Ayer se conmemoraron los 200 años de la consumación de la independencia de México, una fecha que, por la insaciable sed de trascender a la historia, no podría pasar desapercibida para el gobierno de la “cuarta transformación”.
La lucha de independencia contra la corona española persiguió, como toda revolución de su tipo, la emancipación de los nuevos reinos ocupados; la consolidación de una autonomía de gobierno que conformara, propiamente, a un nuevo país, dotado de plena soberanía y reconocimiento internacional. México fue independiente en ese siglo porque dejó de ver en el exterior una vía para remediar los problemas inherentes a su propia sociedad.
Si habláramos en esta fecha de celebración y confirmación de nuestra independencia, poco podría avanzarse en el terreno de nuestra emancipación gubernativa con relación a cualquier otro poder extranjero. La independencia de México realmente se consolidó para bien desde esa época y se ha mantenido intocada. No podría decirse que nuestro país estuviera amenazado en estos días por algún gobierno extranjero deseoso de tener el control sobre el destino de nuestra Nación.
El concepto de independencia, como también el concepto de soberanía con el que el anterior está asociado, ostentan una connotación contemporánea muy distinta de aquella que llegaron a tener hace quinientos años o menos, los mismos doscientos que ayer fueron celebrados. Una celebración de la independencia de México debería apreciarse más bien desde la perspectiva moderna del concepto, y alejarnos de los atavismos que insisten en encontrar en nuestra antigua cuna alguna pista de nuestras desventuras.
El gobierno de México, hoy encabezado por Morena, reconoce y ratifica la importancia de más de una docena de tratados de integración económica y libre comercio, firmados por nuestro país, que lo colocan en una situación excepcional en el ámbito global para hacer negocios. La razón que ello supone obedece a que el propio partido en el poder reconoce que la independencia no es ajena al papel que debe tener nuestro país en el desarrollo global. México ha emprendido una búsqueda incomparable en el proceso de integración comercial con otras regiones en el exterior, con la finalidad de mejorar las condiciones de progreso para sus nacionales, para consolidar y conservar su independencia. El concepto, en su acepción moderna, está íntimamente ligado con el bienestar de la Nación.
Siendo entonces dicha suficiencia en el abasto y en la seguridad de sus habitantes un factor determinante de su independencia, cabría realmente preguntarnos en esta fecha, ¿qué tan independiente es México a la luz de los criterios que hoy se deben de tomar en cuenta para así considerarlo?
Siendo un país portentoso en muchos ámbitos de la vida cultural y económica global, un país de cuyos orígenes nos sentimos profundamente satisfechos y orgullosos todos los que tenemos el privilegio de vivir en él, hay tres factores que indudablemente se han visto asediados y en los que dicha vigencia de nuestra independencia podría ser cuestionada.
Uno. La vulnerabilidad de su seguridad en el interior pone en jaque su estabilidad hacia el exterior. En la medida en que haya más ataques a la seguridad de las personas y más individuos y capitales huyendo de México, nuestra independencia se puede ver vulnerada, ya que es un llamado automático para que, la incapacidad del gobierno para hacer frente a la criminalidad se utilice como causa primaria de movimientos de mexicanos en el exterior encaminados a buscar la ayuda en otras latitudes.
Dos. El descontrol del flujo migratorio, no sólo por cuanto al número de extranjeros inmigrando al país, sino de mexicanos emigrando al extranjero, constituye un flanco abierto que refleja incapacidad e insatisfacción en la toma de decisiones con relación a la manera en que nuestra sociedad podría llegar a ser conformada. La inexistencia de políticas públicas en el campo demográfico y de población provocan una necesaria alteración de la conformación racial del país, de sus costumbres y su idiosincrasia, en detrimento de una estabilidad política y social de largo alcance; un fenómeno que, lógica y naturalmente, afectarán la autonomía con la que el gobierno de México deba de asumir acciones de política interna.
Tres. La afectación a la institucionalidad democrática de México provoca un clima de inestabilidad e incertidumbre que ahuyenta el capital productivo. La utilización facciosa de las facultades de policía encaminadas a investigar la comisión de falsos delitos, y la adopción de políticas de hostigamiento encaminadas a afectar el desempeño de otros poderes con la finalidad de impulsar acciones encubiertas de aparente legalidad, dirigidas a afectar la vida de cualquier corriente de pensamiento opuesta a la establecida en el poder, desequilibra la vida política del país en perjuicio de su propia independencia y paz social.
En sus mensajes habituales el presidente ha hablado favorablemente de la recepción histórica de remesas y el impacto positivo que éstas tienen en el desempeño de la economía nacional. Éstas, a la par de ese crecimiento desmedido de criminalidad a lo largo del territorio nacional, y en conjunto con muchas familias que huyen del país y se establecen en el exterior, constituyen muestras inequívocas de que el país, en la conmemoración del bicentenario de su independencia, es en realidad un poco menos independiente de lo que había llegado a ser hasta hace unos pocos años.
Ojalá que se entienda que, la independencia, no es un utensilio que pueda emplearse para adornar discursos de campaña, ni una alegoría para aludir a épocas de grandeza en aquellos momentos en que se desee congraciar al pueblo con nuestra clase gobernante, es un valor del que nuestro país goza por encontrar en su interior factores que lo unen y que impiden ver hacia afuera una vía para remediar problemas que se gestan en su seno en forma incontenible.
En la medida en que los problemas, el encono y la división crezca entre los mexicanos, volverán a sonar las campanas de la independencia, en búsqueda de una libertad y dignidad que por muchos y muy complejos factores podrían verse violentadas; justo en la misma forma en que lo fueron hace 200 años.