2 de octubre, desde Washington

29 de Diciembre de 2024

Raymundo Riva Palacio
Raymundo Riva Palacio

2 de octubre, desde Washington

1ER. TIEMPO: La paranoia comunista. Los tres meses vertiginosos que culminaron con la matanza de Tlatelolco el 2 de octubre, encontraron a un presidente Gustavo Díaz Ordaz informativamente aislado por su secretario de Gobernación, Luis Echeverría, que estaba convencido que el Movimiento Estudiantil era una conspiración comunista mundial que buscaba sabotear los Juegos Olímpicos que empezarían el 12 de octubre de 1968. La creencia popular, alimentada por leyendas y desinformación, era que agentes soviéticos y cubanos manipularon a varios líderes estudiantiles para sus fines. Lecturas empapadas en ideología han tergiversado parte de la historia. Por ejemplo, un cable de la CIA del 19 de julio de 1968, que dio pie a pensar en la intervención cubana, registró un reporte de prensa de que el cónsul cubano en Veracruz había aconsejado y provisto de material de propaganda a varios de los estudiantes en las manifestaciones. En un largo informe de tres páginas, el entonces embajador de Estados Unidos en México, Fulton Freeman, reportó al Departamento de Estado que “la cuestión de influencia extranjera en los disturbios estudiantiles como en el liderazgo estudiantil mismo, es difícil de determinar por la gran cantidad de corrientes dentro del movimiento estudiantil, la fluidez del liderazgo en diferentes momentos y el alto grado de espontaneidad que ha caracterizado las acciones estudiantiles… El involucramiento extranjero directo ha sido esencialmente insignificante y para las embajadas extranjeras, difícil de probar”. Freeman agregó que un alto funcionario en la Secretaría de Gobernación —el vínculo institucional que tenía era sólo con Echeverría—, afirmaba que “el gobierno de México tiene pruebas sólidas de que las embajadas soviética y cubana han ayudado a los manifestantes”. En ese cable reconocía que había grupos dentro del movimiento con vínculos en países comunistas —como el Partido Comunista Mexicano, muy activo en el movimiento—, que podían ser vistos como si estuvieran respaldados por los comunistas. “Ellos tienen una clara influencia en la formulación de las demandas estudiantiles, que cambiaron del enfoque inicial tras el incidente del 29 de julio —el abuso policial contra estudiantes en La Ciudadela— a temas como la liberación de prisioneros políticos y la derogación del artículo 145 —sobre la disolución social—, que por años habían luchado los comunistas para eliminarlo. Pero la influencia de grupos apoyados desde el exterior en cualquiera situación táctica, es mucho menos clara”. Freeman no veía una conspiración comunista, pero quizás, como hipótesis, “pequeños grupos extremistas muy bien organizados y disciplinados” que actuaban dentro del movimiento estudiantil. La paranoia de Díaz Ordaz y Echeverría, no era compartida.

