Es uno de los mayores pulmones del planeta, pero su importancia sigue sin tomarse en cuenta. Se trata de la selva amazónica, que se extiende por al menos nueve países latinoamericanos, pero del lado de Brasil, donde tiene la mayor parte de su territorio, tiene también su mayor amenaza.
Se calcula que al menos 830 mil kilómetros cuadrados de este bosque tropical —una extensión que equivale al 20% la amazonia brasileña— no están catalogadas ni como unidad de conservación, ni como reserva indígena, ni como tierra privada, lo que ha originado invasores de tierras, mineros y madereros ilegales la exploten al margen de la ley.
Según datos del Instituto de Investigación Ambiental de la Amazonía (IPAM), entre 1997 y 2020, el 87% de la deforestación amazónica en suelo público tuvo lugar en áreas ‘no destinadas’, gran parte en tierras invadidas y registradas de forma fraudulenta como privadas.
“La devastación la vemos en forma de balsas que bajan cada día por el río llenas de madera de la selva”, relató Cristian Alfaia, uno de los líderes comunitarios de la región a AFP.
Y aunque desde hace varias décadas se han trabajado diversas propuestas para regular y proteger estas tierras, el gobierno encabezado por el presidente brasileño no las ha considerado prioritarias, lo que a su vez le ha valido acusaciones de agravar la crisis climática por parte de grupos ambientalistas.