Sólo Andrés Manuel López Obrador fue capaz poner de pie a los priistas y levantarles el puño en señal de combate. Ocurrió mientras hablaba el dirigente nacional del PRI, Enrique Ochoa Reza, durante el cierre de su XXII Asamblea Nacional. Dijo que al romper los candados que impedían las candidaturas externas, el tricolor está haciendo una alianza con los ciudadanos que vuelve “invencible” al partido. Esa es la mejor fórmula para detener al “populismo autoritario”, exclamó el michoacano, famoso por haber ganado concursos de oratoria y que hoy, en su primer encuentro multitudinario con los priistas, pasó una de sus mayores pruebas. Lo que vive Venezuela no lo queremos para México, advirtió Ochoa, para después arengar: “El PRI es el único capaz de frenar al populismo, por eso vamos a ganaremos en 2018”. Dicho esto, los gobernadores se pusieron de pie. Y no para ovacionar a su líder, sino para alzar el puño e iniciar un grito de guerra. En seguida la hicieron los secretarios de Estado, luego los exdirigentes del partido, los coordinadores parlamentarios y al final todo el Palacio de los Deportes.
Vamos a ganar”, “vamos a ganar”, “vamos a ganar”, retumbaba el recinto, que tiene capacidad para 17 mil 800 personas.
Enardecidos los priistas, Ochoa Reza hizo una apuesta más elevada que aquella que el año pasado hizo Manlio Fabio Beltrones y que le costó el cargo de dirigente nacional del PRI. En 2016, Beltrones ofreció ganar nueve de 12 gubernaturas, pero al final sólo obtuvo cinco. El sonorense debió tragarse sus palabras y presentar su renuncia. Para 2018, Ochoa Reza puso la vara más alto. Dijo que el PRI no sólo ganará las elecciones presidenciales, sino que ofreció nueve de nueve. Y coreó los nombres, lo que desató la bulla de los que vienen del interior de la República.
Chiapas, Ciudad de México, Guanajuato, Jalisco, Morelos, Puebla, Tabasco, Veracruz y Yucatán”, gritó Ochoa, que justo hoy cumple 13 meses en el puesto, para recordar las entidades que eligen gobernador el próximo año.
El líder priista se dirigió a los que vaticinaban una fractura o una desbandada en el PRI tras la asamblea. “Se equivocaron”, dijo, “aquí estamos demostrando unidad y que nuestra diversidad es nuestra fortaleza”. Prueba de ello, afirmó, son los triunfos en el estado de México y Coahuila. Presentó entonces al gobernador electo Alfredo del Mazo, quien mereció un fuerte aplauso de los miles de delegados presentes. Luego anunció la presencia del “gobernador electo” de Coahuila, Miguel Riquelme, quien inspiró escasos aplausos, quizá porque la autoridad electoral aún no valida la elección en ese estado. En la primera fila de la asamblea estaban los expresidentes y exsecretarios generales del PRI, como Beatriz Paredes, Jorge de la Vega Domínguez, Manlio Fabio Beltrones, Dulce María Sauri Riancho, José Antonio González Fernández, María de los Ángeles Moreno, Cristina Diaz, César Camacho Quiroz y Humberto Roque Villanueva.
Llamó la atención que en esa sección de exdirigentes no estaba Ivonne Ortega, la exgobernadora de Yucatán, quien previo a la asamblea se manifestó en contra los métodos “poco democráticos” del cónclave priista y exigió que la nominación de los candidatos sea por medio de consulta a las bases. Tampoco apareció Jesús Murillo Karam, tres veces secretario general del PRI y operador tras bambalinas de la organización de la asamblea e interlocutor con las voces críticas del partido, por instrucciones del presidente Enrique Peña Nieto. Entre los secretarios de Estado que estuvieron en primera fila destacó la presencia de José Antonio Meade, titular de Hacienda, quien es visto como destinatario de las reformas a los estatutos priistas que habilitan a los no militantes para ser candidatos presidenciales. Era fácil detectar a Meade Kuribreña, pues mientras en su entorno todos portaban una chamarra o chaleco rojos –como fue el caso de los secretarios de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong; de Salud, José Narro, y de Comunicaciones y Transportes, Gerardo Ruiz Esparza- él prefirió llevar una chamarra café.
