El pasado domingo la victoria de Gustavo Petro como presidente electo, colocó a Colombia, el tercer país más poblado de Latinoamérica, en un nuevo camino político. Indudablemente, con base en los resultados electorales, su sociedad busca precisamente lo que él ofrece: “un cambio de verdad” frente al régimen anterior.
Tras años de manifiesta desigualdad y como consecuencia de una serie interminable de agravios sociales, provocados por una mala distribución de la riqueza –situación que desafortunadamente a nosotros no nos suena ajena–, Petro, como literalmente lo dijo en su discurso, pretende fomentar la unión de un país fracturado, a través de políticas, que él denomina “políticas del amor”, compatibles con el capitalismo, que van dirigidas específicamente a mitigar el sectarismo y el rencor con el que se ha venido desarrollando Colombia.
Menos de 24 horas más tarde, entre los muros del salón Guillermo Prieto de Palacio Nacional, el presidente Andrés Manuel López Obrador celebró la victoria del izquierdista al son de la cumbia de la Pollera Colorá, una de las canciones más icónicas de dicho género y cuyo intérprete ostenta ambas nacionalidades. Evidentemente, para nuestro mandatario, Petro podría ser otro nombre que añadir a la lista de jefes de Estado latinoamericanos que aparentemente comparten sus vocaciones políticas, junto con el de Gabriel Boric, Pedro Castillo, Luis Arce y Xiomara Castro para Chile, Perú, Bolivia y Honduras, respectivamente.
En efecto, como parte del nuevo régimen en el que se encuentra inmersa Colombia, Petro ha ofrecido una serie de propuestas típicamente “de izquierdas” que siguen el discurso de sus semejantes en el resto del continente y, sobre todo, el de Andrés Manuel López Obrador. Dentro de ellas, se encuentran distintas iniciativas de reforma de carácter tributario; una propuesta de reforma para mermar la extracción de recursos naturales; una reforma para lograr la unificación de los sistemas de pensiones público y privado; y una nueva etapa de apertura y relaciones diplomáticas con Venezuela –y, por consiguiente, con Nicolás Maduro.
A primera vista, sumarse a dicha victoria parece lógico, pues al igual que otros líderes similares de Latinoamérica, López Obrador tiene razones fundadas para estimar que Gustavo Petro es un miembro más del elenco de presidentes que buscan implantar y fomentar el cono sur; un danzante más en esa cumbia que tanto disfrutan. Además, es menester tener en cuenta que las causas de tanta sed de cambio en Colombia, son virtualmente las mismas que en su momento llevaron a la ciudadanía mexicana a la elección del actual gobierno: acentuada desigualdad, polarización política y poco crecimiento económico, entre otros, que provocaron el enfado de la mayoría de la población.
No obstante los paralelismos existentes entre ambas naciones, aunque las propuestas de Gustavo Petro vengan denominadas como “de izquierdas” y en la medida en que dichas políticas son parte de un plan que, en última instancia, busca mitigar el sectarismo y deshacer el sentimiento general de enfado que vive su sociedad, el proyecto que plantea el nuevo mandatario colombiano es mucho más ambicioso, moderno y de enfoque global. ¿Será más bien que Petro es el ejemplo que necesitan México y el resto de Latinoamérica de una izquierda mucho más moderada, que frente al rancio estatismo reconoce y fomenta la economía de mercado como motor de desarrollo?
Petro, como López Obrador en su momento, asumirá el gobierno de una sociedad sumamente polarizada. Como todo reformista, enfrentará fuertes oposiciones por parte de aquellos que, hasta este momento, se han visto beneficiados por el status quo. No obstante que gran parte de su electorado no comulga con los principios del capitalismo, reconoce a éste como el medio necesario para sacar a Colombia de la premodernidad y generar la riqueza necesaria para su país.
Una izquierda moderada, en este caso, servirá de ejemplo para que otros países de su entorno adapten sus políticas a un enfoque económico más moderno y con especial atención en las relaciones exteriores, la libertad de mercado y la iniciativa y generación de riqueza privada. Así pues, la estrategía que presenta Petro para salir de los apuros en los que se encuentra Colombia, tan similares a los de México, resulta sumamente interesante, pues toma en cuenta que para que la riqueza se distribuya y llegue a los sectores de la población que más la necesita, es imprescindible generarla primero, a través de la producción de bienes y servicios y mediante el impulso de políticas que fomenten el flujo de dichos elementos en el mercado, independientemente de su posterior distribución.
Dicho esto, tal y como ocurre cuando uno comienza a aprender a bailar la cumbia, quizás lo oportuno es seguir el ejemplo y dar un paso lateral: un paso hacia la derecha con el pie derecho, y después arrastrando el pie izquierdo hacia la derecha y luego al revés.
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