La lealtad, ¿en México es valor actual?

17 de Noviembre de 2024

La lealtad, ¿en México es valor actual?

La lealtad

La lealtad no es vasallaje, ni subordinación a un señor superior, ni un valor humano obsoleto; implica un sistema relacional destinado a fortalecer la identidad nacional

La lealtad, etimológicamente, proviene de lex, legis, la ley. El diccionario de la Real Academia Española de la Lengua la define como el cumplimiento de lo que exigen las leyes de la fidelidad y las del honor y hombría de bien; es también legalidad, verdad, realidad. La lealtad, señalan algunos autores, no es un concepto filosófico o moral como tampoco normativo; es real, existe y se manifiesta desde la más remota antigüedad.

La lealtad, señaló Iván Böszörményi-Nagy, psiquiatra norteamericano nacido en Hungría, es una fuerza reguladora de los sistemas. Está vinculada a un marco general de valores y creencias que se define en relación a un sistema relacional que vincula un individuo con otro o a un grupo.

Desde el punto de vista sociológico, de manera errónea, se pretende vincular la lealtad como el sustento del tipo ideal de dominación tradicional definido por Max Weber en Economía y Sociedad, de donde resulta que se la considera obsoleta, puesto que no corresponde al tipo de dominación legal-racional basado en la preeminencia de la ley impersonal y de un cuadro profesional de funcionarios que desempeñan sus actividades sine ira et studio.

La dominación tradicional tipificada por Weber carece de un cuadro de funcionarios que opere la dominación y su núcleo central es el juramento de fidelidad del vasallo hacia su señor feudal. El juramento de fidelidad era unidireccional, la expresión de la subordinación personal y directa del vasallo hacia su señor; éste era señor, ocupaba la posición central del sistema de dominación o por gracia divina o por una tradición ancestral así aceptada. No existía un compromiso de fidelidad del señor hacia su vasallo, sino el otorgamiento de canonjías, “una merced o una gracia” en forma de bienes, tierras, aceptación de actos de pillaje, etc., siempre como una concesión que podía ser revocada en cualquier momento.

Desde este punto de vista, la lealtad a la que nos referimos no trata de la sumisión, sino de pertenencia.

En Oriente existe el concepto de “lealtad confuciana” que se enmarca en el complejo fidelidad-rectitud de las relaciones sociales y también se relaciona con la fiabilidad, es decir, el binomio intención-realización y la credibilidad, por lo que excluye la mentira y el engaño.

El antónimo de la lealtad es la traición, acto que también corre parejo a la historia del género humano.

Dante Alighieri, en su Divina Comedia, ubica a los traidores en el noveno y último círculo del Infierno, el más profundo, donde están Satanás, por traidor a Dios, quien devora permanentemente a Judas, Bruto y Casio. En el Canto Trigésimotercio, Fray Alberico dice al poeta: “… sabe que en cuanto un alma comete alguna traición como la que yo cometí, se apodera de su cuerpo un demonio, que después dirige todas sus acciones, hasta que llega el término de su vida”. Coloquialmente, en consecuencia, ser leal es ser legal y quien traiciona una vez siempre será traidor.

›La lealtad es algo más que el simple apego a costumbres, tradiciones, valores, familia, grupo, comunidad, etc., es un compromiso expreso y consciente hacia “lo otro” cuya característica es el “enraizamiento afectivo, constitutivo de la identidad”.

Otros autores, como François Bourricaud, distinguen el tema de la lealtad en tres contextos: la lealtad a la familia, la lealtad a la organización en que se trabaja y la lealtad al Estado por parte de los ciudadanos.

En Europa, durante las guerras religiosas y de manera especial en Inglaterra, el debate respecto a la lealtad se centró en si un católico inglés era leal a su rey o al papa, discusión que formó parte de otros países y otras confesiones religiosas.

¿La lealtad al Estado tiene preeminencia sobre las lealtades a los credos religiosos, a los grupos de presión, las ONG, partidos políticos, ideologías o pensamientos distintos y diversos de cualquier naturaleza o sus intereses y visiones particulares son prioritarios y merecen una mayor lealtad que al Estado Mexicano?

¿Existe, entre la población civil, lealtad al Estado Mexicano? Hoy en día, escuelas primarias del país enfrentan el dilema de contar con alumnos que se reconocen como Testigos de Jehová, por lo que se niegan hacer honores a la bandera mexicana; su primera y principal lealtad es hacia su credo religioso y no a la nación de la que forman parte.

La Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos señala en su artículo 87 que el Presidente de los Estados Unidos Mexicanos en el momento de asumir su cargo debe protestar ante el Congreso de la Unión o la Comisión Permanente o ante las Mesas Directivas de las Cámaras del Congreso de la Unión o ante el Presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, según sea el caso, con el siguiente texto: “Protesto guardar y hacer guardar la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos y las leyes que de ella emanen, y desempeñar leal y patrióticamente el cargo de Presidente de la República que el pueblo me ha conferido, mirando en todo por el bien y prosperidad de la Unión; y si así no lo hiciere que la Nación me lo demande”.

›Una protesta similar, en el sentido de desempeñar leal y patrióticamente el cargo que les ha sido conferido, deben presentar ante el Senado de la República cada uno de los ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, protesta de lealtad que debe replicarse por los magistrados de circuito y los jueces de distrito, según señala el artículo 97 constitucional.

No obstante, tal disposición constitucional, la protesta de lealtad y patriotismo, es inexistente en el caso de los senadores y diputados que integran el Congreso de la Unión.

Desde el punto de vista constitucional, en consecuencia, la lealtad es un valor nacional que debe privar en el desempeño de las más altas responsabilidades políticas del país; no significa ni el vasallaje, ni la subordinación a un señor superior, ni un valor humano obsoleto; implica un sistema relacional destinado a fortalecer la identidad nacional y una regla de conducta que es condición sine qua non en el desempeño de los más altos puestos públicos de la Nación Mexicana.

Al igual que su Comandante Supremo, todos los militares protestan “guardar y hacer guardar la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos y las leyes que de ella emanen, y desempeñar leal y patrióticamente el cargo, mando o comisión asignada”.

Todos los soldados mexicanos protestan “honrar y defender con lealtad y constancia su bandera que simboliza la independencia, el honor, las instituciones y la integridad del territorio nacional”.

En las Fuerzas Armadas, el desempeño leal y patriótico es el valor supremo que guía su actuación cotidiana, no sólo cuando se está en el ejercicio de la profesión de soldado mexicano, sino que, debido al adoctrinamiento militar, rige todos y cada uno de sus actos, incluso cuando está franco o de vacaciones.

La lealtad al país, a la Nación, al Ejército, en el caso de un soldado mexicano, no se ejerce sólo en el horario laboral sino durante las 24 horas del día; constituye su segunda piel, puesto que la Nación y la fidelidad hacia ella priva, en un gran porcentaje de los casos, incluso sobre la familia. Y la familia del soldado mexicano profesa ese mismo concepto de lealtad hacia las instituciones nacionales.

Y cabría preguntar, reflexionar y pedir respuestas de si los diversos actores mexicanos, políticos y sociales, tienen o sienten lealtad hacia los soldados mexicanos, si están conscientes de que son los encargados de salvaguardar la soberanía y la seguridad nacionales del país. Si, en algunos casos de actores políticos y sociales, su lealtad no está más comprometida con instancias internacionales que con los soldados mexicanos.

Dentro de las facultades que el artículo 73 constitucional señala al Congreso, la fracción XIV expresa: “Para levantar y sostener a las instituciones armadas de la Unión, a saber: Ejército, Marina de Guerra y Fuerza Aérea Nacionales, y para reglamentar su organización y servicio”.

Las leyes que regulan la actuación de las fuerzas armadas están desfasadas, en tiempo y espacio, pues están realizando acciones que competen a las instancias civiles, pero además, el Ejército carece del marco legal mínimo para llevar a cabo acciones indispensables a la salvaguarda de la soberanía y seguridad nacionales incluso de la seguridad interior como es, entre otras, el desarrollo y fortalecimiento de la inteligencia militar, la investigación científica y desarrollo tecnológico de la defensa nacional, la prevención de ataques internos o externos por guerras química y/o bacteriológica y detección del terrorismo, esenciales para el desarrollo integral de las políticas de seguridad nacional e intereses y objetivos nacionales.

Y todavía más, los soldados mexicanos tienen como límite de su lealtad al país y a sus instituciones, su vida misma, sin regateos, sin consideraciones filosóficas.

Y cabría preguntar, reflexionar y pedir respuestas de si los diversos actores mexicanos, políticos y sociales, tienen o sienten lealtad hacia los soldados mexicanos, si están conscientes de que son los encargados de salvaguardar la soberanía y la seguridad nacionales del país.

NM