Más allá de la decisión que tome el gobernador de Morelos, Cuauhtémoc Blanco, sobre si decide separarse del cargo o renuncia a buscar una diputación federal, lo que es un hecho es que dejará en muy mal estado la cancha en la que jugó como titular los últimos cinco años. El asesinato, ocurrido el jueves de la semana pasada, del titular de Transparencia, Marco Antonio Alvear, es sólo un botón de muestra de la crisis de inseguridad y falta de gobernabilidad en la entidad. Con homicidios y feminicidios al alza, cobro de piso y frecuentes ejecuciones de alto impacto, el Cuau dejará —el día que se vaya o cuando le saquen, si es el caso, la tarjeta roja— una cancha llena de agujeros y piedras a quien asuma el relevo. Así las cosas.