En nuestro país, los migrantes centroamericanos son recibidos a palos y patadas, en lugar de ser objetos de la protección internacional que requieren debido a las circunstancias de violencia, hambre o persecución que sufren en sus naciones de origen.
Los datos duros son indicadores de la tragedia humanitaria. México lidia con un flujo migratorio histórico, con 147 mil personas indocumentadas detectadas en territorio nacional y más de 77 mil solicitudes de asilo registradas durante los primeros ocho meses de 2021.
Para frenar las caravanas de migrantes hay solo 21 elementos de la Guardia Nacional en nuestras fronteras, con los que se deben establecer retenes, así como asegurar y repatriar a las personas en situación de movilidad.
La Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados (COMAR) es un sistema colapsado, sin personal ni recursos para hacerle frente a la gigantesca ola migratoria. Entre enero y agosto de este año se registraron 77 mil 559 solicitudes de asilo, 10% más de la cifra récord registrada en 2019 y aún faltan cuatro meses para terminar el año.
Hasta el 31 de agosto, la mayor parte de quienes han solicitado asilo son originarios de Honduras (26 mil 699); Haití (18 mil 833), y Cuba (siete mil 375), entre otros 99 países. Las mujeres representan el 39.5% del total de solicitantes, con 30 mil 654 peticiones de refugio, y las niñas, niños y adolescentes son el 23.3% del universo total.
Entre 2012 y 2018, sólo 614 haitianos solicitaron asilo en México; en 2019 y 2020 fueron 5 mil 539 y 5 mil 934, respectivamente; y entre enero y agosto, el número llegó a 18 mil 843.
La turbulencia política en Haití, que incluye el asesinato de su presidente, Jovenel Moïse, la serie de desastres naturales que han azotado su territorio, la violencia del crimen organizado y la pobreza extrema son algunos de los factores que provocaron un repunte inusitado en la migración de mujeres y hombres de esa nación caribeña.
La solidaridad y ayuda internacional, sin embargo, han brillado por su ausencia. Mientras el gobierno federal de México mantiene cercadas a las caravanas de migrantes, la administración de Joe Biden lanzó un plan para aumentar el número de vuelos de deportación a Haití.
No olvidemos que las personas refugiadas se encuentran imposibilitadas de regresar a sus países de origen debido al temor fundado de persecución política, conflicto o violencia. Esas son las razones por las que solicitan protección internacional y es justo en este momento de dolor cuando México ha traicionado su tradición de ayuda humanitaria.
Desde hace tiempo Andrés Ramírez, titular de la COMAR, encendió las señales de alarma y alertó sobre la falta de recursos humanos y materiales para brindar protección a los migrantes, en condiciones dignas.
“La cantidad de gente que está llegando es realmente inusitada. No habíamos tenido algo así jamás en la historia de México. Estamos en una situación realmente agobiante y ya avanzando hacia el colapso”, advirtió.
No obstante, el llamado ha sido ignorado. En 2019, la Cámara de Diputados le aprobó a la COMAR un presupuesto de 21 millones de pesos; en 2020 tuvo 27 millones; en 2021 logró 44 millones y para el próximo año sólo se le presupuestaron l45 millones de pesos para hacerle frente a las decenas de miles de solicitudes de asilo.
Es preciso que, ante el aumento de los flujos migratorios y de la cantidad de personas solicitantes de refugio, la Federación otorgue suficientes recursos para garantizar los derechos humanos de las personas migrantes y solicitantes de refugio. De otra forma, se consolidará la crisis humanitaria que hoy está en ciernes.
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