Lo ocurrido la noche del domingo en Las Vegas se ha ganado ya el calificativo de la peor masacre en la historia de Estados Unidos.
Stephen Paddock, un hombre de 64 años, disparó desde el piso 32 del hotel Mandalay Bay contra los miles de asistentes a un festival de música country, para luego quitarse la vida. En un lapso de 9 y 11 minutos, lanzó hasta 12 mil balas. Para eso, modificó una docena de armas para convertirlas en automáticas. Además, colocó cámaras en la habitación y en el pasillo del hotel para monitorear la llegada de la policía. Todo esto habla de un ataque detalladamente planificado.
El saldo: 59 personas muertas y más de 500 heridas. “Fue un acto de maldad pura (…) Nuestra unidad no puede ser resquebrajada por el mal. Nuestros lazos no pueden ser rotos por la violencia”, expresó el presidente Donald Trump.
La Unión Americana tiene un largo y triste antecedente de ataques producidos con armas de fuego. Antes de éste, el que más víctimas mortales había cobrado era el del 12 de junio de 2016, en la Discoteca Pulse, de Orlando, Florida, cuando murieron 49 personas y 53 resultaron heridas.
El 16 de abril de 2007, en la Universidad Virginia Tech, de Blacksburg, un tiroteo dejó como saldo 32 personas muertas y 29 heridas. En la tristemente conocida escuela primaria Sandy Hook de Newtown, Connecticut, el 14 de diciembre de 2012, hubo 27 muertes y dos heridos. Mientras que el 18 de julio de 1984, en San Ysidrio, California, en un ataque dentro de un restaurante McDonald´s, perdieron la vida 21 personas y 19 resultaron heridas.
Muy a pesar de la creencia del presidente Trump, no fueron musulmanes, mexicanos o inmigrantes los responsables, por lo menos en todos los casos. Fueron sus propios ciudadanos y su política sobre las armas las que han causado esas muertes.
De acuerdo con la organización Campaña Brady, en el vecino país del norte, cada año mueren 33 mil 880 personas por disparos de armas de fuego, lo que equivale a un promedio de 93 fallecimientos al día. Además, diariamente, otras 222 personas sobreviven tras recibir disparos.
En lo que va de 2017, se tiene registro de 46 mil 595 incidentes armados en los que han muerto 11 mil 652 personas, según los datos más recientes del grupo Archive Gun Violence, que hace un seguimiento pormenorizado de todos los tiroteos.
Curiosamente, en el país que abandera a nivel mundial el uso y posesión de armas de fuego, no hay una estadística precisa de cuántas hay en manos de sus ciudadanos. Sin embargo, se estima que las tienen nueve de cada diez. El Servicio de Investigación del Congreso calculó, en un estudio de 2012, que tres años antes había unas 310 millones de armas. La población estadounidense es de 321 millones de habitantes.
Las Vegas pertenece a Nevada, estado que tiene una de las legislaciones más flexibles para la compra de armas en todo el país. No se requiere de un permiso especial para adquirirlas y sólo es necesario cumplir los requisitos de la legislación federal: tener un mínimo de 18 años para la compra de rifles y 21 para la de pistolas cortas, así como no contar con antecedentes penales. Incluso, la ley de Nevada no limita el número de armas que puede tener cada individuo y tampoco impide que los ciudadanos las lleven en público.
Es probable que lo ocurrido en Las Vegas represente un punto de quiebre que abra en el Capitolio un debate serio sobre la posesión y uso de armas de fuego. Se ve difícil pues el lobbying armamentista tiene un gran poder y su respaldo fue determinante para el triunfo de Trump. Mientras tanto, seguiremos viendo escenas de violencia como ésta y Estados Unidos continuará durmiendo con el enemigo. ¡Ah! Pero eso sí, lo la conservadores insisten en que no es momento de hablar del tema. Yo me pregunto ¿entonces cuándo, cuántas coronas seguirán poniendo sobre las tumbas para tomar realmente en serio el tema?