Cae un mito: la depresión no es causada por un desbalance químico

1 de Diciembre de 2024

Cae un mito: la depresión no es causada por un desbalance químico

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Una revisión de más de 50 años de investigación no encuentra evidencia de que la falta de serotonina en el cerebro no es la causa de esta usual condición de salud mental, como se afirma desde los años 80

El pasado 20 de julio se publicó un artículo de investigación que cambiará de manera importante el tratamiento de la depresión y tal vez, al menos en parte, el ejercicio mismo de psiquiatría, pues encontró que la idea de que este problema de salud mental es causado por un “desbalance químico” es falsa.

Desde la década de los años 60 se propuso la idea de que la depresión era causada por una disminución en los niveles de un neurotransmisor llamado serotonina. Esta idea se publicitó ampliamente en los años 90 y actualmente las encuestas sugieren que alrededor del 80% o más del público en general en los países occidentales cree que se trata de un hecho científicamente comprobado.

Esto es un problema porque los antidepresivos que funcionan inhibiendo la recaptación de serotonina se consumen con regularidad e incluso se venden sin receta en las farmacias haciendo muy fácil la automedicación con estas u otras sustancias químicas.

“Esta creencia da forma a cómo las personas entienden sus estados de ánimo, lo que lleva a una perspectiva pesimista sobre el resultado de la depresión y expectativas negativas sobre la posibilidad de autorregulación del estado de ánimo”, señalan los artículo que se publicó en la revista Nature.

Al cabo que ya sabíamos

la depresión

La nueva investigación, que es una revisión tipo “paraguas”, es decir que analiza revisiones sistemáticas, metanálisis y estudios en los que se usaron grandes conjuntos de datos, no encontró evidencia de esta relación de causalidad en las alrededor de cinco décadas de investigación.

En entrevista con ejecentral, Mark Horowitz, líder de la nueva investigación, comenta que una parte importante del público recibió la noticia “con conmoción y asombro”, pues de los 21 mil millones de artículos científicos que se han publicado en el mundo, “nuestro artículo ya se encuentra entre los 500 más compartidos en la historia de la ciencia”.

También lo dice por un artículo de divulgación sobre la investigación publicado en el sitio The Conversation ya lleva casi millón y medio de lecturas.

›Sin embargo, la respuesta fue “muy diferente” en la comunidad médica. “La principal respuesta de los psiquiatras ha sido que ya lo sabíamos”, dice Horowitz, y añade que no sólo eso, sino que han recibido comentarios que señalan que “nunca pensamos que era la serotonina baja lo que causaba la depresión, eso es demasiado simplista”.

Esto significa, por un lado, que “ha habido una gran desconexión entre lo que piensan los psiquiatras y lo que se le ha dicho al público”, y por otro “creemos que los psiquiatras no han comunicado estos hallazgos al público porque muchos de ellos han presentado esta misma narrativa en el pasado”.

Además existe una parte no despreciable de psiquiatras que afirma “todavía creemos esto, sólo tenemos que hacer más investigación para probarlo”, lo que para Horowitz significa que “ha habido bastante disonancia cognitiva o confusión entre los psiquiatras”.

Las farmacéuticas desdeprimidas

Horowitz es enfático sobre la influencia que han tenido las compañías farmacéuticas en la promoción de la idea: “Por supuesto, por supuesto que lo hicieron. De ahí vino la historia”.

El investigador de la División de Psiquiatría del University College London y del Departamento de Investigación y Desarrollo, del Goodmayes Hospital explica que en la idea surgió en los años 1960 un grupo de investigadores sugirieron que “tal vez” la depresión es causada por niveles bajos de serotonina o una sustancia química similar.

“Fue una idea interesante; era una hipótesis, una suposición informada”.

Entonces la compañía farmacéutica Eli Lilly comenzó a desarrollar sustancias que inhibieran selectivamente la recaptación de la serotonina, con lo que aumentarían las concentraciones de este neurotransmisor en el llamado espacio intersináptico, que es la zona donde se conecta una neurona con otra, lo que a su vez estimularía aún más los receptores de serotonina.

En 1974, se publicó el hallazgo del primer inhibidor selectivo de la recaptación de serotonina, la llamada fluoxetina, y desde entonces los descubridores escribieron en su reporte que sería un fármaco antidepresivo.

La fluoxetina fue aprobada por la Agencia de Alimentos y Medicamentos de los Estados Unidos (FDA) en diciembre de 1987 y Eli Lilly lo lanzó al mercado en enero de 1988 con el nombre comercial Prozac.

Si bien no fue el primer antidepresivo de este tipo (la compañía suiza Astra AB, que en 1999 se fusionará con la británica Zeneca, vendía uno desde 1982), el éxito de Prozac fue demoledor: en un año, las ventas en Estados Unidos alcanzaron los 350 millones de dólares y a nivel mundial llegó a vender dos mil 600 millones de dólares al año, aseguró John Simons en la revista Fortune.

Para Horowitz esto fue el resultado de que las compañías farmacéuticas hicieron publicidad y “le dijeron a los médicos que la depresión es causada por niveles bajos de serotonina o la versión cotidiana coloquial: un desequilibrio químico… pero no fueron las compañías farmacéuticas las únicas que lo hicieron”.

