Los retos económicos para la segunda mitad del sexenio

27 de Noviembre de 2024

Los retos económicos para la segunda mitad del sexenio

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Aprovechar la invaluable oportunidad de integrar al país en la nueva dinámica económica mundial con base en la tecnología, garantizar recursos indispensables para el futuro, la sustentabilidad y ser parte de la cadena de suministros, deberá ser prioridad en los siguientes tres años; internamente, con el sector privado, debe construirse una relación de respeto mutuo, confianza y cero tolerancia a la corrupción

Los primeros tres años de gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador han demostrado la fortaleza de nuestra economía alcanzada en los últimos 26 años a partir del TLCAN, hoy T-MEC. Esta fortaleza se ha sostenido durante esta administración particularmente en lo que se refiere a los indicadores macro, producto tanto de la disciplina monetaria que lleva a cabo Banxico, como la disciplina fiscal que ha mostrado el gobierno.

Lo anterior reviste importancia en virtud de que, en administraciones anteriores, sobre todo las encabezadas por los presidentes Calderón y Peña Nieto, el cociente de la deuda con relación al PIB rebasó el 50% para entregar el gobierno a López Obrador en 46%, gracias al positivo ajuste al final del sexenio 2012-2018.

Para decirlo de otra forma, el presidente Vicente Fox dejó un endeudamiento de 5 billones y en las siguientes dos administraciones lo elevaron a 10 billones, sin que ello representara más infraestructura física o mejores niveles educativos, por ejemplo.

Sin embargo, en estos tres primeros años de gobierno el PIB no ha hecho más que caer a la par de la inversión pública y privada. Esta razón a llevado al incremento de la deuda llegando a 11.5 billones, no necesariamente por créditos contraídos, aunque sí los ha habido, sino por efecto de la constante caída del PIB. Lo anterior pese a la disciplina fiscal y a las fuertes medidas de austeridad.

A la buena estabilidad macro conservada por este gobierno, se le puede sumar la recuperación de los salarios reales, producto de los incrementos que han tenido por impulso presidencial y aceptación solidaria del sector empresarial, empero, ha habido algunas circunstancias que han quedado fuera en los últimos años, en especial el tema de la inversión, que desde medianos del 2018 a raíz de la cancelación del aeropuerto de Texcoco y, el cambio de gobierno federal no ha hecho sino bajar. Al termino del aquel año la inversión público–privada rondaba en el 23%, hoy día está en el 17 por ciento.

Esta tendencia hay que revertirla en la segunda parte de este gobierno, pues los requerimientos reales de inversión para el país, como mecanismo para lograr mayor crecimiento, rondan en el 25 por ciento. La meta anterior parece difícil de alcanzar a la luz de que el sector que mayor potencial tiene para invertir en este momento es el de la industria energética, empero el enfoque de política pública cambió radicalmente de una visión orientada a una mayor competencia y participación privada a otro con el fortalecimiento y participación de los organismos del estado Pemex y CFE, priorizando preferentemente la inversión pública. Existen otros sectores importantes, aunque de menor volumen, los cuales no son atendidos por la falta de un estado de derecho y reglas claras a la inversión. Los particulares tienen mayor capacidad de inversión en tanto que el 90% viene de éstos y sólo el 10% del gobierno que día con día ve más limitados.

A lo anterior se suma lo confrontada que ha estado la relación entre el gobierno y el sector privado. En los pasados tres años se ha buscado establecer esta relación sobre la base de nuevas reglas del juego, lo que ha costado trabajo asimilar por todas las partes.

En materia económica, en la segunda mitad del sexenio del presidente López Obrador habrá retos que afrontar. El más importante probablemente sea en lograr cómo participar de una forma determinante en la reconstrucción del nuevo orden económico y la nueva arquitectura del sistema geoeconómico mundial.

En efecto, la era postcovid está orillando a la recomposición de las fuerzas económicas, en donde la competencia mundial estará centrada entre Estados Unidos y China; sustentada en la tecnología y el control de la cadena de suministros, así como la mejor integración posible entre los bloques. Nuestro país tiene el privilegio de contar con más de 26 años de experiencia en la integración con sus vecinos de Norteamérica quienes están decididos en dar la batalla por el dominio económico mundial y a quienes se ha sumado Inglaterra.

Así, para el futuro, es vital para México acompañar estratégicamente a Canadá, Inglaterra y a los Estados Unidos, para asegurar entre los cuatro los recursos suficientes para afrontar desafíos como: la sustentabilidad, el agua, la energía y los recursos financieros para abatir sus necesidades.

Bajo este orden de ideas, nuestro país debe de aprovechar esta oportunidad para llevar los beneficios de la integración hacia los estados del sur–sureste, que han estado marginados del comercio exterior.

En las próximas décadas se aprecia complicado pensar en acercarse a China, que se ha caracterizado por la violación tanto de los derechos de propiedad intelectual como humanos y laborales.

En lo interno tendremos el fantasma de la inflación que ha aparecido a raíz de la recuperación desigual de las distintas economías del planeta, en donde Estados Unidos y China, se recuperan fuertemente, demandando productos del todo el mundo sin que el resto de los países estén preparados para abastecerlos debido a sus luchas particulares contra Covid, la falta de capacidad plena de sus plantas productivas y sus altos niveles de

endeudamiento. Aunque se estima que la inflación a nivel mundial podría ser pasajera, parece que no será sino hasta 2023-24 que pueda controlarse.

