Los méxicos

25 de Abril de 2025

Antonio Cuéllar

Los méxicos

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Los que acudimos a la marcha del domingo 13 de noviembre pasado vivimos el furor que nace de la unión ciudadana, de la entrega a una convicción que nos hermana por un México más democrático, más incluyente, más progresista, más exitoso en todos sus ámbitos de vida, para todos los mexicanos. Marchamos y alzamos la voz para defender al Instituto Nacional Electoral, que ha mostrado ser el único instrumento capaz de ver por un interés legítimo de la ciudadanía: la neutralidad electoral.

Sin embargo, el presidente López Obrador tiene su propia lectura de la marcha, y no está equivocada, los que participaron conforman un colectivo de nuestra sociedad que no sólo se siente inconforme con una iniciativa de reforma constitucional; la inmensa mayoría de quienes se manifestaron, tienen una visión de México muy distinta a la cuarta transformación. No yerra al afirmar que, la gran mayoría de ese grupo de inconformes, constituyen una muestra de ese grupo social al que identifica como sus adversarios.

He escuchado y leído a lo largo de la semana distintos comentarios sobre la marcha, en los que ha habido incluso el atrevimiento de mencionar que se trata, realmente, de un parteaguas del sexenio; el principio de fin de esta administración.

No dudo que la marcha ya ha dado un fruto importantísimo al unir a la oposición en el propósito firme de evitar la alteración constitucional que trastocaría la esencia del INE; sin embargo, ¿se ha sembrado realmente la semilla de ese fruto que logrará alterar el rumbo de nuestro país en el 2024?

El mismo día de la marcha, abandonábamos la ruta a través de las calles de Florencia, cuando una pareja en motocicleta europea circulaba con una bandera del INE, gritando arengas contra la iniciativa de reformas a la Constitución del presidente López Obrador. Sin disimulo alguno y sin reparo, un padre de una familia que estaba ahí agrupada, desde luego, que no vestía de colores blanco y rosa, le gritó a todo pulmón “CÁLLENSE

P……”.

AMLO tiene seguidores, que logra agrupar en algunos casos por simpatía auténtica de los movimientos de izquierda, en otros por conveniencia derivada de los programas clientelares, y en muchos otros casos más, por la animadversión legítima que muchos mexicanos tienen en contra de toda esa otra clase social que, al final de cuentas, constituye para ellos la encarnación viva de un oprobio continuado, sufrido en carne propia: la discriminación. Este país tiene una pluralidad de realidades, y no todos están deseosos de verlo.

Se organiza ya la marcha del 27 de noviembre, que cuan criticada llegará a ser, seguramente aglutinará a un número mayor de asistentes de aquellos que participamos el 13 de noviembre pasado, sin importar la forma en que se consiga.

No se puede minimizar ninguna de las dos expresiones populares, porque las dos son ciertas y auténticas. Se equivocan gravemente quienes suponen que se ha logrado un quiebre del sexenio lopezobradorista con base en lo sucedido en una marcha y la supervivencia del INE, porque el problema que llevó a la presidencia a Morena no sólo subsiste, sino que se ha acrecentado. Su base se mantiene bien firme.

Estamos convencidos de que el rumbo que ha emprendido esta administración no es el más adecuado para mejorar el país que les fue entregado. Sin embargo, también sabemos que el país no puede regresar al mismo lugar histórico en el que se encontraba, porque la presión política y social que arroja el régimen de desigualdades y abandonos que durante los últimos siglos se ha construido, provocaría un violento rompimiento social, inevitablemente.

Las políticas e instituciones que edificaron los regímenes anteriores han dejado en el abandono a millones de mexicanos, que no tienen por qué seguir siendo el poco apreciado soporte de la base en que descansa el mundo de privilegios, lujos y excentricidades de los que gozan unos cuantos. El derecho a la superación debe entenderse parejo para todos, y el gobierno debe trabajar con ahínco en la cimentación de esa misma plataforma de despegue. No existe equivocación del Ejecutivo al señalar que los amiguismos que sirvieron para formar a la clase más privilegiada de mexicanos, en muchas ocasiones, provino de actos eminentemente corruptos.

La marcha evidencia la existencia de una inconformidad que nos convoca, pero la ausencia de liderazgo que la consolide y continúe, nos condena. La clase política mexicana que debería conformar la “oposición”, ha quedado exhibida: nadie asoma la cabeza porque se la cortan….posiblemente, es cierto que sus representantes tienen la cola muy larga.

Hasta que no aparezca un líder ciudadano con antecedentes honorables, que tenga la capacidad de identificar el descontento que tiene enfrentados a los méxicos en que vivimos; hasta que la fortaleza moral de ese líder no construya una retórica que consuele, reconcilie y unifique; hasta que no se eleven propuestas que puedan servir para construir un futuro que auténticamente contemple promesas sostenibles para todos los mexicanos por igual, en la forma democrática que auténticamente, todos deseamos tener, nuestro navío seguirá a la deriva. La oposición necesita tener una voz y una cara. La marcha debe de tener identidad, alrededor de una persona capaz, de una persona que entienda la realidad de México y su situación en el mundo entero.

La marcha del 13 de noviembre fue un éxito, pero está muy lejos de constituir un cambio. No podremos superar el encono sin reflexionar en torno de las carencias que viven la mayoría de los mexicanos, y el fundamento de acciones afirmativas que este y futuros gobiernos deberán emprender –sobre todo en ámbitos primarios de la vida nacional como alimentación, vivienda, servicios médicos y educación–, como condición infranqueable para tener un futuro más justo y perdurable.

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