La amenaza del resurgimiento de la rabia

3 de Julio de 2024

La amenaza del resurgimiento de la rabia

rabia

Hace 139 años empezó el combate, a nivel mundial, contra esta enfermedad; en México se han presentado dos casos en este año, a pesar de que el mal ya estaba erradicado

Se llamaba Joseph Meister y tenía nueve años cuando fue atacado por un perro. El médico local le limpió las heridas pero, temeroso de que estuviera contagiado de rabia, lo envió con Louis Pasteur, quien estaba en París. Era la oportunidad que el científico había estado esperando.

El caso del pequeño Joseph sucedió apenas unos meses después de que Pasteur escribió, en marzo de 1885, que había estado pensando en aplicarse a sí mismo el preparado de vacuna contra la rabia, que había elaborado junto con sus ayudantes.

Pasteur no era médico, por lo que no tenía permitido administrar inyecciones, así que para tratar al joven Meister se asoció con el pediatra Jacques-Joseph Grancher y con un médico experto en rabia, llamado Alfred Vulpain.

Así, el 6 de julio de ese año, el equipo aplicó a Joseph Meister la que Pasteur esperaba que fuera la primera vacuna contra la rabia, y la que acabaría por ser la segunda vacuna exitosa, después de la que hiciera Edward Jenner contra la viruela en 1796, cuya primera dosis también se aplicó a un niño, llamado James Pipps, de ocho años.

El tratamiento aplicado a Meister por Pasteur no sólo fue un rotundo éxito, sino que se pudo escalar a lo largo de los siguientes años, de tal manera que ahora, en muchos países la rabia ha sido erradicada. Aunque esto podría cambiar.

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México, caso de éxito, pero…

En noviembre de 2019, México fue el primer país en recibir una certificación de la Organización Mundial de la Salud (OMS) por haber eliminado la rabia transmitida por perros como un problema de salud pública.

“La eliminación de la rabia no es algo que sucede por accidente”, señaló en aquel momento el director de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus. De hecho, México había implementado una estrategia nacional para el control y eliminación de la rabia, vacunando perros de manera masiva y gratuita desde la década de 1990.

Así, el país pasó de registrar 60 casos de rabia humana transmitida por perros en 1990, a tres en 1999 y ninguno en 2006 (ese año hubo dos casos, pero fueron por ataques que ocurrieron en 2005 y los síntomas se manifestaron hasta después).

Sin embargo, de acuerdo con la propia OMS, en otros países y territorios, principalmente en Asia y África, todos los años la rabia ocasiona unas 60 mil defunciones, la mayoría de ellas adquiridas por mordidas o rasguños de perro.

Además, debido al calentamiento global, se teme que los casos de rabia puedan aumentar por los cambios que puede haber en la distribución de algunas especies.

En México, en este 2024 ya se han presentado dos casos de rabia en entidades en donde no habían ocurrido en décadas; uno de los pacientes falleció en febrero en Quintana Roo por mordida de gato y otro perdió la vida en Michoacán en abril, debido al ataque de algún animal silvestre.

Aunque algunos medios manejaron que el caso de Quintana Roo, de un hombre de 67 años, fue la “primera muerte” por esta enfermedad en 19 años en México, lo cierto es que a principios de enero de 2023 tres menores de la localidad de Pablo de Lima de San Lorenzo Texmelucan, Oaxaca, enfermaron de rabia, contraída probablemente por la mordida de un murciélago, y dos de ellos, de siete y ocho años, fallecieron.

Una enfermedad temible

Cuando un animal rabioso muerde a una persona u otro animal, las partículas o viriones del virus del tipo lyssavirus se introducen en un nuevo huésped a través de la saliva. Una vez adentro, el virus se replica en las células musculares alrededor de la herida, lo que les ayuda a ocultarse del sistema inmunológico de quien recibió la mordida.

El periodo de incubación de la rabia suele ser de dos a tres meses, pero en algunos casos puede variar de una semana hasta un año. Eventualmente, el virus ingresa al sistema nervioso desde los músculos y a través de los nervios alcanza la médula espinal y el cerebro. Cuando se llega a esta etapa, la muerte de la persona infectada ya es prácticamente inevitable, aunque no es tan inmediata.

Desde el cerebro, el virus baja por los nervios de la cara y la garganta y comienza a replicarse en las glándulas salivales, lo que provoca la salivación excesiva característica de la enfermedad y la posibilidad de contagiar a través de la mordida. Además, el virus llega a los músculos de la garganta, donde provoca espasmos dolorosos cuando se intenta tragar; de esto se deriva el nombre de hidrofobia, que a veces se le daba a la enfermedad, porque genera una incapacidad de beber.

Desafortunadamente, en las primeras etapas los síntomas que provoca la infección por el virus de la rabia son genéricos e inespecíficos, como dolores musculares, fiebre, sensaciones de hormigueo, pinchazo o ardor inusuales o inexplicables en el lugar de la herida.

Es hasta la tercera etapa, cuando el virus ya está en el cerebro, cuando ocurren los síntomas neurológicos más específicos, que en los seres humanos, según la OMS, son de dos tipos.

Uno es la llamada rabia furiosa, que se caracteriza por hiperactividad, comportamiento excitable, alucinaciones, falta de coordinación, hidrofobia y aerofobia (miedo o rechazo a las corrientes de aire o al aire libre). Cuando se presentan estos síntomas, la muerte se produce a los pocos días por paro cardiorrespiratorio.

El otro tipo es la llamada rabia paralítica, presente en 20% de los casos, y que tiene un curso menos dramático y generalmente más largo que la furiosa. Los músculos se van paralizando y la persona va entrando en coma, hasta que finalmente se produce la muerte. Esta forma de la enfermedad, señala la OMS, a menudo se diagnostica erróneamente y no se notifica como rabia.

Epílogo de prevención por mordidas

Por la inespecificidad de los primeros síntomas y la falta de familiaridad del personal de salud con esta enfermedad erradicada, la vacuna humana se debe aplicar ante cualquier mordida de un mamífero silvestre o urbano.

Esto falló con los niños oaxaqueños, ya que no se les aplicó la profilaxis antirrábica debido a que los médicos no consideraron la posibilidad de que hubieran contraído la enfermedad, lo que derivó en la inevitabilidad de la muerte cuando se presentaron los indicios específicos.

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