El espacio vacío que reflejó la marcha

25 de Marzo de 2025

Antonio Cuéllar

El espacio vacío que reflejó la marcha

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Difícilmente se podrán recordar episodios de la historia de México en los que, al entonar el himno nacional, tantos mexicanos hubieran sentido erizar su piel simultáneamente. La concentración ciudadana que este pasado domingo tuvo lugar en la Plaza de la Constitución de la Ciudad de México, y en decenas de ciudades más en el resto del país, es, sin lugar a duda alguna, un triunfo de nuestra sociedad alrededor de una decisión política común: vivir en una democracia.

Debe destacarse un aspecto singular de dicha manifestación ciudadana, que resulta atípico en ese tipo de expresiones: sin dejar de ser esencialmente política, fue apartidista. A pesar de que la marcha buscó proteger al INE, del que dependen los partidos, la verdad es que la iniciativa para llevarla a cabo fue de la sociedad civil. A través de los años, ha quedado debidamente demostrada la relevancia que tiene el Instituto a la hora de defender el voto en los procesos electorales, y todos los que acudieron a la marcha dejaron constancia del interés en que tal función continúe.

La congregación de esos cientos de miles de mexicanos constituye un éxito sin precedentes que ha sido visto y sentido en el mundo entero, y revela la atención política que la ciudadanía ha puesto ya alrededor de un proceso legislativo que, como quiera que se desee esconder, vulnera la capacidad del Instituto Nacional Electoral para prevenir o responder contra cualquier ataque al sistema, que pueda poner en entredicho el resultado de la contienda electoral.

Los discursos preparados y presentados ante los miles de ciudadanos reunidos fueron elocuentes, y cumplieron el propósito de expresar el mensaje que la marcha se proponía: los mexicanos estamos atentos y vigilantes a lo que sucede en el Congreso, y tenemos confianza en la función que realizarán los ministros de la SCJN.

Lamentablemente, los discursos dejaron en evidencia un claro dato: no existe un liderazgo político ya personalizado, que pueda contender exitosamente en los procesos electorales que están por tener lugar. De haber existido alguno identificado, posiblemente antier se habría convocado.

Los actores más renombrados de la política nacional han claudicado a la responsabilidad a la que históricamente estuvieron dedicados: a hacer política y a fungir como contrapeso efectivo del poder, a través de los órganos constitucionales concebidos para tal propósito o, en el menor de los casos, desde los mismos partidos. El ataque mañanero y el uso de la investigación financiera, ha logrado mantener a raya a los actores políticos de oposición.

Se anhelaba, quizá equivocadamente, que el domingo relucieran nuevos liderazgos ciudadanos, que terminaran con el prolongado silencio que ha dejado la ausencia de la oposición. Hombres y mujeres que presentaran una imagen y discurso carismático, que sirviera para producir esperanza en todos aquellos que no ven reflejados sus intereses en el discurso del presidente y del partido en el poder. Lamentablemente, eso no ocurrió.

Se avecina un proceso electoral que definirá realmente la supervivencia de México, y lo que dejó bien claro la marcha del domingo, es que el movimiento ciudadano se encuentra acéfalo, y que avanzamos rápidamente hacia las próximas elecciones sin que haya un solo aspirante que levante la mano, que tenga esa capacidad aglutinadora que pueda recoger y hacer suyo exitosamente, el sentimiento de los mexicanos que nos oponemos a vivir sin libertad.

Estamos a tiempo de entender, una vez más, que los partidos políticos tienen una función catalizadora de gran valor, y que los liderazgos políticos no son espontáneos. Ser un líder de masas entraña más que una vocación, significa tener un talento especial, una preparación y una capacidad de la que muy pocos seres humanos están dotados.

El entendimiento habitual de lo que ocurre en la arena política lleva a muchos ciudadanos a pensar que, ser actor político, es una tarea fácil, sencilla, que cualquiera podría hacer. Nada más alejado de esa teoría. Estamos presenciando lo difícil que es encontrar a una persona capaz, entendida de la política, entendida de lo que es la Teoría General del Estado, entendida de lo que es la sociología, conocedora de la Constitución y de las leyes, que sepa conceptos esenciales de economía, y que, además, tenga capacidad discursiva y carisma, para atraer la intención electoral.

Quienes llevan a cabo esas labores, se preparan a lo largo de la vida para encontrar su espacio en el terreno de trabajo de los partidos políticos. Es el momento en el que éstos deben iniciar los trabajos y esfuerzos necesarios para construir acuerdos y encontrar, de entre sus hombres y mujeres con vocación, al candidato o la candidata honestos que mejor puedan canalizar el legítimo deseo de protección de la patria que la ciudadanía demostró el domingo pasado.

El éxito que tuvo la concentración ciudadana del domingo pasado, es quizá, desafortunadamente, directamente proporcional al fracaso que alumbra no identificar, ya, a quien pueda representar los intereses de la ciudadanía en los próximos procesos de elección.