Las mujeres del narco

25 de Noviembre de 2024

Hannia Novell

Las mujeres del narco

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Las series de televisión dibujan a las buchonas como muñecas, rostros y cuerpos femeninos cuidadosamente esculpidos por cirujanos, que tienen una vida llena de lujos, con vestidos y joyas extravagantes a su disposición. Sin embargo, la realidad es muy diferente.

Las esposas, amantes y acompañantes de los narcotraficantes enfrentan violencia doméstica y una serie de abusos que ponen en riesgo su integridad física, su vida y su libertad. No son reinas. Son obreras de la mafia y esclavas del crimen organizado.

La mayoría de las mujeres se incorporan a las actividades criminales por necesidad, buscando un mejor futuro económico, pero hay un factor más contundente. Las mujeres empiezan a realizar tareas delincuenciales casi siempre porque hay un vínculo afectivo con el criminal: el hijo, el esposo o el padre.

Por lo tanto, el narcotráfico no es un asunto de hombres. La Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC, por sus siglas en inglés) ha documentado la participación de las mujeres en la cadena de producción, procesamiento y distribución de drogas en todo el mundo.

Son múltiples las actividades que las mujeres desempeñan en la cadena criminal de la droga. La mayoría empieza con la introducción de teléfonos celulares, dinero y droga a las prisiones y otras recogen las ganancias de las extorsiones y de la venta de drogas.

Algunas operan los laboratorios de droga y mezclan los ingredientes del veneno mortal, otras ejecutan acciones de vigilancia y protegen los territorios de la mirada enemiga. Sólo un universo mínimo logra ascender en el escalafón criminal, transportando personas, armas, vehículos y millonarios cargamentos de droga.

En la economía ilegal del narcotráfico, las mujeres son las principales víctimas. Quedan expuestas al alcoholismo y la drogadicción, pero también a la violencia doméstica. Hay abuelitas que prestan sus cuentas bancarias para extorsiones, con tal de evitar los golpes de los hijos y los nietos.

Sean raspachinas, colaboradoras, mulas o cocineras; nacidas en Colombia, Guatemala, El Salvador, Costa Rica, México o Brasil, las mujeres son proveedoras de placeres sexuales y generalmente son tomadas por la fuerza y sin su consentimiento.

Las mujeres del narco son víctimas de tortura y abusos al interior de las organizaciones criminales, son carne de cañón para las pandillas y las principales víctimas en casos de venganzas entre grupos criminales. Luego, tras ser aprehendidas por las autoridades, son criminalizadas, violentadas y silenciadas.

En Mujeres y narcotráfico: ¿qué papel juega la mujer en el problema y la solución?, un documento elaborado por la UNODC se asienta una verdad aplastante: cerca del 35% de las mujeres en prisión de todo el mundo, se encuentran condenadas por delitos relacionados con drogas.

En México, la cifra es significativamente superior. El informe denominado

Las mujeres olvidadas de la Guerra contra el narco, refiere que desde 2006 a la fecha, 84% de las mujeres en prisión, permanecen en las cárceles de todo el país por ilícitos asociados con el narcotráfico.

Un escándalo. Las bandas criminales se disputan los territorios de tráfico y venta de estupefacientes y asesinan a 80 personas diariamente. Mientras tanto, miles de mujeres que están al final de las estructuras criminales son detenidas, arraigadas, torturadas y juzgadas como si ellas fueran los grandes capos de la droga.

Las mujeres del narco no son ángeles ni demonios. Son obreras de la mafia y esclavas del crimen.

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