La gente, en general, cree que el agua de pozo es limpia por naturaleza, pero esto no siempre es cierto. De hecho, en México, el agua de muchos pozos está contaminada, especialmente con flúor o arsénico. El verdadero problema radica en la falta de conocimiento sobre cuántos pozos están contaminados y cuáles lo están. Además, cuando se identifican los problemas, generalmente no se resuelven debido a la escasez de recursos.
Como el propio líquido,
sería saludable que la información sobre la calidad del agua fuera transparente; sin embargo, esto no sucede en México. Según el Índice Global de Datos Abiertos, el país tiene una buena posición, ocupando el puesto número 11 junto con Dinamarca y Estados Unidos, con 65% de transparencia. Sin embargo, hay tres áreas en las que la opacidad es total: la tenencia de la tierra, el gasto gubernamental y, curiosamente, la calidad del agua.
Esto ha permitido que, en muchos casos, comunidades consuman agua contaminada durante décadas, lo que resulta en un envenenamiento gradual de sus habitantes.
El caso más grave
Juan Manuel Ledón, coordinador general de la red de colaboración del Inventario Nacional de Calidad del Agua (INCA), considera que el caso más dramático se dio en el marco del Programa Nacional de Bebederos, que se llevó a cabo entre 2017 y 2019 en más de 18 mil 700 escuelas.
En este programa “se exigía a las empresas candidatas a participar como proveedores de bebederos, llevar a cabo muestreos y estudios de calidad de agua para garantizar que sus bebederos cumplieran con la normativa de calidad del agua”.
“Básicamente, se destapó la cloaca”, cuenta Ledón en entrevista con ejecentral. El Instituto Mexicano de Tecnología del Agua (IMTA) fue el encargado de realizar los dictámenes y reveló “un absoluto desastre y un desperdicio de recursos impresionante”, porque “la mayoría de los bebederos no cumplían con la normativa para garantizar la calidad del agua, y los que sí lo hicieron dejaron de funcionar al cabo de algunos meses porque no se les dio mantenimiento”.
Más allá de la “cantidad impresionante de bebederos abandonados, lo más grave fue que toda esa información sobre la calidad de agua que reciben las escuelas no se comunicó”.
Ledón comenta que hervir el agua en algunas zonas “no sirve para nada”, pues no elimina los elementos tóxicos; “incluso, algunos niños tienen sed y toman el agua del grifo directamente. Con concentraciones muchas veces, extraordinariamente altas, de arsénico o de flúor”.
Toxicidad hasta psicológica
La intoxicación aguda por arsénico provoca vómitos, dolor, diarrea, calambres y hasta la muerte; mientras que la exposición prolongada a este elemento puede causar cambios en la pigmentación de la piel, lesiones y engrosamientos, que son precursores de cáncer de piel, así como aumentar el riesgo de cáncer de vejiga y pulmón.
El arsénico también está asociado con resultados adversos durante el embarazo y la mortalidad infantil, y puede contribuir al desarrollo posterior de diabetes, enfermedades pulmonares y cardiovasculares, incluido el infarto de miocardio.
Igual que que el flúor (y el plomo), la exposición al arsénico afecta el desarrollo cognitivo, la inteligencia y la memoria. En el caso del flúor, incluso el síntoma que puede parecer menos grave, el manchado de los dientes, puede tener consecuencias psicológicas significativas, ya que “los niños pueden sentir vergüenza de sonreír”, comenta Ledón.
Falta de atención y cuidado
El Inventario Nacional de Calidad del Agua, en el que participan varias universidades y grupos de la sociedad civil, fue establecido en 2012 a partir del trabajo de María Deogracias Ortiz Pérez, investigadora de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí, sobre los niveles de flúor y arsénico en fuentes de agua de diferentes regiones del país.
La propia Ortiz Pérez “en el 2013, presentó ante la Secretaría de Gobernación el mapa que da cuenta de la dimensión y de la gravedad de la problemática a nivel nacional, que es común también a nivel internacional, pero en México prácticamente no se ha atendido”, dice Ledón, quien también es director de EcoSite, una de las organizaciones que integran el INCA.
La falta de atención, transparencia y comunicación gubernamental sobre este tema ha sido constante.
En el INCA, que realiza investigación, comunicación, instalación de filtros y educación, confían en que la actual crisis hídrica impulse la atención y recursos necesarios, tanto a nivel federal como municipal. Ledón señala que han logrado mejores resultados al colaborar con los gobiernos municipales.
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