, María, Verónica… “Ellas somos todas”.