El secretario de Educación, Aurelio Nuño, mencionado con más fuerza como prospecto para ser candidato presidencial tras la asamblea del PRI, también decidió no usar el color rojo y optó por un saco azul. Fue notoria su presencia, pues llegó tarde y debió esperar a que terminara el discurso de Ochoa Reza para tomar su lugar. El secretario por el que todos preguntaron y nunca llegó fue Luis Videgaray, titular de Relaciones Exteriores. Y el que nadie imaginó que se apersonara, pero llegó fue el exgobernador de Veracruz, Fidel Herrera, cuyo nombre ha salido a relucir en las investigaciones por corrupción contra el exmandatario Javier Duarte. El que tuvo una aparición espectacular en el “domo de cobre” fue el presidente Enrique Peña Nieto. Llegó eufórico. Cual hombre-araña, trepaba con agilidad en las vallas para saludar a las fuerzas vivas del PRI, tomarse selfies y abrazar a sus admiradoras.
El mandatario llegó a las 12:26 de la tarde y no paró de saludar y brincotear hasta las 12.40. Tal era su euforia que tuvo que quitarse el saco para subirse, al en menos 16 ocasiones, a las barreras metálicas y dejarse abrazar por los priistas.
Me encantas, eres un bombón”, decía la letra de la cumbia que el sonido local puso justo en el momento que Peña Nieto hizo su arribo. La canción terminó, pero el mandatario seguía dejándose apapachar. Entonces pusieron la canción de “Qué bello”, de la Sonora Dinamita para acompañar al presidente en sus 14 minutos de contacto con la militancia.
Cuando llegó al pie del escenario, donde estaba la cúpula del partido, Peña Nieto sudaba profusamente, por lo que personal del Estado Mayor Presidencial le hizo llegar varios pañuelos. Tras el discurso de Ochoa Reza y luego de unos videos donde se exalta la obra pública que ha hecho el actual gobierno –obvio el Paso Exprés no apareció—Peña Nieto subió al escenario para el discurso de cierre de la asamblea.
El partido está listo para lo que viene”, dijo el jefe del Ejecutivo. Y entonces soltó frases de contraste sin mencionar a sus adversarios: “El PRI es un partido con visión y con valor; en cambio otros quieren regresar al pasado, al caudillismo y le apuestan a la división de los mexicanos”.
El PRI, dijo el mandatario, es un partido de resultados, mientras que otros “disfrazan su falta de experiencia y fracasos de gobierno en la estridencia y la incongruencia”. El tricolor, insistió Peña, tiene un fuerte compromiso con las causad de los mexicanos; en cambio otros, “prefieren negociar posiciones antes que defender convicciones”. En lo que fue el trazo de la línea discursiva que tendrá el PRI para los comicios del próximo año, el Presidente dijo que México decidirá entre dos futuros distintos: el del progreso y el del retroceso. Fue entonces cuando, en tono bélico, llamó a los mexicanos a emprender una “batalla decisiva” por el futuro del país, una batalla por el bienestar y las oportunidades, una batalla con los colores del PRI, “que son los mismos colores de nuestra bandera”. Y remató: “México gana cuando gana el PRI”. Después del mensaje, Peña Nieto se quitó la chamarra que lo sofocaba en el escenario y fue a saludar a la cúpula priista. Causó expectación cuando se aproximó a Manlio Fabio Beltrones, quien hace cinco años debió hacerse a un lado para que transitara la candidatura de Peña. El saludo fue respetuoso, pero sin calidez. ES DE INTERÉS | La farsa de la Asamblea #FOTOS: Así se vivió la XXII Asamblea Nacional del PRI Compañeros de batalla al 2018: Peña convoca su militancia El retorno de Jesús Murillo Karam, reivindicado Meade reconoce simpatía al PRI, “mi papá es priista” Declive electoral, telón de fondo del forcejeo en el PRI Agenda 2018, lo primero para hacer viable futuro del PRI: Beltrones PRI avala candidatos externos y Peña eclipsa XXII Asamblea El ajedrez en el cónclave priista PRI con más que una terna: Ramírez; Zamora dice llegan unidos