Juchitán de Zaragoza. La ciudad se ha convertido en el corazón de la ayuda humanitaria para la zona istmeña. A una semana del terremoto de 8.2 grados que destruyó pueblos completos en Chiapas, Oaxaca y Tabasco, la sociedad civil ayuda a escondidas de las autoridades. Un grupo de jóvenes logró llegar a casi 10 municipios y comunidades rurales donde el gobierno no ha pasado y donde la comida escasea debido a la ruptura de la cadena comercial. Desde la Ciudad de México, la comunidad oaxaqueña comenzó a mandar ayuda directa a sus paisanos. La clase política en Oaxaca perdió toda credibilidad, el temblor desmoronó la poca reputación existente y la población no quiere que la desgracia se capitalice de manera electoral. En la colonia Santa María la Ribera, de la Ciudada de México, cerca del Quiosco Morisco, se encuentra el restaurante Comixcal, abierto por las hermanas López Pineda. Mayra y Marahi descansaban cuando el sismo las despertó del sueño para ingresarlas a una pesadilla: los barrios que conocieron de niñas en Juchitán estaban destruidos.
›Durante el viernes 8 de septiembre inició una colecta pequeña en el restaurante para apoyar a los oaxaqueños. “Pero no creímos que en menos de 24 horas se llenara el local, al punto de que cancelamos el servicio para dedicarnos al apoyo”.
“Los locales de al lado se unieron a nosotros y comenzamos a recibir apoyo de muchas asociaciones y amigos que vieron el estado en que se encuentra Oaxaca”, dice Mayra. Desde la Ciudad de México, Mayra viajó a Juchitán y se encontró con un panorama complejo para la ayuda.
Del activismo a la degradación
Juchitán es cuna de los movimientos sociales, obreros y estudiantiles oaxaqueños desde la década de los ochenta. La fundación de la Coalición Obrero-Campesino-Estudiantil del Istmo (COCEI) fue un parteaguas para la política local; sin embargo, el activismo con los años se convirtió en política. Ahora la COCEI en Juchitán está dividida en varios partidos políticos y movimientos sociales. Los políticos locales han subido fotografías y videos regalando despensas y ropa para los damnificados, aprovechando la inoperatividad de la alcaldía juchiteca, por ejemplo, que perdió su centro de operaciones por el gran sismo. El hartazgo también vino acompañado por la descomposición del tejido social. De cinco años a la fecha, la delincuencia local convirtió al municipio en un foco rojo para la seguridad en el estado.
No queremos nada con el gobierno de ningún tipo, sólo vienen a querernos comprar el voto”, señalan los ciudadanos.
Ante los desastres del sismo y la incapacidad de las autoridades municipales, el Ejército tomó las riendas del apoyo alimenticio, de salud y de las actividades de reconstrucción en las zonas devastadas. Para Mayra López Pineda, una joven morena de complexión delgada, “la situación es muy difícil (…) la ayuda se traslada a escondidas y como una operación hormiga, de poco hemos abarcado mucho”. Desde la capital de la República se trasladan camiones con víveres, ropa, zapatos y cobijas para los necesitados.
Operaciones secretas
No sólo la red de Mayra opera en Juchitán para otros municipios, se estima hay otras cinco organizaciones civiles y religiosas que están trabajando de manera anónima para llevar brigadas de apoyo. En el caso de la red de Comixcal, existen varias bodegas ocultas en lugares específicos de la ciudad para salir a carretera a cualquier hora del día.
No podemos decir cuándo llegan los camiones cargados, por seguridad de la carga y de todos. Tratamos de no mantener mucho tiempo el apoyo en un solo lugar y acomodarlo en los pueblos necesitados”, dijo uno de los brigadistas.
Desde el sábado 9 de septiembre se han entregado despensas y suministros para la higiene personal en Juchitán, en las nueve secciones que comprenden casi cien colonias y en la agencia rural juchiteca Álvaro Obregón. En menos de una semana han colocado 26 toneladas de alimento y todos los días llegan camiones con apoyo. El horizonte para los brigadistas es similar, hay pueblos que desaparecieron o donde los servicios de agua y luz se suspendieron. En la comunidad de 20 de Noviembre “El Morro” durante tres días se acabó la comida, como pueblo pesquero no pudieron trabajar por la retracción del mar y las lagunas.
En 20 de Noviembre regresé llorando porque ahí no había pueblo, eran un grupo de casas de adobe que cayeron y que ahora no podían salir de ahí. No había qué comer y nada qué beber”, se lamenta una de las brigadistas.
Los jóvenes nutren el movimiento. Cerca de 40 estudiantes de Puebla, Tlaxcala, Hidalgo y algunos de la Ciudad de México han llegado como voluntarios. Se han sumado la Sociedad de Estudiantes Radicados en Puebla, la Asociación de Jóvenes Esperanza de la Fraternidad Masónica, la Asociación Nacional de Abogados Democráticos y la Fundación Proveedora Escolar de Oaxaca que mandó a voluntarios para las jornadas. “El ADO nos mandó dos autobuses llenos de ayuda, víveres hasta en los asientos y nos da facilidades para trasladar la comida”, dice Mayra. Su hermana Marahi opera en Ciudad de México, con Alexis Jiménez y Gabino Celaya, quienes se aliaron con centros de acopio como el Cultural Macario Matus. Pero el anonimato y la discreción no lo hacen por humildad. En Juchitán hay registros de grupos de delincuentes que comienzan a entrar a las tiendas y barrios para robar lo rescatado por el sismo.
Nosotros jugamos con mucha inteligencia, hay grupos que se orillan en la carretera y paran a las camionetas con palos y piedras y andan armados con machetes y armas pequeñas para asaltar los camiones con carga. De los militares, sabemos, tienen esa orden y nada se puede hacer”, agrega Mayra.
El sol del mediodía no es impedimento para que los 40 jóvenes trabajen en sus bodegas escondidas. Bajo un árbol arman las despensas en bolsas oscuras para no revelar el cargamento. De manera silenciosa llegan a los barrios para apoyar a los desposeídos.
96 personas
muertas es el saldo del sismo ocurrido el pasado 7 de septiembre
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