A principios de este año, Horowitz y su equipo publicaron otro artículo en el que analizan a los psiquiatras académicos, quienes también retomaron la idea de la serotonina y el desbalance químico “en los libros de texto y en sus artículos académicos” ayudando a amplificar el mensaje de las compañías farmacéuticas.

Para Horowitz no hay duda: “Las personas se deprimen cuando sus vidas son abrumadoras, cuando están estresadas y les pasan cosas malas. Hay estudios, décadas de estudios que muestran que mientras más eventos negativos experimentas, más probable es que estés deprimido. La ruptura de una relación, pobreza, inseguridad, enfermedad física, el acoso; estas son las cosas que predicen quién se deprimirá o no”.

2,600 millones de dólares anuales eran las ventas mundiales de Prozac, el primer antidepresivo de captación de serotonina; en su primer año en EU vendió 350 millones de dólares.

A pelo y sin receta…

Horowitz considera que hay dos grandes problemas con la accesibilidad actual de los antidepresivos.

“Muchos psiquiatras han respondido a nuestra investigación diciendo: Bueno, la serotonina no repara, pero los medicamentos aún funcionan”, explica, y asegura “que es muy importante entender lo que hacen las drogas para darles sentido”.

Los estudios realizados por las compañías farmacéuticas con antidepresivos duran unas seis u ocho semanas, explica el investigador, pero “las personas los usan durante meses, años o décadas. No sabemos cuál es el efecto de los medicamentos a largo plazo. No se han hecho estudios así”.

Para poner un ejemplo, Horowitz explica que “no nos preocupa mucho que las personas usen insulina a largo plazo para la diabetes, porque la diabetes sí es causada por la falta de insulina. Si agregas insulina, que es una hormona natural y alcanza niveles normales, tiene mucho sentido, suena muy estable”.

“Pero si ahora entendemos que no hay niveles bajos de serotonina en la depresión, y cuando damos antidepresivos tenemos un aumento de serotonina en un cerebro normal, estamos cambiando la química del cerebro con estos medicamentos. Eso debería llevarnos a ser cautelosos a largo plazo con este medicamento, porque si no soluciona un problema subyacente, entonces no sabemos exactamente qué está haciendo”.

Pero una de las cosas que sí se sabe que están haciendo es generar acostumbramiento. Los antidepresivos no son tan fuertes como, por ejemplo el MDMA o éxtasis, “que afecta receptores similares en el cerebro” y que causan problemas de memoria, de concentración y trastornos del sueño, “todas esas cosas también son ciertas para los antidepresivos”.

Por otra parte, los antidepresivos probablemente también actúan adormeciendo las emociones de las personas, tanto las positivas como las negativas, dice Horowitz, y ese adormecimiento podría tener efectos secundarios sexuales.

Este adormecimiento “podría ser útil a corto plazo”, reducir el malestar y la angustia podría darle un respiro muy necesario a las personas; pero las consecuencias a largo plazo pueden afectar sus relaciones y su calidad de vida y, sobre todo, “puede hacer que sea más difícil aprender otras formas de afrontar los problemas”.

”Si como paciente le dijeran ‘aquí hay un medicamento que podría adormecerlo”, en comparación con lo que se suele decir: ‘aquí hay un medicamento que solucionará un problema químico subyacente”, tendría respuestas muy diferentes”, explica Horowitz.

El medicamento que adormece “tal vez suena como una muy mala idea para tomar a lo largo de toda vida… Algunas personas podrán optar por usarlos a pesar de todo, pero es posible que deseen usarlos por períodos de tiempo más cortos”.

Epílogo confesional

Casi al final de la charla, comento a Horowitz que estoy tomando antidepresivos, y me contesta que él también, y agrega que está siguiendo un procedimiento para dejarlos, porque, si bien no son adictivos, debido a la dependencia que generan no es algo fácil de hacer.

›Los síntomas de la abstinencia pueden ser muy graves hasta en una cuarta parte de los pacientes, explica Horowitz, y pueden durar, “para algunas personas semanas, meses e incluso años. Y la razón por la que duran tanto es porque el cerebro tarda en acostumbrarse a que las drogas ya no están allí después de estar muy acostumbrado a ellas”.

Se sabe que a veces las cosas se ponen tan graves “que las personas simplemente no pueden dejar el medicamento... también sabemos que hay un aumento en la tasa de intentos de suicidio en las dos semanas posteriores a la suspensión del antidepresivo”. Por estas razones es que, si se quiere dejar los antidepresivos, hay que hacerlo con calma y poco a poco. Que los antidepresivos no son difíciles de dejar, que los síntomas son breves y leves “es otro mensaje engañoso de las compañías farmacéuticas”.

Además los síntomas de abstinencia “a menudo son confundidos por los médicos que podría decir que las personas tienen problemas de salud mental subyacentes, porque los síntomas de abstinencia pueden incluir estado de ánimo deprimido, ansiedad, sueño y ataques de pánico”, asegura el experto.

“Creo que la investigación más útil es determinar cuáles son las circunstancias sociales que están más fuertemente vinculadas a la depresión y cuáles son las intervenciones que ayudan a las personas. ¿Es asesoramiento? ¿Es apoyo financiero? ¿Son grupos comunitarios?”, dijo.

Hacer otras cosas, como buscar la respuesta en otros neurotransmisores, “es mirar debajo de la farola equivocada”.

25% de los pacientes pueden tener síntomas graves de abstinencia al tratar de dejar los antidepresivos, y estos pueden durar semanas, meses e incluso años.