Carlos III, que será coronado el 6 de mayo, era uno de los miembros menos apreciados de la realeza británica hasta que subió al trono, y aunque su popularidad mejoró enfrenta ahora el reto de pilotar una complicada modernización monárquica.
El nuevo rey fue proclamado en una sobria ceremonia el 10 de septiembre de 2022, dos días después de la muerte de su madre, en cuya inmensa sombra siempre había vivido.
Isabel II, fallecida con 96 años, sigue siendo, pese a su fallecimiento, la figura más popular de la familia real (80% en el primer trimestre de 2023, según YouGov), seguida por su hija Ana (66%) y su nieto Guillermo (65%).
Junto a su popular esposa Catalina (65%), el príncipe de 40 años está llamado a reinar después de Carlos III, quien a sus 74 años deberá allanar el camino entre la muy tradicional monarquía de su madre y la moderna realeza prometida por la joven pareja.
Tras su llegada el trono, la bajísima popularidad que tuvo como príncipe se disparó, situándolo ahora en el quinto lugar, con un 55%.
En sus múltiples desplazamientos, se esforzó por mostrarse cercano y cálido, además de activo en temas diplomáticos como la guerra de Ucrania y colaborativo en cuestiones sensibles como la investigación de los lazos históricos de la monarquía con la esclavitud.
Sin embargo, no logra afianzar su imagen, especialmente entre los más jóvenes, pese a compartir con ellos una pasión de larga data por la ecología y la lucha contra el cambio climático.
Bajo el lema “Not my king” (no es mi rey), las protestas se multiplicaron en los últimos meses y varios jóvenes fueron juzgados por lanzarle huevos, aunque nunca le alcanzaron.
Menos pompa y más diplomacia
Buscando mostrarse menos pomposo y más moderno que Isabel II, Carlos III optó por una ceremonia de coronación simplificada, de una hora de duración con unos 2 mil invitados, en lugar de las tres horas y 8 mil asistentes con que contó su madre en 1953.
Pero no estará libre de controversia, con la presencia de su hijo menor, Enrique, de 38 años, que en una serie documental y una explosiva autobiografía describió a la monarquía británica como una institución fría y sesgada.
Como príncipe, Carlos siempre tuvo reputación de ser políticamente entrometido y algunas de sus declaraciones desataron incidentes diplomáticos. Pero como rey se muestra discreto.
Tras un Brexit que alejó a su país de la Unión Europea, decidió que su primera visita de Estado en marzo, incluso antes de su coronación, sería a los dos pilares del bloque: Francia y Alemania.
Las violentas protestas contra la reforma de las pensiones le obligaron finalmente a cancelar el viaje a París, pero en Berlín se convirtió en el primer monarca en pronunciar un discurso ante el Parlamento alemán.
De Camila a Diana a Camila
Nacido el 14 de noviembre de 1948 en el Palacio de Buckingham, Carlos Felipe Arturo Jorge Windsor fue el primero de los cuatro hijos de Isabel II y el príncipe Felipe.
Era un niño tímido y sensible cuando en 1958 fue nombrado príncipe de Gales. Luego fue enviado a estudiar a un austero internado en Escocia al que había asistido su padre y que en lugar de forjarle un carácter rudo fue para él “infierno absoluto”.
En 1970, se convirtió en el primer heredero de la corona británica con un diploma, de la universidad de Cambridge, donde estudió arqueología y antropología.
Entre 1971 y 1976 sirvió en la Marina británica. Para su desconcierto, mientras estaba de misión en el Caribe, el amor de su vida, Camilla Shand, se casó con Andrew Parker Bowles.
Presionado para que se casara, en febrero de 1981 pidió en matrimonio a Diana Spencer, que entonces tenía 19 años.
La boda se celebró en julio y fue un gran festejo nacional. Pero durante décadas su imagen estuvo marcada por el estrepitoso fracaso de aquel matrimonio.
La pareja se separó en 1992 y se divorció en 1996, cuando Carlos ya tenía una aventura con Camilla, divorciada en 1995.
Tras la muerte de Diana en un accidente de tráfico en París en 1997, Carlos necesitó una campaña de relaciones públicas para vencer su impopularidad.
En 2005 se casó con Camila, extrovertida y risueña, que acabó ganándose la simpatía de los británicos.
En los últimos años del reinado de su madre fue asumiendo numerosas funciones monárquicas, a medida que se degradaba la salud de la anciana reina.
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