Constantemente, la exploración espacial nos ha demostrado lo mucho que desconocemos. Y prueba de ello es el reciente paso de un meteoro cerca de la Tierra, que dejó fragmentos de un compuesto nunca visto ni registrado.
Durante enero de 2014, satélites estadounidenses detectaron un meteoro, ahora llamado IM1. Momentos más tarde se registraron tres explosiones de impacto en una región de más de 11 kilómetros en el océano Pacífico, tras lo cual, los especialistas se dieron a la búsqueda de fragmentos.
Tras varios meses lograron recuperarse 850 esférulas del fondo del océano, las cuales se habían reducido a tamaños de entre 0.1 y 1.3 milímetros.
Las muestras fueron llevadas a laboratorios de la Universidad de Harvard y de la Bruker Corporation en Berlín, Alemania, y el resultado de los análisis sorprendió a propios y extraños. Se trataba de una composición química nunca antes vista, ni siquiera en otros cuerpos celestes.
Y es que en al menos una décima parte de las muestras, se vio que tenían altas concentraciones de berilio, lantano y uranio en una composición inédita. La concentración de estos materiales es de hasta mil veces más que en otros materiales del sistema solar.
“El análisis de nuestro equipo de investigación de 60 elementos de la tabla periódica muestra que estas esférulas no son cenizas de carbón y no se originaron en la corteza de la Tierra, la Luna o Marte. El patrón de abundancia no tiene precedentes en la literatura científica y podría haberse originado a partir de la diferenciación en un océano de magma en un exoplaneta con un núcleo de hierro”, explicó el astrofísico Avi Loeb a El Confidencial.
Pero este descubrimiento solo fue la puerta de entrada para más cuestionamientos. Por este motivo, ya se preparan nuevas expediciones, en esta ocasión, para localizar fragmentos del meteoro 2024 BX1, que fue observado en Berlín en enero de este año.