Las presiones para nuestra propia inflación, así como a las tasas de interés y el tipo de cambio se van a comprometer de manera importante tanto a nuestro crecimiento, como a la recuperación de los salarios reales e incluso a las finanzas públicas y a la evolución del crédito y ahorro interno. Igualmente, el gobierno afrontará una fuerte presión a las finanzas públicas debido a lo creciente de los compromisos de programas sociales y las obras de infraestructura pública, las pensiones cada día mayores, el costo de la deuda y la creciente economía informal. Esta realidad pondrá una presión aún mayor sobre los contribuyentes cautivos, la recaudación y el gasto de gobierno, ahora con una nueva composición de la Cámara de Diputados.

Lo anterior tendrá un fuerte impacto sobre las finanzas de Pemex y CFE, que necesitarán un ajuste a fondo en sus balances, partiendo de la idea de que cada vez les cuesta más caro producir y colocar emisiones en los mercados de deuda. Estos dos organismos del Estado han dejado de ser productivos y requerirán atención del gobierno del presidente para sacarlos adelante, a lo que no debería descartarse una reestructura mayor, tanto en sus estructuras orgánicas, personal sindicalizado y de confianza, así como de sus procesos productivos y el manejo de su creciente deuda. La legitimidad del presidente representa la oportunidad para reestructúralos a plenitud lo que no debería desaprovecharse.

Otro de los grandes retos es terminar lo más rápido posible el construir la nueva relación con el sector privado. En la primera mitad del sexenio ésta no ha sido la mejor por el establecimiento de las nuevas reglas del juego, lo que ha sido difícil tanto de explicar como de asimilar por los agentes económicos. Hasta antes de este sexenio el sector privado se acostumbró a una relación que priorizaba a las cúpulas empresariales para obtener beneficios, principalmente para las grandes empresas que igual participaban en sus negocios particulares (pan, leche, telefonía celular) como en ventas a gobierno, obra pública y solicitud constante de autorizaciones para la explotación de diversos mercados a lo que además, se sumaba una cantidad de recursos públicos que recibían a través de la banca de desarrollo, lo que la alejó de ser una banca de fomento para convertirse en una enorme mesa de dinero o una caja de grandes proyectos que acabaron siendo rescatados, un ejemplo fue el de la vivienda.

Bajo esta insana relación, el grueso de la actividad económica y las ganancias se venían concentrado de forma ingente en unos cuantos, dejando de lado a las Pymes, el autoempleo o las actividades profesionales independientes al igual que mantuvo de manera inercial el desarrollo del sector ligado al comercio exterior al que le ha faltado el apoyo suficiente para crecer particularmente en lo que estímulos se refiere. No obstante, el problema persiste con la falta de inversión.

Por tanto, será vital construir una relación constructiva e incluyente con el sector privado.

Esta relación en lugar de fuerza debe sustentarse en el respeto mutuo, la plena confianza, la cero tolerancia a la corrupción, el claro entendimiento de que los recursos públicos es para aprovecharse por parte de la sociedad y no de ciertas empresas y empresarios.

Al mismo tiempo, es indispensable una mayor integración de las Pymes a las cadenas productivas y a las compras de gobierno. Este tipo de empresas francamente han estado fuera tanto del discurso oficial como del propio sector privado. Los particulares están llamados a apoyar al país, pero bajo esta nueva lógica en la que el poco pastel que hay se debe repartir entre más actores, sobre todo, destinarlo preponderadamente a los estados que más lo necesitan.

En suma, el aprovechar la invaluable oportunidad de integrar al país en la nueva dinámica económica mundial con base en la tecnología, garantizar recursos indispensables para el futuro, la sustentabilidad y ser parte importante de la cadena de suministros, deberá ser prioridad en los siguientes tres años.

En lo interno, el esfuerzo deberá concentrarse en rescatar la economía del estancamiento que ha experimentado en la primera mitad de la administración. El año siguiente será el penúltimo presupuesto que este gobierno habrá elaborado, mismo que fundamentalmente será inercial, con la dificultad que presentará para su aprobación dada la nueva composición de la legislatura entrante.

En este sentido será indispensable atraer mayor inversión, generando confianza y certidumbre, así como equilibrar las cifras de crecimiento para el resto del sexenio.

Al mismo tiempo, habrá de contenerse la inflación y el tipo de cambio que estarán presionados por los ajustes monetarios internacionales.

En materia económica, para la segunda mitad de la administración del presidente Andrés Manuel López Obrador, se requerirá de diálogo y la creación de acuerdos para generar el crecimiento que necesitamos, de lo contrario será complicado revertir los daños a la economía registrados en los últimos años.

Será indispensable atraer mayor inversión, generando confianza y certidumbre, así como equilibrar las cifras de crecimiento para el resto del sexenio. Carlos Alberto Martínez, doctor en Filosofía, en Desarrollo Económico y en Derecho.

Las presiones para nuestra propia inflación, así como a las tasas de interés y el tipo de cambio van a comprometer de manera importante tanto a nuestro crecimiento, como a la recuperación de los salarios.

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