Chalco es una tragedia, y eso no se puede negar. El abandono, por décadas, de proyectos de infraestructura indispensables que, quizá, no den votos, pero sí evitan tragedias y previenen rencores históricos es una de las evidencias de un mes bajo el agua.
Hoy, que los niveles han empezado a descender y la normalización de la vida en la comunidad se asoma, hay otra lección que no debe pasarse por alto: la importancia de la presencia oportuna y permanente de las autoridades en las zonas de desastre y al lado de los damnificados.
En el juego de la polarización, Delfina Gómez podrá gustarle a unos y disgustarle a otros, pero nadie podrá reclamarle por haberse escondido, por no dar la cara o por preferir cuidarse tras la comodidad de un escritorio.
La gobernadora estuvo ahí todo el tiempo, junto a la gente de Chalco, escuchando las quejas y aguantando los reclamos, pero, sobre todo, coordinando la ayuda y obligando, con su presencia, a todo el aparato gubernamental del Estado de México a hacer del tema una prioridad y trabajar sin detenerse para contener primero, y mitigar después los efectos de la inundación.