Cancillería, el traje invisible ideal para Luis Videgaray
Es considerado por los especialistas “un capitán inexperto” para enfrentar el huracán Trump
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Aunque los especialistas lo consideran “un capitán inexperto” para enfrentar el huracán Trump, el funcionario ha volcado su agenda a la relación bilateral y ha asumido el liderazgo de todos los temas medulares
Luis León
Regresó a la función pública con el rostro cubierto por una barba que ya pinta canas. Era la nueva fotografía de Luis Videgaray Caso, el amigo y consejero del presidente Enrique Peña Nieto en todas las materias, económica, política y hasta electoral. Después de tres meses fuera de la administración federal, Videgaray volvió como secretario de Relaciones Exteriores con toda la fuerza de su nueva imagen, el 4 de enero, tan sólo 16 días antes de la toma de protesta del presidente republicano Donald Trump.
Ante el huracán republicano en la Casa Blanca, el capitán elegido fue Videgaray, inexperto, pero fiel, bajo el faro de 2018 que alumbra el puerto a atracar. Esa es la materia prima para entrarle a la renegociación del Tratado de Libre Comercio con América del Norte (TLCAN) que podrá sacar o no el barco de Peña Nieto de la deriva nacional. Y, de paso preparar a esta administración para las elecciones federales que legalmente inician en siete meses.
La historia comenzó el jueves 8 de septiembre, cuando Trump escribió en su cuenta de Twitter que México había perdido un “brillante ministro de Finanzas y un gran hombre”. Y uno más: “Luis, México y los Estados Unidos hubieran hecho grandes tratos, donde ambos países se hubieran beneficiado”, en referencia a la obligada salida de Videgaray de la Secretaría de Hacienda, tras la visita del entonces candidato estadunidense.
El pretexto perfecto para su regreso fue el triunfo de Trump. Su aparente cercana relación con Jared Kushner, yerno del presidente estadunidense y su asesor de mayor confianza, le dio el pasaporte para colocarse en un puesto clave, donde puede influir en todos los aspectos de la política nacional y tratar de ser el engranaje del discurso de unidad nacional al que se convocó a los mexicanos frente a la volátil relación bilateral con Estados Unidos, de la que depende “la estabilidad de México”, según las palabras del canciller. Desde su llegada a Relaciones Exteriores volcó su visión y esfuerzo a la relación bilateral. Incluyó no sólo renovar al personal de primer nivel de la Cancillería, y designar al embajador de México en Estados Unidos; sino influir en nombramientos de mandos medios y altos de Hacienda, Procuraduría General de la República, Petróleos Mexicanos (Pemex) y Comisión Federal de Electricidad (CFE), por ejemplo.
Su agenda se norteamericanizó. A pesar de que en el discurso oficial se habla de la diversificación de los mercados, generar nuevas alianzas comerciales y aprovechar los tratados firmados con otros países, en realidad en sus 51 días al frente de la Secretaría sus viajes se han concentrado en la Unión Americana y Canadá, cinco en total, y además canceló su viaje a la reunión de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC).
En sus actividades multilaterales sólo incluyó al G-20, y las reuniones con representantes de países latinoamericanos fueron en el marco de las sesiones celebradas en la Ciudad de México del Organismo para la Proscripción de las Armas Nucleares en la América Latina y el Caribe (OPANAL), encuentro pactado desde el año pasado. Y ha sido el subsecretario de Relaciones Exteriores, Carlos de Icaza, quien ha tenido que viajar en lugar de su jefe a Reino Unido y Alemania.
Pero hasta ahora, a pesar de todos los esfuerzos de Luis Videgaray y de tener como carta de presentación el apoyo del Presidente, los acercamientos con Estados Unidos han llevado como marca el desdén. En la primera visita al país del norte, en lo que parecía el primer triunfo del canciller, todo se derrumbó cuando Trump eligió el mismo día para dar a conocer su orden ejecutiva sobre la construcción del muro fronterizo. Y fue durante la segunda visita del funcionario mexicano, en la segunda semana de febrero, cuando las agencias de seguridad estadunidenses decidieron consumar su primera redada antinmigrante en 12 estados de la Unión Americana, deteniendo a por lo menos 680 personas, varias de ellas mexicanas.
A esto se suman las declaraciones de Trump a la televisión o en conferencia de prensa, o boletines de la Casa Blanca que no sólo marcan la agenda, sino que hacen dudar de los avances en un diálogo horizontal.
El último caso ocurrió esta semana, 52 horas antes de la llegada a la Ciudad de México de Rex Tillerson y John F. Kelly, secretario de Estado y director de Seguridad Interior estadunidense, respectivamente, cuando emitieron un comunicado el lunes 20 de febrero, desde esta última oficina, asegurando que el encuentro que sostendrían en nuestro país sería con el presidente Peña Nieto, rompiendo con todos los protocolos diplomáticos. En realidad no era del todo cierto, pues se había pactado la reunión sólo con el canciller y los secretarios de Hacienda y Gobernación, y solamente una visita de cortesía con el mandatario mexicano. Al día siguiente, el martes 21, el jefe de la Casa Blanca emitió un memorándum de actuación para el control migratorio, lo que permite acelerar el proceso de deportación de inmigrantes sin documentos y criminalizar como nunca antes la migración.
Para César Villanueva, doctor en Relaciones Internacionales por la Universidad Iberoamericana (UI), “Donald Trump le está marcando el paso a la diplomacia mexicana y está marcando los tiempos; decidió cuando empezaban, de qué manera, a través de qué medios y sigue haciéndolo”.
A decir de los especialistas, el rey gobierna con imágenes, los espacios que no ocupan las imágenes las llenan otros agentes, es por ello que “los mexicanos somos prisioneros involuntarios de la incapacidad de la diplomacia mexicana y su responsable directo, el presidente de la República, quienes a lo largo de estos años han sido incapaces de orientar una ruta sensata y viable para este país, no sólo en sus relaciones con Estados Unidos, sino que también con el resto del mundo”, aseveró Villanueva.
Luis Videgaray ha representado la mano derecha de Peña Nieto, desde su proceso de candidatura hasta la instalación de su gobierno, y definió el rumbo de la economía. Ahora, sin experiencia en temas diplomáticos, si bien no ha rebasado el marco legal de sus atribuciones, se ha erigido, de facto, como el supersecretario, rompiendo los protocolos al asumir el liderazgo de todos los ramos por los cuales atraviesa la relación binacional México–Estados Unidos, con anuencia del Congreso de la Unión o no, en asuntos tan medulares para el Estado mexicano como la seguridad interna, comercio, terrorismo, turismo, migración, tránsito de personas y mercancías, zonas limítrofes, uso de aguas compartidas, producción energética y soberanía alimentaria.
❝No llevarías a un capitán inexperto en un barco a temporal terrible, a un huracán, a alguien que no ha tenido la experiencia de manejar un buque a ese nivel, entonces nos hemos encontrado con muchas torpezas que se han cometido desde el 20 de enero a la fecha.
“El gobierno federal, encabezado por Peña Nieto, la oficina de la presidencia y obviamente Luis Videgaray no supieron actuar con tiempos, no supieron ir poniendo la agenda, se vieron muy temerosos, muy cuidadosos, muy delicados, tomando en cuenta este aspecto económico, eso es lo que realmente preocupa”, aseveró Villanueva.
En el escenario, consideró Villanueva, “nunca podrá haber una ruptura entre los dos países, lo que sí puede haber es un enorme desgaste” y, por decisión del Presidente, eso quedó en manos de Luis Videgaray.