En 1978 el médico Gabe Mirkin creó el protocolo RICE en Estados Unidos, el cual consiste en reposo, hielo, compresión y elevación. El hielo jugaba, de manera equivocada, un papel protagónico en la atención de lesiones, sin embargo, tuvieron que pasar más de cuatro décadas para terminar con dicha idea.
En los últimos años la forma de tratar lesiones ha tenido notables avances y los procedimientos médicos han mejorado. Dicha evolución ha permitido conocer que la aplicación de hielo tiene más efectos adversos que benéficos.
Actualmente, inmovilizar la zona afectada ha dejado de ser una opción recomendada por especialistas. Esto debido a que el hielo inhibe la remodelación del tejido que se dañó y, además, puede propiciar que el tejido que se forma tenga menos calidad.
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La ruptura de tejidos requiere de la llegada de sangre y la liberación de células proinflamatorias, lo cual es entorpecido por efecto que causa el hielo sobre la piel.
Fue en 2019 que Blaise Dubois y Jean-Francois Escuiler, científicos canadienses, demostraron que el uso de hielo en lesiones hace más lenta la recuperación (proceso de vasodilatación).
De esta forma, ahora el recurrir a hielo solo en lesiones menores y no debe hacerse por más de 20 minutos ni de forma directa, es decir, se tiene que poner de por medio algúna toalla o renda que evite quemaduras. GA