Las presiones inflacionarias en México derivadas por los cuellos de botella en las cadenas de suministro, una recuperación de la demanda mayor a la oferta, y los elevados precios en alimentos y energéticos, son parte de los factores que han generado una mayor aversión al riesgo, dice en su informe de política monetaria, el Banco de México.
Además, continúa que a los choques inflacionarios derivados de la emergencia sanitaria se añaden las presiones del conflicto geopolítico y las estrictas medidas de confinamiento en China por los casos de Covid-19; menciona que en abril la inflación general alcanzó un 7.68% y la subyacente un 7.22%, los niveles más altos desde enero de 2001, situación que llevó a la junta de gobierno a tomar la decisión de aumentar en 50 puntos base la tasa objetivo a un día, lo que significa que la aumenta a 7 por ciento.
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El Banxico ve como riesgo la persistencia de la inflación subyacente en niveles elevados todavía. La Inflación subyacente es el indicador que descuenta los factores volátiles, por lo que su medición es más exacta para la formación de precios en el mediano y largo plazo, y en los últimos 17 meses no ha parado de aumentar.
Aunque no es restrictiva aún la tasa que se impuso de 7% frente a la inflación, sí es una forma de inhibir el consumo dentro del sector financiero al tener costos más altos en los créditos y financiamientos a empresas y personas.
Para 2022, el Banco de México espera que la inflación alcance 6.54%, mayor al 5.5% que preveía en la anterior estimación.
Destaca que espera que en el segundo trimestre se tenga una tasa de 7.6% y para el tercero una de 7%, por lo que irá descendiendo en el transcurso de 2023; para el primer trimestre de 2024 se acercaría a la meta del 3%.
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