Más del 40% de las agresiones contra periodistas que se han registrado en México, entre el 12 de marzo y el 16 de mayo, ocurrieron durante la cobertura de la pandemia de la Covid-19, de acuerdo con la organización Artículo 19.
La situación para la prensa es grave, pues en medio de la emergencia sanitaria, los reporteros deben lidiar con el hecho de que es Estado el principal perpetrador de los ataques en su contra, además de que las autoridades sean los principales generadores de información falsa.
Al igual que en otros países de la región, en México, las autoridades aprovecharon la contingencia como una excusa para censurar y estigmatizar las voces disidentes. Los actores particulares, es decir, individuos en general, han retomado el discurso estigmatizante para intimidar y evitar la cobertura de su propio manejo de la emergencia sanitaria.
120 agresiones contra periodistas fueron documentadas del 12 de marzo al 16 de mayo de este año.
Durante la crisis, las autoridades se han convertido en emisoras de desinformación, entre ellas destaca el presidente Andrés Manuel López Obrador quien en algunos de sus mensajes contradice abiertamente la información difundida por el subsecretario de Prevención y Salud, Hugo López-Gatell, cuando llamó a la población a abrazarse bajo el supuesto de “no pasa nada”.
El 18 de marzo pasado, el Presidente aseguró que el escudo protector contra la Covid-19 era la honestidad e incluso, mostró amuletos protectores contra el virus al decir que eran sus “guardaespaldas”.
Siete días después, el gobernador de Puebla, Miguel Barbosa, aseguró que “los pobres son inmunes al virus”, una declaración desinformada que además puso en jaque la labor periodística de un reportero de El Sol de Puebla que cuestionó al morenista.
“No voy a tener opinión y menos a El Sol de Puebla”, respondió el Ejecutivo estatal al periodista, con lo que fomentó la desinformación en el estado que gobierna y puso en riesgo a sus habitantes.
De acuerdo con Artículo 19, las declaraciones de López Obrador y de Miguel Barbosa reflejan la falta de conciencia general sobre el papel fundamental del periodismo en el fortalecimiento de la democracia y su carácter esencial en la coyuntura epidémica, por un lado, y por el otro, muestran que persiste la actitud tradicional de las autoridades de censurar las voces disidentes a través de la violencia y las descalificaciones.