Bajo un apremiante sol, miles de voces resonaron, la marea violeta salió a las calles este 8 de marzo, en un despliegue de creatividad, fuerza y exigencia por los derechos humanos que no reconoce fronteras ni limitaciones. Ni la oscuridad de la noche ni el estruendo de los petardos pudieron detener la oleada de mujeres que, durante más de cuatro horas, inundó con su energía las calles de la Ciudad de México.
Las voces de miles y miles de mujeres resonaron al unísono, portando carteles y consignas que se han convertido en símbolos de su lucha: “Vivas se las llevaron, vivas las queremos”, “Ni una más, ni una más, ni un asesinato más”. Estas palabras, cargadas de dolor pero también de esperanza, enmarcaron una jornada donde abuelas, madres, hermanas, esposas e hijas se unieron en una sola voz, compartiendo no sólo su solidaridad, sino también agua, maquillaje verde y morado, pañuelos y, sobre todo, un espíritu inquebrantable de hermandad.
La sororidad fue palpable en cada gesto, en cada mirada. Incluso en los momentos más difíciles, como cuando el silencio se apoderó de la multitud al perderse una pequeña llamada Samantha en medio del mar humano. La marcha se detuvo, y con la mano en alto, comenzaron a gritar su nombre. Fueron segundos de angustia, un recordatorio crudo de la vulnerabilidad y el peligro que enfrentan día a día. Sin embargo, la aparición de Samantha trajo de vuelta el bullicio, un alivio colectivo que reforzó su determinación.
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Entre las filas de la marea violeta, se encontraban víctimas de violación, acoso, violencia vicaria y de género; mujeres que han sufrido en carne propia la vulneración de su seguridad, o que conocen de cerca el dolor de perder a alguien a manos de la violencia. La cruda realidad de un país donde, según cifras oficiales, los feminicidios han ido en aumento desde el inicio de la administración de Andrés Manuel López Obrador, se hizo presente a través de sus historias y testimonios.
El sol, implacable, no hizo más que avivar los ánimos de una multitud que caminó por horas, decidida a enfrentar la impunidad que parece haberse enraizado en el tejido social. Con 4 mil 817 casos de feminicidios registrados desde diciembre de 2018 hasta enero de 2024, el clamor por justicia y un cambio real resonó con más fuerza que nunca en el zócalo capitalino, transformándolo en un verdadero aquelarre de coraje y esperanza.
Hoy, la marea violeta no solo demostró su coraje, sino que también dejó en claro que su lucha va más allá de las calles y las consignas; es una batalla diaria por la dignidad, la igualdad y el derecho a vivir libres de violencia. Un grito unido que resuena con fuerza, exigiendo justicia, no solo para las que ya no tienen voz, sino para todas las que aún luchan por ser escuchadas.
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