En defensa de las instituciones, James Madison planteó en El federalista que: “Si los hombres fuesen ángeles, el gobierno no sería necesario. Si los ángeles gobernaran a los hombres, saldrían sobrando lo mismo las contralorías externas que las internas del gobierno”. Así, hace más de doscientos años, tomaba forma un principio elemental para quienes hemos dedicado nuestra vida al servicio público: la rendición de cuentas.
›A lo largo de mi carrera, he tenido el privilegio de colaborar en la cristalización de este principio. En los últimos seis años, principalmente, desde diversas instancias se han dedicado esfuerzos sustanciales para desarrollar mecanismos de vigilancia—tanto verticales como horizontales— de los entes gubernamentales, poniendo al ciudadano y sus necesidades en el centro de las políticas públicas.
La rendición de cuentas es, ante todo, un conjunto de mecanismos formales que tienen la finalidad de informar, explicar y justificar ante la ciudadanía las decisiones de las autoridades, especialmente en lo que hace a las finanzas públicas y la gestión de gobierno. Se trata de una de las virtudes primordiales de las democracias modernas y un elemento ineludible de las instituciones que tengan las características de ser eficientes, eficaces y efectivas. Por ello, las acciones de cualquier servidor público deben estar no solamente apegadas a derecho, sino también a los principios de economía, transparencia y honradez, privilegiando en todo momento el interés público y priorizando las demandas de una sociedad cada vez más interesada en el quehacer gubernamental y que exige el mejoramiento de la gestión pública. He tenido la oportunidad de formar parte de los tres Poderes de la Unión, y en cada cargo en el que me he desempeñado, he sido testigo de la pasión y el compromiso de quienes laboran en todos los niveles de la Administración Pública Federal. Ellos, junto con representantes de la academia y la sociedad civil organizada lograron impulsar políticas y herramientas para transparentar, fiscalizar, vigilar y mejorar la rendición de cuentas en todo el país. Ejemplo de ello es la creación del Sistema Nacional Anticorrupción (SNA), muestra del compromiso del Estado con la transparencia, la generación de información pública útil, así como con la fiscalización de los recursos públicos para luchar contra la corrupción. Este sistema se sumó a una lógica sistémica que responde a la necesidad de enfrentar problemas complejos integralmente. Fue cimentado en tres vertientes: la coordinación de autoridades de los tres órdenes de gobierno, la configuración de contrapesos y el otorgamiento de un papel medular a la ciudadanía. Llegar a este diseño, derivado de procesos dialógicos, no fue sencillo. Desde el Senado de la República participé y pude observar la forma en la que el nutrido debate entre distintos sectores de la población enriqueció la redacción de las leyes que hoy dan vida a los sistemas nacionales de Transparencia, Archivo, Anticorrupción y Fiscalización. La pluralidad fue la vía para entrelazar los esfuerzos de distintas instancias a fin de crear un sólido andamiaje de coordinación y participación ciudadana. En este tenor, este ecosistema institucional que procura la rendición de cuentas, es en sí un logro destacable. Abrió espacios de intercambio y comunicación dinámicos, que facilitan la coordinación de todas las autoridades con atribuciones que coadyuvan al combate de la corrupción, asegurando un papel preponderante de la sociedad mediante distintos mecanismos, en el que destaca el Comité de Participación Ciudadana. Por otro lado, la Secretaría de la Función Pública impulsó la modernización de los órganos internos de control de la administración pública. Éstos representan una pieza clave dentro del SNA, pues sobre sus hombros está verificar que la actuación de las personas servidoras públicas se encuentre apegada a la ley y abone a los objetivos sustantivos de las instituciones gubernamentales. Este conjunto de cambios jurídicos e institucionales tuvo como objetivo fundamental: transformar el servicio público y su relación con la ciudadanía. Siendo titular de la Secretaría de la Función Pública, tuve la responsabilidad de representar al Ejecutivo federal ante el Comité Coordinador del SNA y puedo afirmar que los avances alcanzados son una base sólida para la siguiente administración. El trabajo de los siete entes que conforman dicho Comité ha permitido robustecer el entramado institucional y normativo en materia de transparencia, auditoría y fiscalización. No obstante, es necesario insistir en la rendición de cuentas como principio permanente del servicio público, es decir, se debe promover el ejercicio de prácticas habituales, a través de las cuales las autoridades informen, expliquen y justifiquen sus decisiones. Aún falta mucho por hacer para que esta visión sistémica arroje los resultados que la ciudadanía merece y espera. Sin embargo, la instrumentación de los mecanismos con los que cuenta el Estado para la rendición de cuentas aún está en consolidación y no podemos caer en el riesgo de la impaciencia. Es indispensable apostar por la implementación total de las piezas, evitar buscar soluciones sencillas a temas por demás complejos, y fomentar que esta visión se fortalezca y madure. La rendición de cuentas llegó para quedarse, y desde la trinchera que nos corresponda estaremos siempre a favor de un buen gobierno, que sea sensible a las demandas ciudadanas y que actúe con honestidad e integridad. *Secretaria de la Función Pública.