Que las bebidas energéticas interfieran con la cantidad y la calidad del sueño, como encuentra un estudio que se publica hoy en The BMJ, no sorprende a nadie; lo que sí es digno de atención es la magnitud que alcanza esta interferencia, así como el hecho de que incluso tomar una lata de estas bebidas de manera ocasional (entre una y tres veces al mes) se relaciona con un mayor riesgo de padecer trastornos del sueño entre los adultos jóvenes.
Las bebidas energéticas que se comercializan como estimulantes físicos y mentales, suelen tener, en promedio, unos de cafeína de 150 mg por litro, además de azúcares, vitaminas, minerales y aminoácidos (como la taurina en cantidades variables, señala el equipo de investigación encabezado por Siri Kaldenbach, del departamento de medicina pediátrica y Adolescente del Consorcio Hospitalario Innlandet de Noruega (Sykehuset Innlandet HF).
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El estudio, realizado con datos de 53 mil 266 participantes de entre 18 y 35 años tomados de una encuesta nacional de estudiantes universitarios en Noruega, encontró que quienes informaron un consumo diario durmieron alrededor de media hora menos que quienes tienen solo un consumo ocasional o ningún consumo.
También se observaron asociaciones similares en cuestiones como tardar más en conciliar el sueño, despertarse durante la noche, la dificultad para volver a quedarse dormido. En resumen, el consumo de las bebidas energéticas se ligó en general a una peor eficiencia del sueño, y sobre todo con la duración corta del sueño.
Por otro lado, las diferencias fueron notables entre hombres y mujeres, empezando porque ellas consumen menos bebidas energéticas: la mitad (49.6%) informan que nunca o rara vez las consumen, frente a las dos quintas partes (39.6%) de los hombres, y de quienes las consumen, las mujeres lo hacen con menos frecuencia. Pero más allá del consumo, estas bebidas parecen afectar más a mujeres que a hombres.
El aumento del insomnio
El peor síntoma de los estudiados fue el insomnio, que se definió como experimentar dificultades para conciliar y permanecer dormido y despertarse temprano al menos tres noches a la semana; además de somnolencia diurna y cansancio durante al menos tres días a la semana, durante al menos tres meses.
Las mujeres padecieron más insomnio en niveles similares de consumo, ya que el 51% de las que informaron un consumo diario lo padecían, mientras que esto le sucedió al 37% de los hombres con el mismo nivel de consumo. A lo que cabe agregar, que entre quienes nunca consumen bebidas energéticas, el insomnio también fue más frecuente entre las mujeres que entre los hombres.
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