Mientras que la pandemia por Covid-19 puso al descubierto la vulnerabilidad de los sistemas de salud, así como la fragilidad de los gobiernos ante un problema de esta escala, una amenaza mucho mayor se aproxima sin que existan acciones contundentes para frenarla o eludir sus impactos más inmediatos: el cambio climático, que dejó de ser un reto para las generaciones futuras, y se ha convertido en el principal peligro para la humanidad.
El último informe especial de la Organización Mundial de la Salud (OMS) sobre este tema consideró que la crisis climática es el reto más importante para la sanidad global, no sólo por sus impactos directos, que están fuertemente documentados, sino por aquellos que permiten el surgimiento de enfermedades transmisibles —como el nuevo coronavirus— o el incremento de padecimientos respiratorios debido a la calidad del aire.
Además, el cambio climático también es el principal responsable de otros riesgos secundarios como inseguridad alimentaria, escasez de agua, desnutrición y pérdida de suelo usable, todo ellos factores que propician el desplazamiento forzado de millones de personas alrededor del mundo.
Con tan sólo unos pocos indicadores, los expertos han estimado que el cambio climático será el responsable de 250 mil muertes adicionales cada año durante la próxima década.
›Ante este reto, la OMS emitió una serie de recomendaciones elaboradas por más de 150 organizaciones y 400 expertos en salud pública con el fin de exigir a los gobiernos, especialmente los de economías más desarrolladas, la implementación de acciones urgentes para frenar el cambio climático.
Estas recomendaciones incluyen principios para una recuperación justa de la pandemia, así como un principio en el que la salud se considera no negociable y la transición global hacia una economía del “bienestar” que permita salvar vidas; esta lista forma parte de los informes previos a la Conferencia de Partes de las Naciones Unidas que se celebrará el próximo mes.