La descalificación del seleccionado de fútbol de México, en la primera ronda, ha dado mucho de qué hablar. Tanto sobre el Director Técnico como sobre las televisoras y los clubes que conforman nuestra liga, los comentaristas han externado muchos puntos de vista que hacen evidente la urgente adopción de cambios para revertir el problema y superar el mal desempeño que tuvo nuestro equipo nacional. ¿Podría añadirse al respecto algo sobre movilidad?
El vocablo hace referencia a dos temas que resultan relevantes: uno, el de la movilidad desde la perspectiva inherente al tránsito, y otro, el de la movilidad como política colectiva que invita al progreso y cambio constante, a la actualización de cuadros de los que depende el mejoramiento del estado de cosas.
Desde la segunda dimensión expresada, la movilidad en el deporte nos conduciría necesariamente a reconocer que el desempeño óptimo de sus representantes tiene un ciclo de vida y que, sin menospreciar su valor, es aconsejable y necesario siempre favorecer el cambio, con la finalidad de abrir espacios a nuevos cuadros, a nuevos aspirantes que podrían hacer de nuestra participación en certámenes internacionales una mejor experiencia.
Sin dejar de reconocer el valor histórico que ha tenido el desenvolvimiento de algunos integrantes de la selección mexicana de fútbol en competiciones internacionales, no puede dejar de apreciarse el hecho de que, en estricto sentido, no son irremplazables, no son únicos. Nuestro país se conforma por casi 130 millones de individuos, en los que existen muchos interesados con aptitudes a los que debería concederse la oportunidad de demostrar su capacidad deportiva.
Como en todos los aspectos que tienen que ver con el desarrollo de los pueblos, esa capacidad de crecimiento no sólo está asociada al talento, sino que también está ligada a la preparación, a la educación en la cultura o la formación para el deporte. México tiene la necesidad apremiante de educar a su niñez y juventud, del mismo modo que tiene la urgencia y deber de impulsar políticas que permitan a sus jóvenes acceder a un ambiente, a instalaciones, a nutrición y dirección adecuada para desarrollar su vocación deportiva. Sin esto, que empieza en una etapa muy temprana de la vida, es imposible pensar que nuestros deportistas lleguen a tener cabida en equipos profesionales en el extranjero en donde se engendran los mejores futbolistas del planeta.
La tarea más importante que permanece pendiente, desde administraciones pasadas hasta la presente, tiene que ver con el impulso de una auténtica reforma educativa que vele por la preparación de los niños; que incida en la profesionalización del magisterio; que permita sembrar en ellos la aspiración de convertir a nuestro país en un estado de éxito y orgullo para todos los que vivimos en él. Falta que nuestros maestros eduquen triunfadores.
Quizá para lograrlo, sin embargo, tendríamos que empezar por entender que la movilidad social atañe a todos los ámbitos de desenvolvimiento del país, incluido su propio gobierno.
No puede pasar desapercibido que una visión moderna de México exige por parte de quien la debe de tener, la capacidad de ver hacia el futuro. El país debe dirigirse a partir del aprendizaje de las vivencias que hemos atravesado en el pasado, pero anteponiendo el rumbo y destino de nuestros hijos, en un mañana por venir. Resulta impensable que el gobierno impulse las políticas anteriores en materia educativa, si sus propios representantes carecen de la capacidad para entenderlo.
Hay un ciclo de vida en el deporte, como también existe un ciclo de vida en la docencia, o un ciclo de vida en el arte, o un ciclo de vida en el servicio público. El asesoramiento de quienes antecedieron en la ocupación de los cargos de dirección del gobierno de la República no puede convertirse en una piedra monolítica inamovible que le impida al país evolucionar en el rumbo adecuado del progreso, de acuerdo con la realidad geopolítica o económica que el país enfrenta cada día, en cada período de la historia en el cual transita.
La necesaria actualización de los cuadros deportivos que conformen nuestro seleccionado nacional, para permitir la participación de mexicanos más jóvenes, o el necesario retiro y jubilación de los trabajadores de una empresa, que abra la puerta a nuevos aspirantes con necesidades de forjar un futuro propio y para sus familias, es el ejemplo claro de la visión que se debe adoptar con relación a la conformación de un gobierno. El gobierno en todos sus ámbitos y niveles también tiene que adaptarse a una política de movilidad que permita la actualización y modernización de sus cuadros.
La capacidad de aprendizaje del ser humano es interminable, pero la flexibilidad y capacidad comprensiva del conocimiento va perdiéndose con los años. Es incuestionable que podría trazarse una línea para demostrar que la pérdida de la fortaleza física de un deportista de alto rendimiento es directamente proporcional a la pérdida de la capacidad de entendimiento de las necesidades políticas del país por parte de sus dirigentes, cuando envejecen.
El Gobierno de México adolece de una sobrerepresentación de adultos de la tercera edad, que por expertos gobernantes que pudieran haber sido en alguna época de la historia del país, demuestran carecer de la capacidad para entender el rumbo al que debemos dirigirnos para asegurar a favor de su niñez las condiciones de estabilidad y desarrollo que sus necesidades demandarán. Es inaceptable que las exigencias y los retos que el cambio planetario nos impone pretendan enfrentarse con una visión de la historia que quedó anclada en la guerra fría. La modernización o actualización constante de los cuadros de jugadores que integran nuestra selección es el ejemplo más claro del proceso que México debería enfrentar cuando se hable de la conformación de su gobierno, cualquiera que sea la corriente o partido del que provenga.