2O. TIEMPO: La conspiración sin conspiradores. En medio del conflicto estudiantil de 1968, el presidente Gustavo Díaz Ordaz recibió en Palacio Nacional al diputado demócrata de Alabama, Armistead Selden, que presidía el Subcomité de Asuntos Interamericanos en el Congreso. Díaz Ordaz le dijo que si bien el movimiento no nació con la inspiración de los comunistas, gradualmente varios líderes inspirados por Moscú fueron adquiriendo gran importancia en la toma de decisiones. Posteriormente, agregó, fueron desplazados por “extremistas de orientación mao-castro-trotskista”. La Embajada de Estados Unidos, sin embargo, según el cable del embajador Fulton Freeman, creía que “el grupo de la vieja guardia comunista, cuyo liderazgo y organización son bien conocidos por las fuerzas de seguridad, causó pocos problemas al gobierno”. El presidente Lyndon B. Johnson estaba interesado en saber el grado de intervención soviética y cubana en el Movimiento Estudiantil, y a través de su consejero de Seguridad Nacional, Walt Rostow, pidió información a la Embajada en México, mediante un cuestionario de cinco puntos. “¿Hay verificación de que los estudiantes están utilizando rifles nuevos provistos por ‘fuentes chinas’?”. La respuesta: No. “¿Hubo o no infiltración de extranjeros a México justo antes de los disturbios?”. Respuesta: La única información confirmada de extranjeros que “pudieron haber” participado en los disturbios fueron dos estudiantes franceses, un chileno, un portorriqueño y un estadounidense; estos tres últimos, detenidos el 26 de julio, fueron deportados. “¿Qué organizaciones fuera del ámbito universitario tomaron parte o dieron apoyo económico o con armas?”. La respuesta: No hay información concluyente sobre el apoyo con armas a los estudiantes. Los grupos comunistas apoyaron “moralmente” al Movimiento y ayudaron para recolectar fondos. El costo estimado entre el 26 de julio, cuando se juntan las manifestaciones en protesta por la golpiza policial en La Ciudadela y el aniversario de la Revolución Cubana, y el 26 de septiembre, cuando el rector de la UNAM, Javier Barros Sierra, tras de que la Junta de Gobierno rechazó en forma unánime su renuncia, dice que se mantendrá en sus funciones, fue de “4 millones de pesos”, en ese entonces, 320 mil dólares. “Verificar si es posible, los actos de la Brigada Olimpia, como reportó el FBI”. Respuesta: Varios estudiantes dijeron que fue formada por trotskistas, para causar sabotajes en infraestructura, en la logística de las Olimpiadas y para secuestrar atletas. En ninguna parte de los informes a Washington, se les mencionó como parte de una conspiración comunista global.

3ER. TIEMPO: La trampa de Tlatelolco. Cuando estalló el conflicto estudiantil, el 22 de julio de 1968, derivado de una represión policiaca sobre “Los Arañas” y “Los Ciudadelos”, estudiantes de las Vocacionales 2 y 5 del Politécnico y de la preparatoria “Isaac Ochoterena”, incorporada a la UNAM, que tuvieron una pelea campal en La Ciudadela, donde nació el Movimiento Estudiantil, el gobierno de México no disponía de información sobre su organización y líderes. Fulton Freeman, embajador de Estados Unidos en México, reportó al Departamento de Estado que “la preocupación del gobierno era que este grupo, ya sea a través de actividades terroristas directas o por su capacidad para incendiar a las masas estudiantiles, alterara los Juegos Olímpicos. El problema del gobierno era identificar a sus líderes y romper su organización antes de los Juegos”. En la medida que se acercaba la fecha de la ceremonia de inauguración, escribió Freeman, “se dio la necesidad imperativa de romper la organización terrorista y capturar a sus líderes”. Fue esta la razón, explicó, de la “súbita” ocupación de Ciudad Universitaria por parte del Ejército, sin lograr el objetivo porque los líderes se habían ido poco antes de que llegaran las tropas. Es probable, agregó, que esa fuera la misma racional para ocupar Zacatenco y el Casco de Santo Tomás, pertenecientes al Politécnico. El gobierno de Gustavo Díaz Ordaz, con la ejecución táctica del secretario de Gobernación, Luis Echeverría, comenzó a no actuar durante días, permitiendo que se realizan mítines. La estrategia era que se confiaran para hacer redadas masivas y detener a los dirigentes. Así pasó, y conforme más líderes iban cayendo, más información iba obteniendo el gobierno del Movimiento. Eso fue lo mismo que vio Freeman para el 2 de octubre, cuando el gobierno permitió el mitin en la Plaza de las Tres Culturas en Tlatelolco. “Esperaban que muchos de los elementos extremistas y lideres se reunieran, y parece suficientemente claro que hicieron los preparativos”. Aquella noche hubo decenas de muertos y detenidos, en una historia que aún está inconclusa. Uno de los capítulos abiertos lo señala Freeman en su cable, cuando se refiere a la dinámica por el control y la dirección del Movimiento Estudiantil. “Parece ser que han estado compitiendo por el liderazgo la vieja izquierda y la nueva izquierda radical contra los moderados”, escribió Freeman, quien agregó lo que es una duda sin resolver hasta hoy: “También pudo haber otros, grupos ad hoc representando los intereses de políticos mexicanos descontentos”.