Uno de los “slogan” de campaña más efectivos que durante el 2015 y 2016 utilizó Felipe Calderón Hinojosa para vencer a su contrincante, el entonces aspirante a la presidencia Andrés Manuel López Obrador, fue “AMLO es un peligro para México”.
Se trató de una locución que tuvo gran impacto en la mente del colectivo, y que reflejaba la posibilidad de que ese candidato, de llegar a la presidencia, acabaría con las instituciones que entonces ya habían venido dando paz y tranquilidad al país, tanto en la arena política, como en la arena económica.
Su creador, Antonio Sola, consultor político, se retractó de su creación narrativa y en 2018 afirmó que ese ya no iba a ser el caso; que Andrés Manuel López Obrador estaba preparado para ser presidente de México.
Dos marchas se han organizado por la sociedad civil, que han sido respondidas por marchas patrocinadas por el gobierno de Morena con un número similar de asistentes.
La última, la del sábado 18 de marzo pasado, sin embargo, engendró y puso en escena una amenaza velada contra la autonomía del Poder Judicial de la Federación que es….más allá de reprobable e incorrecta: peligrosa.
En efecto, cuando se dijo en el 2006 que AMLO era un peligro para México, se alertó sobre la posibilidad de que llegara a la presidencia un actor político con convicciones y modos particulares de hacer gobierno, que podría ser perjudicial para el mantenimiento de las instituciones que han convertido a México –como bien podemos verlo y atestiguarlo–, no sólo en una democracia naciente, sino en un receptor importante de inversión que pudieran catapultarlo a los escenarios del desarrollo industrial, comercial y de servicios a nivel global.
A pesar de que las estrellas se alinean para favorecer el segundo de esos vaticinios, con la importante llegada de inversión extranjera que desea domiciliarse en nuestro país, con motivo de los fenómenos geopolíticos internacionales, el grave problema que empezamos a enfrentar tiene que ver con la política y el descarrilamiento de la arquitectura constitucional que permite la subsistencia de la vida doméstica, en condiciones de paz social y fraternidad, de las que nos favorecemos todos.
Incendiar la imagen de la presidenta de la Suprema Corte de Justicia no constituye una afrenta social a algún personaje de la farándula, o a un candidato político con el que un colectivo pudiera sentirse enfadado, es realmente una amenaza a la estabilidad de la República, y un anuncio de los alcances que en la manipulación de la sociedad civil, Morena pretende construir con el avieso objetivo de salirse con la suya, y evitar, a cualquier costo, que la modificación de las normas electorales aprobada por su parte pueda revertirse.
El símbolo es una franca llamada a la insurrección, que debe ponernos en aviso, ante la inminente posibilidad, o realidad, en torno de los procesos electorales estatales que habrán de tener lugar este año, y el más importante que habrá de suceder en el 2024.
En algún momento, en alguna mañanera de los últimos años, Andrés Manuel López Obrador ya hizo explícita referencia al “tigre”, y dijo que él no tendría la capacidad para acallarlo. Pues bien, parece que, ahora, es él o su partido el que podría tener la pretensión de despertarlo. Si él se va, ¿habrá alguien que pueda sosegarlo?
El camino que anunció el sábado pasado es la vía segura en la que, de desatarse, perderemos todos. Si existe una forma segura para evitar el derrumbamiento de nuestra patria, ésta será la de releer y aprender de nuestra historia. La vía violenta, en México, por su fortaleza, su personalidad y su diversidad, es la más dolorosa. Creer que la nueva transformación del país deberá de atravesar los caminos mortíferos que sucedieron en las transformaciones anteriores, pone en evidencia que sus promotores conocen de la historia antigua, pero que han estado ausentes de la historia contemporánea de México y el resto del planeta.Ojalá que la “puntada” de quemar la imagen de Norma Piña haya sido un error estratégico del acarreador que embaucó a la masa; ojalá que nuestra exagerada interpretación de los actos sea la muestra de equivocados desvelos domingueros; ojalá que México entienda pronto que, el mejor de los cambios que podrá llevar a cabo, lo encontrará en el diálogo y la construcción de acuerdos entre sus representantes políticos; ojalá que esta pesadilla termine pronto.