El exceso de confianza que hizo morir dos veces a Oscar Wilde
Seguro de la brillantez de su ágil mente, el escritor irlandés demandó por difamación a quien lo acusaba de indecencia y sodomía, sin saber que esto sería el principio del fin
Oscar Fingal O’Flahertie Wills Wilde pasó de ser acusador a ser el acusado en 1895. Una nota en la que se le acusaba de sodomita despertó en el exitoso escritor un deseo salvar su nombre y obra de cualquier tipo de mancha pero también de provocar que quien lo señalaba fuera exhibido públicamente.
La acusación estaba sustentada. El Marqués de Queensberry y varias personas más tenían sospecha, algunos incluso certeza, de que Wilde era homosexual, lo cual era un crimen para la época (finales del Siglo XIX, en plena época Victoriana). De hecho el personaje que acusaba al escritor irlandés era padre de quien fuera su pareja extramarital: Alfred Douglas.
El 25 de mayo de 1895 (hace exactamente 129 años) Oscar Wilde fue condenado a dos años de prisión y trabajos forzosos tras comprobarse las acusaciones por actos de homosexualidad.
La sospecha de que su hijo, de solo 21 años, tuviera una relación con Wilde, provocó que el padre lo acosara. Como parte del asedio, el Marqués de Queensberry dejó en el Albemarle Club de Londres (del cual el escritor era miembro distinguido) una nota en la que lo acusaba de sodomía.
Esto fue tomado por Wilde y su exceso de confianza como una afrenta a la cual no rehuyó. Demandó al acusador por difamación criminal. Sin embargo, el padre de Alfred Douglas salió absuelto del juicio en su contra y dispuesto a ser él quien ahora demandara al escritor. Y así fue.
Indecencia grave y sodomía fueron los delitos por los que demandó. Con el poder que le daba su título de Marqués obligó a testigos a declarar en el juicio contra Wilde, quien de forma constante contrataba hombres para que le dieran servicio sexual. Esto derivó en dos juicios.
Si bien la brillantez y habilidad mental del escritor irlandés quedaron de manifiesto durante los procesos en su contra, las pruebas presentadas fueron contundentes y el jurado lo declaró culpable de “cometer actos de grosera indecencia con otros varones”. De esta forma, Wilde fue condenado a dos años de prisión y trabajos forzosos en la prisión de Reading.
Las dos muertes
PRIMERA MUERTE. El prestigio del autor de obras de teatro que eran escenificadas no solo en el Reino Unido sino alrededor del mundo estaba acabado. Todos se olvidaron de él. Su esposa se mudó junto con sus dos hijos a Suiza y cambió el apellido Wilde por el de Holland.
Ahora su nombre era sinónimo de vergüenza. Sus libros no se vendieron más y sus ejemplares eran, incluso, quemados en las calles como muestra de rechazo y hasta burla. Los grandes teatros de Inglaterra y el mundo dejaron de presentar sus obras sobre el escenario.
Llegó 1887 y con ello se terminaba la condena de Oscar Wilde, quien no tuvo más remedio que salir de territorio británico para exiliarse en París. Pero en la llamada “ciudad luz” la oscuridad se apoderó de su vida.
SEGUNDA MUERTE. Con su salud deteriorada por los trabajos forzosos que fue obligado a hacer y por una infección en el oído que contrajo tras un golpe por una caída en prisión, el escritor dejó el nombre que lo hizo reconocido y aclamado por el de Sebastian Melmoth.
Oscar Wilde se inspiró en Melmoth el Errabundo, novela del escritor irlandés Charles Maturin, para darse su nuevo nombre tras salir de la prisión de Reading.
Sus dos últimas obras fueron De profundis (la carta para Alfred Douglas escrita mientras se encontraba preso) y La balada de la cárcel de Reading (una crítica a las condiciones del sistema penal de la época victoriana) fueron los epitafios que Wilde puso a su creación literaria.
Nada que ver con los textos de la época de esplendor que tuvo con libros llenos de sagacidad, viveza y humor. “Puedo escribir, pero perdí la alegría de escribir”, confesó tiempo después de recuperar su libertad. El talento para crear literatura estaba ahí, pero ya no la chispa que lo distinguió.
En 1900, a consecuencia de una meningitis derivada del golpe en el oído, Oscar Wilde murió para dejar de existir en este mundo. Fueron 13 años entre la salida de Reading y sus últimos días de vida, 15 si se cuentan los dos años que duró el pleito legal que significó el principio del fin. En ese tiempo el escritor murió dos veces.